Entrevistas

A fondo, conversando con el músico Daniel Drexler

Una entrevista sobre identidad, mundos y un conflicto aún sin resolver

Durante mucho tiempo, el músico Daniel Drexler se sentía más que nada un  compositor de canciones, aunque siempre, desde niño, escribía letras.  En los últimos años comenzó también a interpretar, sintiéndose privilegiado por haber ido aprendiendo a transmitir la emoción también a través de la voz.

Recientemente tuvimos la oportunidad de conversar con él casi al finalizar su visita a Israel, que incluyó un exitoso concierto en Tel Aviv.

Este es un resumen de la entrevista, en la que hablamos no solamente de música, siempre combinada, de fondo, con la medicina. Para Daniel, la música, es ante todo una actitud.

Y hablamos también, y no poco, de Israel.

Daniel Drexler (Foto: David Zuriaga)
Daniel Drexler (Foto: David Zuriaga)

 

La música, desde siempre

P: Daniel…siempre me pregunto cómo al entrevistado le gustaría ser presentado. Vos cantás, tocás la guitarra, componés, escribís la mayoría de tus letras…creo que músico es lo más incluyente.

R: Me siento cómodo con la palabra “músico”. También me siento cómodo cuando me presentan como “cancionista”, o sea alguien que escribe e interpreta canciones. No me gusta mucho  el término “cantautor”. En los últimos años  también me empecé a sentir bien cuando me dicen “cantante”.

P: ¿Cómo te transformaste en un compositor?

R: Durante la carrera de medicina yo daba clases de guitarra y de música en general, y siempre les decía a mis alumnos que componer no está relacionado con el bagaje de información que uno tiene sobre armonía, melodía, música en general, sino que tiene más que ver con una actitud vital, es como una especie de ausencia del miedo a saltar al vacío. Hay una palabra maravillosa para describir eso en hebreo, que es la “jutzpá”…

P: Es entre atrevimiento y osadía...

R: Es todo junto. Se precisa un atrevimiento de caradura para decir “me voy a tirar a un ámbito que no conozco y voy a tratar de encontrar la forma de, con los recursos que tengo a mano, generar una pieza que transmita emoción”. Esa es un poco la idea. Y yo lo empecé a hacer a los 11 o 12 años, casi sin querer. Al principio no me imaginaba mi vida en la música, para mí la música era algo que pasaba, lo hacía con muchísimo cariño y placer, pero yo entendía que no iba a ser mi vida.

Daniel en un concierto. (Foto: Pedro Antonio Heinrich)
Daniel en un concierto. (Foto: Pedro Antonio Heinrich)

 

P: Ahora sí lo es. ¿Recordás el comienzo?

R: Me acuerdo  que en casa nos deslumbramos muy temprano con los Beatles, me acuerdo que a los cuatro o cinco años nos dejaron en una matiné de cine de Punta Gorda, en la calle General Paz, y nos quedamos mirando una de Trinity, una de Sandrini, y de repente apareció Help! de los Beatles.  Salimos del cine con mis hermanos mayores Jorge y Paula -mi hermano menor, Diego, todavía no había nacido- cantando las canciones. Mi padre tenía una cinta de carrete abierto y tenía los tres primeros discos de los Beatles juntos, ese fue el primer golpe.

           

Daniel con sus hermanos mayores Jorge y Paula. Diego aún no había nacido.
Daniel con sus hermanos mayores Jorge y Paula. Diego aún no había nacido.

 

Combinaciones familiares

P: Pero ya ahí se mezclaba el tema de la música que te gustaba, con la medicina.

R: Sí, totalmente. El  modelo que había en casa era el del profesional universitario. Mis dos viejos son médicos. Pero no es que ellos nos hayan impuesto nada, en absoluto. Fue algo natural para nosotros. El hecho es que Paula es odontóloga y Jorge y yo somos médicos.

P: Música y medicina no es la única combinación variada en tu familia.

R: Así es. Por ejemplo, toda la rama de la familia materna es bien criolla, descendientes de asturianos pero con tres o cuatro generaciones en Uruguay, gente dedicada básicamente a la educación. Mis abuelos eran ambos maestros rurales. Había como una gran presencia de la importancia de la educación, de las disciplinas artísticas, la creatividad, la observación. Eso mezclado con un gran influjo de importancia hacia todo lo que tuviera que ver con el ocio. Teníamos una casa en La Paloma, que la seguimos teniendo hasta hoy en día, que fue fundacional para todos…

P: Saber tomarse los tiempos para las cosas…

R: El verano era importante. Nosotros llegábamos en diciembre, nos quedábamos tres meses de corrido en La Paloma, íbamos rotando un mes con mis abuelos, otro con mis tíos, otros con mis padres, pero éramos nueve primos en esa casa.

 

Con la abuela materna Wanda da Silveira y su prima Mariana Prada, en la casa de La Paloma, 1971
Con la abuela materna Wanda da Silveira y su prima Mariana Prada, en la casa de La Paloma, 1971

 

Había siempre un discurso continuo de la importancia del ocio, de sentarse alrededor de una mesa y contar historias, mi abuelo materno era un gran contador de historias. Mi tío era músico, e ingeniero agrónomo, y tocaba la guitarra o el piano en las reuniones, nos hacía cantar a todos juntos, nos grababa… Y después una cosa mucho más “ieke” por el lado paterno que era de mucho rigor, que hay que estudiar, trabajar duro, saber salir adelante en la vida, tener una profesión…

La otra combinación fue la de una casa que era judía secular y al mismo tiempo absolutamente uruguaya atea, en la mejor tradición del ateísmo uruguayo. Mis abuelos maternos y paternos se llevaban maravillosamente bien entre ellos, viajaban juntos, aunque venían de mundos que nada que ver. En casa se ponía el arbolito de Navidad y mi abuelo ponía los regalos de Januka abajo y se festejaba todos juntos, siempre fue algo que fluyó muy naturalmente. Pero con la continua contradicción entre dos mundos absolutamente diferentes, mis abuelos paternos murieron en Uruguay hablando español con un acento alemán muy marcado, nunca llegaron a hablar bien español…

Celebrando el Seder de Pesaj en lo de los abuelos paternos: Opa (Giorg Drexler) y Oma (Ruth Schlein)
Celebrando el Seder de Pesaj en lo de los abuelos paternos: Opa (Giorg Drexler) y Oma (Ruth Schlein)

 

P: ¿Llegaron ya adultos a Uruguay?

R: No tanto, llegaron con 30 y pico de años, pero vivieron dentro de Uruguay muy cerrados en el núcleo fundacional de la NCI y en grupos de amigos que hablaban todos en alemán, escuchaban la radio en alemán… era un ambiente muy askenazí, muy centroeuropeo.

P: ¿Ese ambiente los enriquecía o confundía?

R: Siempre, siempre, sentimos que era enriquecedor. Lo vivo también en mi propio hogar ya que mi señora no es judía. Yo creo que las identidades no son uniformes, el que se crea que tiene una identidad única tiene una ilusión. Si uno ve de lejos a una persona puede pensar que tiene una identidad, pero si uno se acerca somos mucho más un mosaico que una pintura. Estamos hechos de múltiples detalles diferentes y hay que saber, aparte, que no es necesario ser uniforme, todo lo contrario, yo creo que ser uniforme te empobrece.

Creo profundamente que todos somos diversos, contradictorios, y que no hay nada malo en la contradicción. Yo me encontré en algunas situaciones en Uruguay que me decían: Bueno, ¿pero qué sos, más judío o más uruguayo? Soy las dos cosas, ¿qué importa?, ¿por qué hay que elegir una u otra? Yo me siento profundamente uruguayo y también muy judío, secular. Fue algo que estuvo muy presente en mi crianza y nunca lo sentimos como una contradicción.

P: Claro que de fondo de una pregunta así, aunque no haya mala intención, hay una profunda ignorancia. No tiene por qué haber ninguna contradicción en tu condición de uruguayo, si naciste en Uruguay, y de judío, independientemente de si sos o no creyente.

R: Una cosa importante: me lo han preguntado muy pocas veces, cosa que sé que -por ejemplo- a mis amigos judíos en Argentina se lo han preguntado muchísimas veces. Creo que Uruguay es un país, de pique, con una tradición humanista liberal muy fuerte, con una separación de la iglesia y el Estado en el siglo XIX…

P: Claro, pero esto va más allá de lo religioso.

R: Claramente, tiene que ver con los nacionalismos, sobre todo con los xenófobos. Creo que en Uruguay eso siempre ha sido muy suave. Me lo han preguntado pocas veces y no he tenido problema en decir que soy uno y lo otro al mismo tiempo. Y lo viví siempre muy fuerte al formar parte de una familia tan diversa. Tenemos  ahora un chat familiar donde los viernes nos decimos todos Shabat Shalom, la rama no judía de la familia también, es algo que se dio con mucha naturalidad.

Con sus padres y hermanos, antes del nacimiento de Diego
Con sus padres y hermanos, antes del nacimiento de Diego

 

Otros tiempos, enfoque similar

P: Porque aparte en estos tiempos es más común lo de los matrimonios combinados, pero cuando tu papá se casó era distinto…

R: Siempre fue una duda para mí cómo fue que lo tomaron mis abuelos, que aparentemente lo tomaron muy bien de entrada y adoraban a mi madre, a  extremos casi patológicos. Claro que también hubo anécdotas de por medio.  La presentación en familia de mi madre fue en un Séder de Pésaj y la pobrecita cayó con una bandeja de masitas.

P: Genial…harina que en Pesaj no se puede…

R: Claro. Mi abuela agarró la bandeja y la tiró… Esas metidas de pata que pasan… Pero realmente, siempre lo entendimos como una gran fuente de riqueza. Y si hay algo que quiero transmitirles a mis hijas es lo mismo, y en parte el motivo de este viaje es ese, cómo hacerles entender todo un mundo. Porque a pesar de que nací en una casa secular, hijo de una madre no judía, , mi padre es sobreviviente directo de la Shoá. En su familia habían querido ser seculares, no hablaban idish …

P: En realidad entre los “iekes”, los judíos de origen alemán, era menos común hablar en idish.

R: Pero te cuento que mi abuela, en los meses antes de morirse empezó a hablar en idish hasta por las patas.

P: Pah…muy fuerte…volvía a su niñez al parecer.

R: Y supuestamente nadie hablaba idish en casa. Yo creo que a ellos la guerra les sacó la ilusión que tenían de que eran alemanes, se las sacó de una forma muy dolorosa, y eso los devolvió de una forma muy fuerte hacia el judaísmo. Ese fue el ambiente en el que yo me crié, mi padre siempre había sido sionista, siempre su sueño era venir a Israel, él había llegado a Uruguay ya de muchacho grande, no entendía muy bien qué hacía en Uruguay…

Daniel y su padre Gunter recorriendo Berlín en bicicleta en el 2008
Daniel y su padre Gunter recorriendo Berlín en bicicleta en el 2008

 

P: ¿A qué edad llegó?

R: Llegó a los 15 años, llamándose Gunther Drexler, imaginate… así que se sentía como sapo de otro pozo. Uruguay le fue entrando despacito, digamos, pero cuando se casó con mi madre le dijo: no vamos a comprar muebles porque nos vamos a Israel. Y bueno, cuando empezó la dictadura hubo una confluencia de factores que fue una oportunidad, entonces nos fuimos a Israel. Pero mi padre extrañaba mucho los partidos de Peñarol los fines de semana, La Paloma… mi madre también, estuvimos un año en Israel y nos volvimos para Uruguay.

Opciones de vida

P: ¿Dirías que fue difícil la adaptación o que echaban mucho de menos la vida en Uruguay?

R: Son siempre preguntas muy complejas, por qué uno toma la decisión de quedarse, por qué decide irse… Recién estaba hablando de eso con mis primos, ellos siendo primos israelíes nunca entienden muy bien por qué no me vengo, y yo trato de explicarles que en Uruguay tengo una vida muy rica que realmente me costaría tener acá, sobre todo como músico. En este momento tenemos una red de amigos en todo Iberoamérica que nos reunimos una vez por año en la Serena, cerca de La Paloma. En mi último cumpleaños, que fue en enero, había 300 personas de 15 países diferentes…

P: Eso es a raíz de la música.

R: De la música, de los viajes, de los contactos, también del ambiente científico en el que me moví… Hay permanentemente un ida y vuelta en casa con músicos de Brasil, de Buenos Aires, de Córdoba, de Rosario, de Santa Fe, de Santiago de Chile, de México… Hay una especie de comunidad muy linda en la que yo me siento como pez en el agua. Creo que un israelí nacido en Israel tiene mayoritariamente la percepción de que el exterior es un lugar hostil, y a mí me cuesta mucho hacerles entender eso: ustedes no tienen ni idea de cómo vivo yo en Uruguay. Aparte, lo otro que entiendo que no tienen ni idea es que la mitad de mi mundo pertenece a Uruguay, a otro mundo…

P: Y por otro lado venís a Israel, conocés, y por primera vez tu esposa y tus hijas te ven en esa parte de tu vida.

R: Claro…Para ellas es una sorpresa verme acá. Estoy casado hace 15 años, estos temas siempre se hablaron en casa, pero otra cosa es que yo llego a un país, agarro un auto y les digo qué es cada cosa o por dónde vamos a pasar y conozco el territorio como la palma de mi mano…

Y no entienden dónde tenía yo todo eso. Para ellas también fue una sorpresa grande ver hasta qué punto yo estoy muy metido en lo que pasa acá, de ir por la calle mirando y entender quién es quién, quién es haredí, quién es árabe, cada uno….todo. Nosotros cuando estuvimos acá, a los 10 años, la idea que teníamos los tres hermanos era que íbamos a volver, estábamos seguros…

Daniel Drexler y su esposa Verónica con las dos hijas de ambos, Julia (la mayor) y Carmela, la chica. De fondo, la casa de Mevaseret Tzion donde los Drexler habían vivido muchos años antes
Daniel Drexler y su esposa Verónica con las dos hijas de ambos, Julia (la mayor) y Carmela, la chica. De fondo, la casa de Mevaseret Tzion donde los Drexler habían vivido muchos años antes.

 

P: Cuando eran chicos.

R: Sí. Y después empezó a pasar que nos empezamos a conectar allá en Uruguay con Fernando Cabrera, con Jaime Roos, con la música de Rada, con los poetas, los escritores, empezamos facultad, vino todo el momento de la salida de la dictadura, que fue muy removedor también, y en determinado momento yo perdí conexión con Israel, entre los 25 y los 35 años, más o menos. Era un mundo que yo sabía que estaba ahí, leía las noticias, pero nada más…

P: No era parte de tu vivencia.

R: No…pero eso cambió.

La reconexión con Israel

P: ¿Qué te reconectó con Israel?

R: Nosotros hicimos una start up en Uruguay para desarrollar un aparato para un tratamiento médico, y en ese momento fue que me reconecté, cuando empecé a conectarme con el mundo de las start ups, y de repente empezó a aparecer Tel Aviv. Uno de mis socios, Darío Geisinger, se vino a vivir a Israel, hizo aliá hace tres años. Y ahí empecé a reconectarme por el lado del asombro. Cuando vine en el 79 Uruguay tenía el mismo PBI que Israel y yo la sensación que tuve era que habíamos bajado varios escalones, había sólo un ascensor y tres o cuatro semáforos en Tel Aviv, en los cines había sillas de plástico. Nosotros veníamos de un país que se estaba yendo para abajo, pero viste lo que son los cines, los teatros de Montevideo… fue una sensación de venir acá a poner el hombro. Yo siempre comento a mis amigos que están haciendo aliá ahora, muchos de ellos lo hacen por razones económicas y en aquella época no se venía por eso, al contrario, la mayoría de la gente venía por una cuestión de idealismo, a tratar de construir un país.

P: Me contabas que reconectaste a través de la start up.

R: Claro, ahí me empecé a reconectar. Cuando aparecieron los smartphones empecé a tener el diario hebreo en el celular, entonces empiezo a leer hebreo de vuelta, y todo eso…

P: Has ido y venido varias veces entre Uruguay e Israel ¿verdad?

R: Cuando volví a Uruguay empecé a ir a la tnuá (movimiento juvenil) NCI, al instituto Ariel y al año siguiente me presenté al Majon Tanaj, para un concurso de conocimientos bíblicos.  Lo gané y me vine de vuelta a Israel.  Ahí ya fue otro rebobinaje. Después en el 89 nos vinimos de mochileros con Santiago Epstein, un amigo, ahí también estuve cuatro meses y fue otro revival del idioma. Cuando había venido, de chico, no sabía una palabra, pero después de tres meses en el ulpán aprendiendo el idioma, fui directo a 5° de escuela. En Uruguay había ido siempre a escuela pública.

Combatiendo el tinnitus

P: Rebobinemos un minuto…¿qué fue aquello del start-up? ¿Es lo que vos desarrollaste por el tinnitus?

R: Exacto. En el 99 estaba grabando mi primer disco y al mismo tiempo estaba estudiando sistema auditivo en el Laboratorio de Neurociencias, particularmente el sistema eferente, que es  el gran responsable del procesamiento de la información auditiva, en particular de la selección de la información útil y el descarte de la información que desde el punto de vista adaptativo no precisamos. Mientras estaba haciendo la mezcla del disco ocurrió un fenómeno acústico complejo: fue algo muy puntual en relación a la mezcla de la batería de una canción. Al mismo tiempo, en ese momento me estaban viniendo a ver al consultorio muchos músicos con tinnitus, o sea,  zumbido en los oídos. Ahí, de pronto, apareció una idea,  y dije “¡Guau!”.

P: ¿Cuál era el problema? ¿Algo en la forma de tocar, el volumen…?

R: Hay un 17% de la población mundial con tinnitus, casi 1.000 millones de personas. La gran mayoría de las veces tiene que ver con un exceso de exposición al ruido, por lo que están muy expuestos los músicos, los trabajadores metalúrgicos, los de la construcción. Es una de las patologías que tiene mayor prevalencia a nivel global y para la cual no hay una cura clara. Cuando se me ocurrió esa idea busqué la forma de probarla.El primer software lo hice con un ingeniero con el que estaba trabajando, lo empecé a probar en el consultorio y funcionaba. Cuando se lo conté a mis jefes en el laboratorio de Neurociencias de la Universidad de la República ellos me sugirieron hacerlo durante el sueño y entonces  conformamos un grupo de investigación.

P: ¿En qué consiste la idea?

R: Es un sistema de estimulación acústica durante el sueño. Lo que hacemos es sintetizar un sonido lo más similar posible a lo que escucha el paciente y lo cargamos en un dispositivo móvil. El paciente se estimula todas las noches durante 3 meses y luego a demanda duarante 9 meses más.

P: O sea a ese ruido que no es el normal se le suma el generado por el dispositivo.

R: Claro, desarrollamos un sistema de generación de sonidos complejos que nos permite armar una especie de identikit y generar un sonido igual al que escucha el paciente, o lo suficientemente parecido, y ese sonido se carga en un dispositivo móvil que se conecta con un par de auriculares inteligentes. El sistema incluye dos software, uno que utiliza el médico y otro el paciente. Esos dos software diferentes se comunican entre sí por wifi. El paciente duerme con ese aparato durante tres meses y va regulando la intensidad  del sonido. Es un sistema complejo…

P: Y le influye durante el día.

R: En Montevideo en 2006 empezamos a publicar información que demostraba que lográbamos bajar el tinnitus 14,5 decibeles, cuando todos los sistemas que había en aquel momento, y hoy en día, no lo bajan más de seis. Al principio nadie nos creía, nadie. Íbamos a los congresos en Estados Unidos y se reían. Hasta que vino una delegación del hospital Cedars-Sinai de Los Angeles a Montevideo a ver qué era lo que estábamos haciendo. Con ellos vino el que luego se transformaría en el Gerente General de la compañía que fundamos, que tenía tinnitus. Lo tratamos a él y ahí el tipo se convenció de que funcionaba, porque lo probó él mismo. Ahí se armó una empresa en Estados Unidos de la cual nosotros pasamos a hacer la parte de investigación desde Montevideo, pero trabajando para Estados Unidos. Eso nos generó un movimiento muy rápido.

Nos costó mucho adaptarnos desde Uruguay a toda una lógica diferente, la lógica de las empresas de ingeniería biomédica. Tuvimos que hacerlo a los ponchazos. Por suerte nos fue muy bien y en 2015 el aparato salió al mercado. Hoy en día se está usando en Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Alemania y Francia, lo están abriendo ahora a Corea del Sur y Japón. Se hicieron dos patentes en Estados Unidos, se pasó la FDA, la marca CEE… todo un mundo de desarrollo que lo fuimos haciendo desde Uruguay y que, de alguna manera, me reconectó con Israel.

Como mi socio se vino a Israel cuando estábamos en pleno desarrollo, pasamos a trabajar en paralelo entre  Tel Aviv, Montevideo y Los Angeles. Después se sumó Portland y después Vancouver… El ambiente de las start up de Sillicon Valley tiene mucha presencia judía también. Sin ir más lejos, nuestros socios principales, el Cedars-Sinai, es un hospital de la cole. Hubo toda una movida con eso y de golpe me vi de vuelta hablando en hebreo y obviamente tener a mi socio acá, en un lugar y un ambiente donde se entiende mucho mejor cómo funciona esto, para nosotros fue un plus.  Finalmente hicimos el exit del start-up,  y por suerte salió todo muy bien.

P: Y ese fue el prólogo de tu viaje anterior.

R: Sí, en parte sí, vine en el 2017 a ver a mi socio, pero también para visitar a mi familia y amigos. También vine para tocar en la escuela Yad be Yad.

P: Una escuela judeo-árabe y por ende bilingüe, en Jerusalem. Hermosa.

R: Fue una experiencia muy linda para mí y también ahí hubo cambios grandes en mi percepción de Israel.

 

Una visión crítica de Israel

P: Cambio hacia una visión crítica…porque en el concierto dijiste algo, que tus críticas son desde un profundo amor. ¿A qué te referías?

R: Bueno, creo que  vos lo vas a entender perfecto porque te criaste en la misma cole que me crié yo. Nos criamos con una narrativa muy idílica, siempre el discurso de mi padre y de los profesores en la escuela era que Israel era un país que siempre tenía la razón. Nosotros siempre habíamos hecho todo bien, no habíamos cometido errores, nunca había habido agresión de parte nuestra hacia afuera, siempre había venido de afuera para adentro… Yo me crié con esa narrativa, de que en el 48 los árabes se fueron porque los de alrededor les dijeron que se fueran, así cuando volvieran iban a tener sus tierras y las de los judíos.

P: Históricamente, sí, en gran parte fue así.

R: Algo de eso pasó, no sé si en gran parte. Personalmente creo que la gente que se fue voluntariamente fue una minoría. En los últimos años empecé a leer a todos los historiadores recientes israelíes y hay una revisión de la historia muy importante, y eso está en discusión hoy en día, no se sabe exactamente en qué partes fue de esa manera y en qué partes fue de otra.

P: Sin dudas hubo en el curso de la guerra casos de expulsiones, pero lo grande es verdad que…

R. Más allá de expulsiones, uno siempre se pregunta qué hubiera pasado si hubiéramos perdido, ¿no?

P: Claro…ni que hablar…Israel no existiría. Es lo que proclamaban los árabes al lanzarse a la guerra: exterminio.

R: Fue una guerra civil muy dura, entre otras cosas fue dura porque en la previa al 48 hubo una coexistencia muy fuerte, hubo mucha gente que cuando llegó acá en 1890… Ni que hablar de los judíos sefaradíes que ya vivían acá, la gente que tenía seis o siete generaciones en Jerusalén, históricamente se llevaba mejor con los árabes que con los cristianos, ¿no? Fue muy espantoso, y realmente me parece un poco ilusorio pensar que todo haya sido de guante blanco, hubo excesos…

P: El tema es que más allá de la dinámica compleja de guerra, en la que por supuesto hay también cosas que están mal, por decirlo delicadamente, nada habría pasado si los árabes no hubieran tenido ese “todo o nada”, si no se hubiesen lanzado a la guerra para impedir el nacimiento de Israel. Ese es el tema de fondo…

R : Yo creo que los árabes se equivocaron horrible. Yo básicamente lo que dije el otro día en el concierto tuvo que ver con discusiones que hemos tenido en los últimos tres años en el chat de mi shijvá, los compañeros de mi edad  en la NCI.  Me vi discutiendo fuerte con gente a la que adoro desde hace años, gente que son mis amigos de la vida. Siempre fue con altura, nunca llegó a la agresión ni a la mala onda. Yo creo que es necesario tener autocrítica, en cualquier situación de la vida.

P: Sin duda.

R: Mi primer golpe fuerte fue cuando en el 89 trabajé en una fábrica en Tel Aviv en la que yo era el único empleado judío, los demás eran todos palestinos de Gaza. Las primeras semanas nadie me hablaba, nos sentábamos a comer y yo era una especie de paria que estaba en la esquina. Ellos hablaban en árabe y yo no entendía nada. Hasta que la situación se empezó a relajar y terminamos estableciendo un vínculo laboral muy lindo, con mucha amistad, yo los invité a comer a casa, ellos me invitaron a mí pero, claro, yo no pude entrar a Jebalia en la Franja de Gaza. Ellos  mismos me dijeron que no convenía que entrara…

P: ¿Qué te sorprendió a raíz de esa vivencia con ellos?

R: La diferencia entre las narrativas. Yo creo que para resolver un conflicto es muy importante tener empatía, humanizar al otro…Yo estoy hablando 100 años para adelante, no soy ingenuo. Sé que esto no se soluciona en los próximos 10 años ni en los próximos 20. Esto está muy mal, la distancia ha aumentado, se han roto los puentes. Pero, así como te digo esto, te digo que Uruguay en el siglo XIX se conocía como la tierra purpúrea, los blancos y los colorados se degollaban, si vos eras de una familia blanca no te podías casar con un colorado, era un cisma monstruoso, y 100 años después Uruguay fue un ejemplo, y lo es hoy en día, de país pacífico. O sea que yo creo que hay que construir mirando 100 años para adelante. Y cuando hay un gap tan grande entre las narrativas, y cuando los dos lados -eso fue lo que más me llamó la atención- se sienten víctima…

P: Que ambos se sienten víctimas, es indudable.

R: Yo les decía “loco, yo soy la víctima, vos sos el victimario”, y  me desesperaba ver cómo viviendo tan cerca, prácticamente en un país que es del tamaño de Tacuarembó, podemos tener narrativas tan disímiles y puede haber un precipicio entre los dos pueblos.

P: Que hay dos narrativas es indudable, pero el problema es de dónde vienen. Y yo, que hago un seguimiento constante de lo que los palestinos dicen en sus propios medios, estoy muy preocupada cuando veo qué enseñan, qué dicen al pueblo. Inclusive si se llega alguna vez  a un acuerdo,  no hay forma en la situación actual  que los palestinos crean que ese acuerdo al que eventualmente se llegue es justo, porque les inculcan que Israel les robó la tierra. Estoy segura de que el promedio de la juventud palestina está convencida  de que tenían un Estado palestino independiente y vinieron los judíos y se lo robaron. Lo de la narrativa como sentimiento, es legítimo, pero el problema es que los crían en una narrativa históricamente mentirosa.

R: En ese punto yo creo que sin lugar a dudas hay algo de eso. Pero creo que también pasa algo así con nosotros, creo que la narrativa con la que nos criaron no nos ayuda a entenderlos. Yo viví de chico en Mevaseret Tzion y recién 10 años después me enteré de la matanza que hubo ahí cerca, en Deir Yassin…y no fue el único lado.

P: Hay testimonios de fuentes árabes sobre Deir Yassin que dejan muy en claro que el tema fue agrandado enormemente para asustar a la gente y fijar esa idea. Eso no quita que haya habido excesos a lo largo de la guerra.

R: Y esto surge también cuando vemos lo de Gaza, las marchas del retorno.  Yo planteo a mis amigos de la shijvá que tenemos que entender por qué la gente en Gaza va en masa a la frontera. “Son todos terroristas. Son todos descerebrados”, me dicen.  Bueno, yo creo que hay mucho terrorista descerebrado, pero no creo que esa lectura siempre sea válida cuando van cientos de  miles a la frontera.

P: Nunca van cientos de miles. Pero digamos que el tema no es cuántos exactamente, sino el principio. Y yo no tengo dudas de que van los que van porque son azuzados por Hamas, que les inculca que el otro lado de la frontera, es territorio ocupado, en referencia al Estado de Israel.

R: El tema es que lo del 48, fue  super complejo y fue por manchones. En esta zona en la que estamos hablando en este momento, en Gedera, no quedó un solo pueblo árabe. Hubo muchos lugares que fueron evacuados forzosamente. Y otros no. Yo creo que fue más expulsión que gente que se fue voluntariamente. Creo que hubo las dos cosas, pero creo que hubo lugares donde francamente hubo una limpieza étnica. Y ojo, hablo de limpieza étnica pero bajo ningún concepto  hablo de genocidio. Genocidio no hubo: tergiversar la historia en cualquiera de los dos sentidos no suma. Yo insisto mucho en la necesidad de entender realmente que pasó en el 48 porque creo que para que podamos entender las razones de la narrativa palestina, el 48 es absolutamente fundamental. No hay manera de humanizar al otro si no logramos entender sus razones. Ese ejercicio sería sano que lo hicieran judíos y palestinos por igual.

P: No están claros todos los números, pero sí está clarísimo que además de miedo a la guerra en sí, los árabes fueron azuzados por sus líderes a irse para volver después cuando se haya matado a los judíos. Hay documentación también de eso. Lo decían abiertamente. Y nuevamente, también hubo excesos. Pero yo creo que el tema central de fondo es que los árabes impusieron una guerra a los judíos. Los judíos al establecer el Estado no buscaron la guerra mientras que los árabes prometían exterminio.

R: A mí particularmente lo que me preocupa, que ese fue otro tema por el que surgió una discusión con un debate muy acalorado, es que yo creo que ahora los judíos nos estamos equivocando en la lectura, creo que estamos entrando en una especie de ilusión de una guerra demográfica que tenemos posibilidades de ganar y, la verdad, lo veo muy difícil, muy muy difícil, hay una cuestión numérica que es difícil de dar vuelta…

Y el segundo punto: nosotros no somos un pueblo de conquistadores, no somos un pueblo que esté acostumbrado a someter a otro. Es más, somos un pueblo que nunca le ha impuesto su religión a otros, no somos un pueblo evangelizador ni proselitista, no está en nuestra naturaleza. Entonces estamos chocando con nuestra esencia. Y lo peor de todo, tener una población tan grande que no quiere estar viviendo abajo tuyo… eso fue lo que entendió Rabin, en un momento determinado dijo: Yo entendí que esta gente nunca va a aceptar que los gobernemos, entonces, separémosnos.

P: Yo considero clave que Israel se separe de los palestinos. La implementación es más compleja que la idea.

R: La situación actual corroe la base ética de un pueblo. Hacer hoy el servicio militar y tener que estar parado en un puesto de control en los territorios es muy duro para cualquier gurí que lo pase.  Por eso yo me contacté con la gente de Breaking The Silence, porque me parece que ellos son israelíes, son gente que apoya al Estado, que hizo el ejército, y que lo que vio y tuvo que hacer en el servicio no le gustó.

P: En Israel esa organización, que en hebreo de llama “Shovrim Shtika”, es muy polémica, porque ha habido ya varios casos en los que lanzaron duras acusaciones sobre supuestas actitudes de soldados en los territorios y nunca pudieron demostrarlas. Y hay soldados que después de su servicio militar presentan un relato totalmente distinto.

R: Yo creo que están ganando los radicales de los dos lados. Entonces, para mí es muy importante tratar de volver a la empatía. Y si vos me preguntás cuál puede ser el humilde mega minúsculo grano de arena que puedo llegar a aportar, si es que tengo algo para aportar acá-y me lo dijo el músico David Broza -es que los músicos estamos para tender puentes.

La música, como puente

P: Eso te iba a preguntar: la música como un instrumento de concientización, ¿es un deber, una responsabilidad?

R: Te mentiría si digo que hago música pensando en eso, yo hago música pensando en una necesidad interna mía. Lo que sí sé es que la música es una poderosa herramienta de empatía y sé profundamente que tiene ese poder … porque lo he experimentado millones de veces en mi vida. La música inmediatamente te pone en contacto con la gente, abre corazones, tiende puentes, hace que dos personas que de repente no se conocen, de repente no hablan el mismo idioma, puedan sentir algo en común y puedan emocionarse juntas. La música es el arte empático por excelencia..

Mi rol acá es ese, es el de tratar de generar puentes, aunque no haya gente lista para cruzarlos en el momento hay que dejarlos ahí puestos. Yo creo que las cosas más esperanzadoras que he visto en una solución que, te repito, es a muy largo plazo, es lo que vi en la escuela Yad be Yad, que para nosotros que nos criamos en una escuela pública en la que en la clase éramos judíos, católicos, ateos, agnósticos, negros, blancos… Estábamos todos sentados en los mismos bancos, y cuando te criás así desde esa edad en ese lugar aprendés a ver al otro como un ser humano y perdés el miedo, también, porque gran parte de esos problemas están generados por el miedo.

Amo profundamente al Israel humanista, democrático y republicano, el tipo de democracia que supo haber en Israel, esa democracia que era un faro de luz aún con todos sus errores y desperfectos. Eso lo amo profundamente, y me duele muchísimo cuando veo que ese sistema democrático empieza a perder terreno. Creo que quizás mi crítica tiene que ver con eso: hay algo a lo que yo quiero mucho, ojalá que podamos mantenerlo y no se pierda, ojalá que podamos resolver el conflicto, ojalá que mañana, sé que no va a pasar, pero creo que cuando uno toma una actitud tan monolítica de negación ,estás entregándole el partido a la gente de BDS (Boicot, desinversión y sanciones). Y claramente creo que la posición de BDS no ayuda a resolver el conflicto, sino que lo agrava, porque lo que hace es generar más autismo, más separación, y no es por ahí que se solucionan los problemas.

P: Lamentablemente, me temo que falta mucho para que se solucionen. Daniel, te agradezco por esta entrevista, aún con varias discrepancias entre nosotros en cuanto a la visión histórica de Israel.

R: Gracias a vos. Y te agradezco que hayas abierto este espacio para que podamos intercambiar y discrepar. Discrepar, discutir en buenos términos cómo lo hemos hecho, también es tender puentes.

P: En eso, no discrepamos. Gracias nuevamente.

R: A ti.

Ana Jerozolimski
(29 Julio 2019 , 19:13)

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