Entrevistas

Con Alain Mizrahi, la mirada desde adentro a la campaña electoral

El Director de Grupo RADAR nos cuenta sobre la increíble interna de los sondeos

Alain Mizrahi es desde 1997 Director de Grupo RADAR. Trabaja en en el área de la investigación de mercados desde 1989 y se ha convertido en un referente en la materia.

Esta entrevista se concentra en lo que Alain explica es de hecho una pequeña parte de su trabajo, pero la que le da mayor exposición de cara a las elecciones. Nos cuenta sobre políticos que saben aprender de los resultados de los sondeos que les presentan y de otros que se enojan y descalifican los resultados que no les gustan. Sostiene que no se puede trazar un perfil “promedio” del votante uruguayo. Y confirma que siempre hay quien considera que el trabajo es tendencioso políticamente, logrando alguno sacarlo de las casillas, aunque en general, trata de mantener la compostura.

No te lo pierdas.

Foto: Portada de la página web de la Comisión Electoral
Foto: Portada de la página web de la Comisión Electoral

 

P: Alain, Uruguay está en plena campaña electoral, aún en la etapa de precandidatos en cada partido. ¿Cómo lo vivís vos, al frente del grupo RADAR?

R: Trabajar en investigación de opinión pública, y particularmente en épocas de campaña electoral, tiene algo muy extraño: es una parte muy menor de la facturación de Grupo RADAR pero es casi lo único que tiene visibilidad a nivel de medios. Pasamos de tres años en los que nadie habla de nosotros a estar permanentemente entrevistados, citados, endiosados y detestados. Solo en esta última semana me han llamado no menos de 10 periodistas de diferentes medios para pedirme una opinión para artículos o informes sobre diversos temas vinculados a la política o para entrevistarme al aire en radio o TV.

P: Altibajos muy bruscos…

R: Claro. Tiene un lado divertido y otro muy desgastante. Y a medida que se acercan las elecciones va aumentando mi nivel de ansiedad, ya que si los resultados reales son muy diferentes de mis encuestas puede ser “la tumba de los cracks”.
Pero lo más interesante de todo es tener la posibilidad de relevar y analizar las opiniones y los comportamientos de la gente. Lo que publicamos es solo una pequeñísima parte de toda la información que se produce en cualquier encuesta de opinión pública. Todo el resto es lo realmente interesante, tanto para nuestros clientes como desde un punto de vista más estrictamente “académico”. A modo de ejemplo, se me ocurrió incluir una serie de 8 preguntas sobre los que piensan los uruguayos sobre diferentes aspectos de la crisis en Venezuela, y como me pareció interesante su divulgación le regalé el informe al diario El País. También planteamos otras preguntas sobre la imagen que tienen los uruguayos de diferentes países europeos, y le regalé el informe el Embajador de Francia que quedé encantado porque le di algunos tips sobre cómo mejorar la imagen de su país (ahí me tiró mi corazoncito franchutre claro!).

P: Estaba claro que ibas a elegir al embajador francés…

R: ¡Es que no todo es mercantilista! Volviendo a hablar en serio, te diré que el  mejor ejemplo fue cuando en tres oportunidades incluí un bloque de preguntas para medir la judeofobia en Uruguay.

P: Me acuerdo del tema. ¿Alguien te lo encargó?

R: No, nadie me lo había contratado pero lo sentí como una mitzvá y le presenté los resultados al Comité Central y a la B’nei B’rith y todos los años doy una charla a los chicos que hacen el curso de Madrijim de Macabi con ese informe.

P: Una pregunta que vale para cualquier tipo de encuesta pero que creo especialmente relevante de cara a las elecciones. Captar la opinión de la gente ¿requiere una carrera constante o no hay grandes revoluciones ni dramas? O sea…¿la gente es más o menos estable?

R: La intención de voto es cada vez más volátil. Un porcentaje cada vez mayor de ciudadanos no se siente “atado” a un partido y decide su voto mirando el “menú” de candidatos con nombres y apellidos y eligiendo entre quienes no rechaza a priori. Es así que vemos por ejemplo cómo los votos de la Oposición se redistribuyen permanentemente entre los diferentes partidos, en función de los hechos políticos que se van sucediendo. Apareció Manini Ríos y en pocas semanas captó 5% - y Ahora 10% de intención de voto a nivel nacional. Apareció Sanguinetti en las internas, que provocó una competencia interesante dentro del Partido Colorado, y este duplicó su intención de voto en pocos meses. Apareció Sartori y en pocos meses captó 20% de la intención de voto en la interna del Partido Nacional. Estos son fenómenos que no sucedían con esta rapidez en elecciones anteriores. Y tampoco es algo propio del Uruguay sino que está sucediendo en todas las democracias. Y obviamente dificulta nuestro trabajo como investigadores, ya que los cambios son rápidos y bruscos y pueden darse hasta en los días previos a una elección, sin que dé el tiempo para relevarlos y cuantificarlos. Debemos tener en cuenta también que cada vez más gente – aquí y en Alemania – toma su decisión final de voto en la última semana, o hasta el mimo día de la elección.

P: La aclaración de “aquí y en Alemania” me imagino que significa “en todos lados, no sólo en Uruguay”…

R: Exacto. Esto no significa que lo que te dicen que votarían hoy es falso, sino que es verdadero al día de hoy  y que muy probablemente cambie. Es por eso justamente que las intenciones de voto no deben nunca ser tomadas como un pronóstico sino como una fotografía puntual del estado de la opinión pública al día de hoy y que seguramente va a cambiar en las próximas semanas.

Los desafíos “modernos”

P: ¿Es muy diferente tomar el pulso a la opinión de la gente en la era digital?

R: Sí, es muy diferente porque la era digital ofrece nuevas herramientas para relevar información sobre el comportamiento y la opinión de las personas (sea como consumidores de productos y servicios o como ciudadanos votantes). Desde el poder pasar de la encuesta telefónica o presencial a la encuesta online - y por lo tanto relevar más casos en menos tiempo – hasta el uso de “machine learning” u otras herramientas de inteligencia artificial, por ejemplo para relevar en tiempo real lo que se está diciendo en las redes sociales sobre cualquier tema y clasificar las menciones en positivas / neutras / negativas, o para detectar perfiles de públicos muy específicos para luego poder dirigirles el mensaje más apropiado. A modo de ejemplo: “indecisos” o con alta probabilidad de votar en blanco o anulado, poco interesados en la política y que van a votar por primera vez.

 

El votante uruguayo

P: ¿Podés trazar un perfil político del uruguayo promedio a través de las encuestas y sus cambios?

R: No existe un “uruguayo promedio”. Para hacer una analogía con la aritmética, si la mitad de los uruguayos fuera de extrema izquierda y la otra mitad de extrema derecha, el promedio sería el mismo que si el 100% de los uruguayos fuera de centro. De hecho, si hacés una escala de 0 a 10, de izquierda a derecha, el promedio te da 50. ¿Esto significa que el uruguayo es “de centro? De ninguna manera, porque se reparten a lo largo de toda la escala, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha. Pero da la casualidad de que el promedio es exactamente 50. 

P: Muy interesante este punto. Difícil hablar de promedios o perfiles cerrados pues.

R: Existen numerosos perfiles diferentes, y no solo según variables “duras” como la edad, el sexo o si viven en Montevideo o Interior, sino según variables más complejas como su nivel de interés en la política, su “recorrido” por diferentes partidos y candidatos en las últimas elecciones – si fue “fiel” a un determinado partido o si no, si cambia de intención de voto según quiénes sean los candidatos, etc. Definir “perfiles políticos” es una tarea cada vez más difícil ya que involucra una cantidad de variables muy diversas.

P: ¿Pero hay también alguna ventaja en todo este mosaico de tantas piezas?

R: Sí. Lo bueno, para nosotros como investigadores, es que la tecnología y en particularmente las herramientas de análisis de big data permiten realizar segmentaciones cada vez más complejas y por lo tanto adaptar la comunicación a perfiles muy específicos de votantes. Dicho esto, te puedo contar que si hacemos una escala de 0 a 100, de “izquierda” a “derecha”, el 25% de los uruguayos se ubica entre 0 y 25, otro 28% en el otro extremo – entre 75 y 100 – y solo un 25% en el “centro”, o sea entre 40 y 60.

P: ¿O sea?

R: Esto desmitifica aquello de que “el uruguayo es de centro”: el promedio de todos los uruguayos da efectivamente 50 en la escala de 0 a 100, pero ese promedio es muy engañoso ya que solo uno de cada cuatro se autodefine “de centro".

Uruguay en campaña electoral
Uruguay en campaña electoral

 

 

El problema…¿el sondeo o el votante?

P: Para “embocar” con la encuesta-y me imagino que ese no es el término más profesional  ni de lejos, ni el que te parecerá adecuado para esto-precisás que la gente sea sincera en sus respuestas ¿verdad? Te pregunto esto ahora porque hace poco, cuando las elecciones de abril en Israel, como uno de los resultados de boca de urna falló bastante, luego se dijo que el problema es que hay gente que miente. ¿Qué te parece?

R: Hay varios fenómenos que confluyen en que algunas personas no digan lo que realmente van a hacer en el cuarto secreto: en primer lugar porque no están 100% seguras de lo que van a hacer, van cambiando de opinión, y una encuesta es una fotografía puntual en un momento del tiempo y por lo tanto no puede relevar esa volatilidad; en segundo lugar porque quienes están indecisos hasta el último momento pueden definir una elección para un lado o para el otro en casos de votaciones parejas; y en tercer lugar por el “voto vergonzante” que hace que cuando una opción es percibida por el propio ciudadano como “políticamente incorrecta” (como puede haberlo sido votar a Netanyahu en determinados ámbitos, o del otro lado, o contra el acuerdo con las FARC en Colombia, o por la reelección de Menem en la Argentina de los 90, o por Jean Marie Le Pen en Francia en 2002), no dice lo que realmente piensa. Esto se está pudiendo resolver en gran medida gracias a las encuestas online, ya que el encuestado contesta en forma anónima y sin la presencia de un encuestador que lo está mirando o escuchando.

Y también existe el “voto útil” o “voto estratégico” que puede incidir. Por ejemplo: ¿qué pasaría si, a pocos días de la elección de octubre, se instalara la percepción a nivel de los uruguayos que el primer puesto está ya definido para Daniel Martínez pero que hay un virtual empate entre Lacalle y Talvi por el segundo lugar en el balotaje? Podría por ejemplo hacer que votantes del FA no fanáticos, con el primer puesto ya definido, opten por incidir sobre el segundo puesto y vayan a votar por Talvi o Lacalle. Idem para los votantes de Mieres o de Novick. Todas esas son cosas casi imposibles de relevar en una encuesta realizada una o dos semanas antes de la elección.

P: Siempre pensé, aunque claro está que mirándolo de afuera, no como experta en sondeos, que el problema central de las encuestas es que por un lado puede que reflejen el sentir de la gente pero por otro también crean determinadas percepciones y eso puede influir artificialmente en el comportamiento de la gente para ir a votar. Un partido cuyos seguidores se confíen demasiado porque “van bien”, por ejemplo… ¿Es realmente un problema o lo estoy interpretando mal?

R: Mirá, ningún estudio ha podido demostrar jamás en qué medida la publicación de encuestas incide en el comportamiento de los votantes. Pero, y si incidiera, ¿cuál sería el problema? Creo que la ciudadanía tiene derecho a tener esa información como un insumo más para tomar su decisión de voto. El voto “estratégico” del tipo “voto a Fulano aunque esté mal en las encuestas porque le saca votos a Mengano y yo en realidad quiero que gane Zutano” es perfectamente lícito y válido. En las internas por ejemplo hubo votantes colorados o Larrañaguistas que ante la posibilidad de que gane Sartori fueron a votar a Lacalle. O votantes frenteamplistas cuyo razonamiento fue “votaría a Bergara en las internas, pero como no quiero que gane Cosse entonces por las dudas voto a Martínez. Pero si Martínez se despega en las encuestas capaz que entonces sí voto a Bergara”. Este es un ejemplo entre tantos que hemos oído a lo largo de la campaña de cara al 30 de junio pasado.  

P: Suena de locos…pero es un punto muy interesante.

R: La realidad es que las encuestas inciden mucho menos en la intención de voto de los ciudadanos que en el ánimo de la militancia, en las decisiones estratégicas de los candidatos y en sus posibilidades de conseguir financiación para sus campañas. Hay que tener en cuenta que la publicación de las “tablas de posiciones” en la prensa solo son una pequeñísima parte de toda la información que surge de las encuestas de opinión pública que realizamos, y todo eso que no se publica y que es propiedad de los candidatos que nos contratan es lo que realmente les es útil para la toma de decisiones estratégicas de campaña.

En definitiva, que las encuestas inciden, inciden. Pero si no existieran o se prohibiera su publicación 40 días antes de la elección  como propuso Larrañaga – solo serviría para que sigan accediendo a ellas los que pueden pagarlas y sus amigos, pero la ciudadanía no podría disponer de ese mismo insumo para poder tomar su decisión de voto. Parece bastante antidemocrático, y el mundo entero tiende exactamente a lo contrario.

El encuestador, en el medio

P: ¿Te pasa que te critican o elogian en las redes o en los medios por tal o cual encuesta? O sea…aunque me imagino que siempre vas a publicar lo que captan profesionalmente, es probable que si los puntos van demasiado para un lado y no para otro, es fuente de problemas, más que nada si en otros sondeos se da distinto.

R: Todo el tiempo recibo palos de todas partes, pero es parte del paquete y después de 20 años ya tengo piel de rinoceronte. Igual, los días que publicamos encuestas de intención de voto son bastante complicados en las redes sociales, porque siempre están los que están contentos porque les dio bien y los que están enojados porque les dio mal. Y los que les dio bien lo viralizan en sus redes y sus adversarios desacreditan la información. A veces tengo que coserme la boca y atarme las manos para no responder algunos insultos y teorías conspirativas – algunas de ellas francamente delirantes - sobre todo cuando provienen de personas influyentes.

P: Tendrás mil ejemplos…

R: Te doy uno. Un conocido politólogo uruguayo, que ni siquiera vive en Uruguay, nos acusó a lo largo de todas las internas de ser parte de una conspiración a favor del Frente Amplio junto con VTV y Montevideo Portal, por subir artificialmente la intención de voto de Sartori. ¡Si supieran hasta qué punto la investigación de opinión pública representa una ínfima parte de nuestra actividad ! Pero es lo único visible de todo lo que hacemos, y con una exposición muy alta en períodos electorales. Entonces nos terminamos jugando buena parte de nuestra credibilidad como consultora con estudios que pesan poco y nada en nuestra facturación. ¡Mirá si voy a poner en riesgo el 90% de mi negocio por “favorecer” a un candidato o un partido! A veces digo en broma que si algún día “me vendo” va a ser por una cantidad de dinero tal que me permita dejar de trabajar por el resto de mi vida, y eso no lo puede pagar nadie en Uruguay. Pero igual hay días que me salta la llave térmica y le contesto a alguno – sobre todo el Twitter, que es como la cloaca de la sociedad- pero después me arrepiento de haberle dado notoriedad.

P: Ese es  todo un dilema, me pasa a mí también cuando hay comentarios insultantes a alguna nota…y la duda es entre sacarte las ganas de poner puntos sobre las íes y no darle relevancia. Más que nada, no darle el gusto de que crea que lo que puso tiene alguna importancia. En fin…Alain ¿los partidos o los candidatos mismos, te hacen comentarios? ¿Te vienen con exigencias o quejas?

R: ¡Por supuesto! Recordá que lo que publicamos en los medios masivos son solo una pequeñísima parte de toda la información que producimos. El modelo de negocio habitual es tener un convenio con algún medio – en nuestro caso VTV – en el que difundimos resultados generales y que nos paga una parte del costo de la realización de la encuesta, y financiamos el resto con clientes políticos que incluyen preguntas en exclusividad y pagan por informes mucho más exhaustivos con información, análisis, conclusiones y recomendaciones. Muchas veces en un mismo cuestionario de encuesta hay preguntas para diferentes clientes, aun competidores de un mismo partido. Esto es algo que todos aceptan y que asegura que en Uruguay las encuestas sean independientes. Entonces estamos permanentemente conversando con políticos de diferentes partidos y obtenemos feedback de ellos. Y vemos de todo: los que aceptan cuando no les va tan bien como ellos quieren o creen y toman decisiones para revertir la tendencia, y en el otro extremo otros que rechazan los resultados y prefieren “matar al mensajero de las malas noticias”.

P: En lugar de analizar en qué se equivocan, dicen que el error lo cometieron ustedes.

R: Así es. Sinceramente no me gusta trabajar con clientes que solo te escuchan cuando les decís lo que quieren oír, simplemente opto por no trabajar más con ellos. Después de casi 30 años de trayectoria puedo darme ese lujo. Un ex intendente y candidato a la reelección nos canceló la tercera de tres encuestas que había contratado por habernos “retirado la confianza”, solo porque le mostrábamos, al revés de lo que decía “su olfato”, que iba a ganar por margen mucho menor que el que él creía. Se puso el balde en la cabeza y nos echó. Fuimos derecho a ofrecerle esa tercera encuesta a su competidor – ¡del mismo partido ! -, se la vendimos, los hechos nos dieron la razón, y nunca más hablé con él. Por suerte también están los que no solo aceptan los resultados cualesquiera sean sino además son capaces de extraer conclusiones inteligentes, relacionar unos datos con otros datos, y tomar decisiones estratégicas en base a la información.

Un poco de historia

P:  ¿Podrías contarme algo de la historia de las encuestas en general y más que nada en Uruguay?

R: Soy de la generación de investigadores que por muy pocos años no llegó a procesar bases de datos con tarjetas perforadas. En el 89-90, trabajaba en la filial uruguaya de un grupo argentino, y todos los meses mandábamos paquetes enormes de formularios a Buenos Aires por Buquebus para que procesaran los datos allá y nos reenviaran los informes que por supuesto eran en papel. Luego pasamos a tener nuestras propias computadoras en Uruguay y procesábamos los datos localmente. ¡Fue tremendo avance!

Cuando abrí mi propia empresa en 1997, fuimos pioneros en la generalización de las encuestas a teléfonos fijos. Era toda una osadía pretender que una encuesta telefónica era tan válida como una presencial en hogares. Recuerdo y conservo por ejemplo un editorial del Observador de 2003, particularmente violento, denostando las encuestas teléfonicas por su falta de validez para medir la intención de voto. Poco tiempo más tarde ya nadie las cuestionó.

 Y allá por 2012 empezamos a experimentar con las encuestas online, las generalizamos en 2014 y hoy todas nuestras encuestas de opinión pública y la gran mayoría de las de mercado las hacemos online (fueron casi 50% de toda nuestra facturación en 2018). Incluso he sido invitado a exponer en varias conferencias de investigación de mercado en Perú, Chile y México sobre nuestra experiencia en Uruguay con las encuestas online como caso de éxito. Pero aquí muchas personas siguen diciendo que hacer encuestas online es “un divague” y no confían en su validez “porque no son científicas” (lo cual de por sí es muy discutible).

P: Y hoy es una era totalmente distinta…

R: Sumamente distinta, sin duda. Actualmente ya estamos trabajando con herramientas de inteligencia artificial – “machine learning” – para complementar lo que relevamos con las encuestas. Soy un convencido de que pronto no será más necesario preguntarle cosas a la gente para obtener información; la información va a venir a nosotros y vamos a poder relevarla en tiempo real simplemente siguiendo el comportamiento online de los consumidores (o ciudadanos electores) y en particular lo que sucede en las redes sociales. No estoy hablando de cosas que van a suceder quizás dentro de 10 años, estoy hablando del muy corto plazo. Vamos a poder, con modelos matemáticos predictivos, saber qué va a terminar votando una persona antes de que ella misma lo sepa, solo preguntándole lo que opina sobre otros temas sociales o económicos de actualidad, qué informativo mira, o qué música o películas le gustan, además de conociendo su edad, su lugar de residencia, su nivel socioeconómico y a quién votó en las elecciones pasadas. Y no estoy hablando del 2050 ni de la serie Black Mirror. Esto está a la vuelta de la esquina y las herramientas ya existen.

P: Apasionante. Gracias mil Alain.

R: A vos Ana.

 

 

Ana Jerozolimski
(06 Septiembre 2019 , 08:28)

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