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Una valiente puesta en escena de La Flauta Mágica en el Teatro Solís

Por Fabian Alvárez

Comenzó la temporada de Ópera del Teatro Solís que este año presenta “Cuatro encantos líricos” como titula Jorge Navratil en la primera carilla del programa de La Flauta Mágica. La temporada la componen la ópera ya mencionada, un recital de ópera y zarzuela, Rigoletto, y La Revoltosa, componiendo un espacio lírico diverso, donde se consolida la zarzuela y existen propuestas clásicas y algunas más jugadas.

La Flauta Mágica fue una mezcla de ambas. Al ingresar a ver el singspiel(ópera ligera que incluye diálogos) sorprende al espectador que la puesta en escena no sea una puesta de época sino que, esta vez, la epopeya no ocurre en un tiempo indeterminado del Egipto antiguo, sino en el Sistema Solar. La regie de la óperaZamiraPasceri la describe como “una historia enigmática de un hombre que descubre la Verdad y por eso recibe una enorme Fortuna”.

Las palabras en mayúscula nos hacen entender que La Flauta Mágica (1791 con música de Wolfgang Amadeus Mozart) no es sólo lo que el libreto nos cuenta. Podemos leerla como una fábula simple, con momentos de comicidad, que nos cuenta el viaje y las desventuras que viven los protagonistas en un viaje, pero también como una gran metáfora en la que dichas palabras adquieren nuevos significados.

En esta Flauta Mágicala Tierra, deteriorada por el cambio climático, representa la oscuridad y el viaje a otros confines de la galaxia es un viaje hacia la luz, tal y como le ocurre a los astronautas al viajar y ver la Tierra desde afuera y cambiar su perspectiva de vida.

Los personajes en esta ópera son arquetípicos y unidimensionales, como suelen serlo en las óperas, más en aquellas que son con un libreto que (como el de Emanuel Schikanader, en esta pieza) dentro de sus lecturas tiene una interpretación de tenor liviano. Sin embargo entre todos ellos encontramos la esencia de lo que es el ser humano y que cosas lo mueven. Vemos valentía y coraje, entrega, miedo al peligro y a la muerte, mezquindad y ambición, búsqueda del conocimiento y de ser mejores.

La simbología masónica, propia del texto original tanto en música como letra debido al origen masón de Mozart y Schikanader, el cambio ambiental, la utilización del espacio por parte de los actores que casi rompen la cuarta pared con el público y el planteo de iluminación absolutamente rupturista con una puesta más tradicional que un espectador imagina que el Solís va a proponer hace de este espectáculo una verdadera sorpresa.

Sin embargo, con un puesta en escena moderna, con utilización de imágenes de la NASA, superposición de fórmulas matemáticas, viajes espaciales e aindamaispone de plano con más fuerza el machismo del texto, en el cual la protagonista se salva gracias a un hombre “valiente y viril”. Las mujeres son reducidas a una Eva que tienta al hombre, a una mujer ambiciosa y malvada como la Madrastra de la Cenicienta o a una María llena de virtud. En una época como la nuestra, al querer modernizar una de las capas de sentido del espectáculo, este aspecto no termina de adaptarse a una puesta en escena del siglo XXI.

No se debe juzgar a una pieza artística sin entender las normas de su tiempo, sin embargo el texto no envejeció como un buen vino, o una buena partitura de Mozart, que marcó el clasicismo y la evolución de la música durante por lo menos un siglo. Empero, al modernizar con la vestimenta, la locación y al incluir problemáticas actuales no deja de ser difícil no mirar a esta ópera y pensarla desde los valores que tengo, como feminista, en el presente.

Se destaca de este espectáculo también el talento grupal del elenco y todos los involucrados, siendo trayectorias nacionales e internacionales de gran prestigio las que aparecen en las biografías del programa que se le entregan a cada espectador antes de entrar a su butaca.

A pesar de ser un texto en alemán, el espectador entiende que es lo que ocurre gracias a los subtítulos pero también al gran poder de interpretación de todo el elenco, siendo, en mi opinión, la más destacable la participación de Camila Titinger (soprano) en el rol de Pamina, en sus múltiples intervenciones cantando sobre sus desventuras al perder a su hombre amado y la desolación de encontrarse presa de sus circunstancias, aunque en momentos claves en los que debe elegir el camino de la virtud o el del miedo, siempre elige el bien, para ser la justa contracara de la Reina de la Noche, encarnada por Oriana Favaro.

La mayor humanidad del espectáculo se encuentra en el personaje de Papageno, al que le da vida Federico Sanguinetti (barítono) dado que lucha contra su miedo y contra su propia mezquindad todo el tiempo para finalmente encontrar su felicidad, como nos pasa a todos nosotros.

Es un espectáculo digno de ver, que interpela al espectador y lo lleva a una honda reflexión acerca del arte, de que mensajes se pueden transmitir en piezas antiguas modernizándolas, sobre nuestra propia búsqueda de la felicidad y de mejorar como personas, a través del conocimiento y la virtud y también nos entretiene en esos 180 minutos de espectáculo con intervalo en el que lo áspero del alemán se endulza con esas voces que bellísimamente le dan vida nuevamente a La Flauta Mágica.

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2024-04-20T07:13:55-03:00