Mundo Judío

Una experiencia judía en Perú

El camino de aprendizaje y enseñanzas del Rabino Salomón Cohen, de la comunidad ashkenazí de Lima. De Melilla, Inglaterra, España e Israel...a Perú. “Como joven rabino, quería imponer la Halajá. Ahora entiendo que la única forma de hacer las cosas es con amor”.

 

El Rabino Salomón Cohen (60) , nacido en Melilla-una ciudad española en el norte de África- está al frente de la comunidad ashkenazí de Lima. Está casado con Raquel, con quien tiene cinco hijos (tres mujeres y dos varones) y cuatro nietos. A los 15 años fue a estudiar a una yeshiva en Inglaterra por tres años. Luego estudió en la Universidad Hebrea de Jerusalem, volvió a Inglaterra por otros tres años a estudiar en el Jews College, donde se preparan los rabinos de dicho país.

Por motivos familiares volvió a España y allí se casó. Ya casado fue con su esposa a Israel por tres años más a estudiar como rabino y en programas especiales de judaísmo para la diáspora. Desde entonces se ha abocado a desempeñarse como rabino en distintas comunidades, primero en España, luego 18 años en Estados Unidos (10 años en Seattle y 7 en Nueva York) y desde hace un año y medio, en Lima. 

Tuvimos el gusto de conocerle personalmente hace unos pocos meses y de verlo en su multifacética actividad, que incluyó una deliciosa cena de shabat que él mismo preparó, debido a la ausencia de su esposa que había viajado a ver a sus hijos en Estados Unidos.

                                                                                                          

P : Rabino, con su trayectoria por comunidades judías muy diversas ¿diría que esto  debe ser una misión y no meramente un trabajo?

 R: Sin duda. Después de muchos años en Estados Unidos sentí que con la experiencia que tengo y sabiendo español podía aportar mucho más a una comunidad en América Latina, o incluso volver a España, que quedarme en Estados Unidos. La idea es ayudar a una comunidad y contribuir a cambiar las cosas en algún sitio.

P: ¿Siente que usted aporta y que también se enriquece con la gente, aunque la comunidad no sea de su estilo de vida religiosa judía?

 R: Sí, y además pienso que a pesar de los problemas personales que tengo a nivel familiar de no estar con mis hijos, es positivo para mí y para la comunidad.

P: ¿En qué siente que usted se enriquece?

R: En lo personal me siento útil, joven, haciendo muchas cosas que hacía muchos años que no hacía: leo la Torá, doy clases a niños; cosas que en mi trabajo de rabino en Estados Unidos nunca hacía, porque ahí es muy diferente...

 

P: ¿En qué sentido?

 

R: En Estados Unidos el rabino es una especie de figura que está presente en la sinagoga, que hace sus mayores aportaciones cuando da sus charlas o sus disertaciones. Interviene mucho en lo que es el ciclo de vida, pero nada en las cuestiones prácticas como lo que es el día a día de una comunidad, en la enseñanza...

 

P: Me imagino que es no deriva solo en la diferencia en el tamaño de las comunidades, sino que al ser una comunidad más grande puede permitirse diversificar los roles. ¿O no es eso?

 

R: No, en Estados Unidos el tema de la educación y de la kashrut son dos industrias que ya funcionan como tales, así que el rabino está muy limitado a lo que llaman el trabajo pastoral. Aquí en Lima, en la comunidad, el rabino tiene que proveer todos los servicios religiosos porque no hay otro que lo haga.

 

EL DESAFÍO DE LA CONTINUIDAD. EL CASO DE PERÚ.

Compartiendo una actividad con los abuelos en el hogar israelita, Bikur Jolim

P: ¿Cómo definiría usted  a la comunidad judía del Perú?

 

R: Es una comunidad maravillosa en muchos sentidos, no cabe duda. Tiene una buena estructura y está muy bien organizada, tiene todo lo que puede necesitar una comunidad para funcionar como comunidad. A mi parecer, le falta un poquito de revitalizar el aspecto espiritual, pero en todo lo demás funciona, está muy bien. Lo que me preocupa es que si sigue como ahora desde el punto de vista religioso, tiende a desaparecer...

 

 

P: Usted, como rabino ortodoxo, ve la falta de religiosidad y siente que así es cuestión de tiempo hasta que la comunidad desaparezca.  ¿No puede concebir la posibilidad de que se mantenga así una vida que combine el sentimiento y la vida cultural judía?

 

R:  Yo estoy convencido de que es cuestión de tiempo, sí. Pero también estoy convencido de que se puede revertir la situación. No es terminal: está en muy mal estado en ese aspecto, pero no irreversible.

 

P: Pero por lo que me ha contado estos días, hay mayor respuesta a los servicios religiosos.

 

R: Así es. En principio yo creo que una de las contribuciones más grandes ha sido lo de crear un programa de niños pequeños el viernes por la noche, que hace que algunas personas con niños que antes no venían, encuentren una alternativa a venir aquí a la sinagoga. Y aunque ya hace bastante que estoy, en su momento la novedad  de un rabino nuevo también ayudó durante un tiempo a que venga más gente.

 

P: ¿También les resultó novedoso que llegue un rabino sefaradí en una comunidad ahskenazí?

R: No eso no, porque aquí siempre han tenido rabinos israelíes independientes, de lo que fueran. Yo creo que lo que sí es novedoso es que hable español perfectamente y que culturalmente tengamos mucho más en común que los rabinos anteriores.

EL ACERVO SEFARADÍ

P: Hemos hablado estos días sobre lo que es la riqueza y lo polifacético del pueblo judío y cómo cada uno puede aportar algo distinto desde sus orígenes culturales, y al mismo tiempo ser parte de una unidad. ¿Qué es lo que trae consigo del bagaje sefaradí? ¿Qué es lo que más le gusta?

R: Yo siempre he dicho que una de las grandes características del judaísmo sefaradí es que entre los sefaradíes no había movimientos reformistas o distintas tendencias. En el sefaradí tú eres judío o no eres judío. Yo recuerdo siempre que el judío era observante o no, pero era parte de la colectividad. Al no haber un movimiento como ashkenazí, nadie encontraba un camino hacia afuera: si eras parte de la colectividad, siempre eras parte de la colectividad independientemente de lo religioso u observante que fueras. Eso es algo muy importante.

Recuerdo de niño, saliendo del shil, me acuerdo que veíamos a algunos judíos que viajaban en carro en shabat y nunca pensábamos que no eran judíos, decíamos que era un miembro de la comunidad que no es observante. Siempre lo veíamos como parte de la colectividad. Esa dimensión de más tolerancia y de más aceptación de todos como parte de un único colectivo que no tiene distintas corrientes, es muy sefaradí.

P:¿Se conocen realmente tesoros de la vida judía que quizás hoy ya no se perciben, estando en distintos lugares y en comunidades variadas?

R: Sin duda. Yo me siento una persona que tiene un conocimiento muy amplio de lo que es la comunidad judía de la diáspora en general, porque he visto las dos grandes tipos de comunidades: Estados Unidos se ha desarrollado de una forma muy especial, muy única y las comunidades de Sudamérica o Europa de otra forma, completamente distinta. Entiendo que me hace comprender muy bien muchísimas cosas y me hace también entender y mantener lazos y comunicación con gente de distinto pasado. 

P: Cuando me contó el otro día que había estado muchos años en Seattle, le dije que en una entrevista con el Profesor Ruben Seroussi, Premio Israel de Musicología este año, uruguayo-israelí, él me había hablado del así llamado Reverendo Benaroya que había emigrado de su Turquía natal a Estados Unidos y allí le oyó y vio cantar, entre lágrimas, antiguas músicas judías que hoy nadie oye prácticamente.

R: Así es. Te diré que a mí me fascinó mucho cuando llegué a Estados Unidos porque tuve el privilegio de ser el rabino de una comunidad sefaradí de origen griego en la ciudad de Seattle, y tiene una historia increíble. Yo siempre pienso que fue uno de los regalos que Dios me ha hecho en esta vida, porque conocer a gente que hablaba en ladino todavía fue increíble. Yo, por  ser español y hablar español, me podía comunicar con ellos perfectamente.  Eran gente de sitios donde durante 500 años mantuvieron toda esa cultura sefaradí, llegaron a Estados Unidos y la intentaron mantener fundando dos sinagogas que había en Seattle. Eso fue algo increíble, una experiencia que yo creo que inolvidable. Es una riqueza, unas costumbres, un arraigo, un apego a lo que es la tradición sefaradí que es hasta algo exagerado.

P: ¿Ahí conoció al reverendo?

R: Sí, ahí conocí al reverendo Benaroya, conocí al reverendo Behar y conocí al

Jazán Isac Ben Asus, que espero viva por muchos años, que publica discos y libros. Es un experto en la liturgia sefaradí, algo increíble. Realmente todos ellos transmitían mucha emoción.

Además ellos hacen galas, porque tienen mucha parte de la cultura ladina todavía, por ejemplo: mucha de las kinot (lamentos) de Tisha B´Av y el Vidui (confesión) que se canta en Iom Kipur,  se cantan en ladino. A mí  eso me transportaba a la España de la Edad Media viéndolos a ellos.

GRACIAS A LA TECNOLOGÍA

P: Y entiendo que ha sabido usar los avances en las comunicaciones también para el servicio religioso...¿Me puede contar del singular grupo de whatsapp que ha armado para convocar gente al rezo?

 R: Se llama Minián, como bien sabemos, el  mínimo de 10 hombres necesarios para poder rezar. Aquí hay un sistema que ya se estableció con otros rabinos, que es que algunos señores se comprometen a venir algún día de la semana, por ejemplo, hay uno que me dice: "Yo soy judío-musulmán porque yo vengo los viernes".

P: Muy original la descripción.

R: Entonces ese era el plan, y así se mantenía el minián. Cuando yo llegué pensé que eso estaba muy bien y había que mantenerlo, pero hoy en día teniendo todo el mundo teléfono y WhatsApp eso ayuda mucho, entonces lo que hago es que cuando faltan unos minutos para la oración y veo que no tenemos todavía minián, mando un aviso de "-2" o "-1" y la gente responde: "En camino". Entonces, más o menos sé.

P: O sea, está avisando cuántos faltan.

R: Exacto. Y la verdad, tengo que decir que se pueden contar con los dedos de la mano las veces que no ha habido minián. Yo creo que han sido dos o tres veces nada más, la mayoría del tiempo siempre ha habido. Se puede dar la circunstancia de que estemos muy apretados. 

P: ¿Qué pasa si no hay minián?

R: Decimos la tfilá (oración) sin minián, y hay partes que no podemos decir.

P: Pero seguramente Dios escucha igual...

R: Sí, seguro que Dios escucha y ya digo que gracias a Dios ha sido muy poquitas veces. 

P: ¿Cuál es el desafío cuando hay un gran alejamiento de la religiosidad?

 

R: Yo no pretendo que sean observantes, yo consideraría un éxito increíble y gigantesco si se permanecen como judíos, nada más. Esa es la meta. Que sean observantes no es mi meta, yo no tengo ninguna intención de que vamos a sacar de aquí gente muy religiosa. Sí confío y trabajo para que los nietos también sean judíos.

P: Rabino, en esta corta estadía de unos días en Lima, en la que usted nos ha acompañado a todos lados, usted se preocupó de organizar cosas que no necesariamente entran en la agenda de un rabino desde el punto de vista religioso, pero sí del rabino como líder comunitario. Usted mismo ve esa otra dimensión.

R: Seguro, por eso pienso que yo no puedo limitarme a enseñar Torá. Ya me gustaría en algún momento dedicarme solo a eso, pero mi labor aquí es como líder comunitario que tiene que servir a su comunidad y tiene que hacer todo lo necesario para que la comunidad siga viva y vibrante. 

UN HOGAR SINGULAR

P: ¿De dónde vino su amor por esto? ¿Cómo era el hogar donde usted creció para que de ahí haya salido el rabino Salomón Cohen?

R:  Mis padres, zijronam librajá, ya no están conmigo, pero yo tenía un padre que no era religioso de joven, y una madre que era muy religiosa. De cuatro hermanos dos somos rabinos. Digamos que en el caso de mi hermano y yo, los dos más pequeños, la influencia de mi madre fue la dominante y el deseo de estudiar también. Por circunstancias económicas, mi familia no me podía dar estudio en España y como mis padres eran muy pro-estudios, la única opción que tuvimos -tanto mi hermano como yo- para estudiar era ir a una yeshiva. Un poquito por las circunstancias, pero bendito sea Dios por esas circunstancias.

P: ¿Cómo era la dinámica en una casa con una mamá muy religiosa y un padre no?

R: Parece que tenían su conflicto entre ellos, pero una cosa sí era clara: mi mamá impuso que la casa era kasher y que los niños íbamos al shil, a la sinagoga,  todos los shabat y los días que pudiéramos en la semana. Mi papá lo permitía y con el tiempo llegamos a transformarlo a él, y él terminó yendo diariamente pero de muy mayor.

P:¿Qué recuerdos tiene uno de ese hogar tan singular de eso que usted lleva consigo siempre?

R: Yo creo que me permite entender e identificarme con las personas que no son religiosas, hace que comprenda que no siempre es fácil y que se puede ser judío de muchas formas. La religión, por supuesto, es la fórmula mejor y la más eficaz a  mi entender, pero entiendo perfectamente a las personas que no son religiosas. Eso creo que es lo que me enriquece como rabino en una comunidad en la que por cierto hay de todo.

P: Me parece que ese trasfondo suyo de su propio hogar es un gran aporte en una comunidad en la que la mayoría no son observantes.

R: Seguro. También pienso que es fundamental, para una comunidad como esta, que un rabino tenga además de la formación religiosa cultura general y conocimiento, y si es posible, estudio académico. Hoy día la Torá no se puede transmitir a gente que no es de este mundo de la Torá, sino utilizando su lenguaje que es el que ellos entienden.

UN BUEN RESUMEN

P: Rabino, si yo le digo que esto lo van a leer judíos uruguayos. ¿Hay algún mensaje que le parece que vale la pena transmitir?

R: Pues estando tan cerca de aquí, me imagino que es un mensaje de esperanza y que el futuro va a ser mejor que el pasado y que no importa cómo estén las comunidades, si se hace el esfuerzo y se consigue encauzar las cosas bien tenemos futuro. Va a haber un futuro que, si Dios quiere, en años y generaciones futuras van a seguir hablando y viviendo como judíos y recordando el bache que se pasó en un momento. Yo quiero creer en eso: el día que nos quedemos yo me tengo que ir de aquí.

P: No se vaya todavía que hay mucho por hacer. Mientras tanto imagino que habrá ido acumulando vivencias y aprendizajes...

R: Sí, alguna cosa sí. Cuando yo salí de la yeshivá con el título de rabino fresquito, recién recibido, pensaba que iba a cambiar el mundo. De verdad fui con mucho ímpetu a mi primer trabajo y quería imponer la Halajá (ley religiosa judía) y  pensaba que todo el que no me escuchaba estaba equivocado. Y lo que he aprendido, sobre todo por mi paso por Estados Unidos y tantos viajes y lugares que he estado, es que si he conseguido algo es cambiarme a mí mismo nada más. Ahora sí comprendo y me vuelto una persona mucho más tolerante y mucho más abierta. Ahora entiendo que la única forma en que se puede hacer algo es con amor y de buen modo. No hay otro camino.  

P:  Gran mensaje.

R: Sí, no hay otra. Si Dios quiere, intentaremos, si Dios nos da la fuerza, seguir intentándolo. 

P: O sea que con los años se ha convertido en un líder, desde que tenía ese ímpetu ha aprendido...

R: Sí, ahora tengo menos ímpetu pero tengo más sabiduría.

 

(Por Ana Jerozolimski)

 

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