En comunidad

Una experiencia sublime

Hola a Todos, 
Quiero compartir una experiencia que vivimos en este segundo semestre de 2018.

La previa

Conocía ya el programa de la Sojnut que se llama “Shnat Sherut” (Año de Servicio) en que previo al ingreso a la tzavá, chicas y chicos israelíes salen a las distintas comunidades del mundo para enseñar, mostrar y contagiar sionismo. La primera que había venido en esa primera dupla en el año 2014 había sido Noa Fridman, hija de unos amigos de mis padres de toda la vida.


Desde esa época que fue cuando se lanzó el proyecto en Uruguay, 2 chicas de entre 18 y 19 años se instalaban juntas en un departamento donde convivían, y aparte tenían una familia uruguaya como referente que las invitaban a los eventos familiares, o ayudaban con las cosas usuales y rutinarias que la vida depara. Dadas las experiencias de otros lugares y de Uruguay en particular, se optó este año por hacer que cada una de las chicas fuera a vivir con una familia diferente.


Claudia Rogovsky Ermel de la Sojnut fue quien me invitó a que la nuestra sea una de esas familias. Luego de un acalorado debate (como es usual en nuestra familia) donde evaluamos los pros y los contras de “adoptar” una shinshinit a la que evidentemente no conocíamos, aceptamos. Nos tocó en suerte Dania Camhi, que coincidentemente, familiares nuestros en México eran amigos de sus padres, originarios de allí.

La experiencia

Desde el momento en que la fuimos a buscar al Aeropuerto, vimos que era una chica fresca, alegre, espontánea. Comenzamos explicándole los recaudos que tenía que tomar desde el punto de vista de la seguridad, el transporte público, el uso del dinero, la alarma en la casa, además de las costumbre y usos familiares, mientras ella nos hacía saber las suyas, algunas difíciles de cubrir ya que es fanática de comidas y especies israelíes. 


Al muy poco tiempo nos acostumbramos mutuamente y en seguida todo se hizo muy natural y hasta divertido. Su muy buen español aprendido en su casa tenía las formas mexicanas (“jitomate”, “padrísimo” o “camión” para referirse al ómnibus, entre otras).
Su trabajo en la Escuela Integral, en la Hanoar y en la Sojnut, con sus horarios, sus amigas y sus actividades pasaron también a ser parte de nuestra rutina.


Los fines de semana nos sirvió de excusa para hacer salidas familiares que de otra forma no hubiéramos hecho.
Todo se dio de una manera muy natural y llevadera, como si nos conociéramos de toda la vida y la normalidad pasó a ser que en la mesa a la hora de cenar éramos 6.

La conclusión

Esta experiencia fue fantástica para nosotros como familia. Entiendo que nos dio la oportunidad de retribuir la generosidad de chicos que sin obligación alguna, se ponen al servicio de la causa sionista sin esperar nada a cambio, con un sentido de la responsabilidad que tan difícil es de encontrar en estas épocas en nuestro Uruguay. El sionismo se ve desafiado constantemente y ese ideal que se remonta a la historia judía milenaria, paradójicamente necesita ser explicado todo el tiempo.


Toda familia tiene ciertos equilibrios en su dinámica de funcionamiento. Esto hace que nos cueste salir de esa zona de confort que nos imprime monotonía y rutina y por eso creo que esta experiencia nos permitió crecer.


Conocimos a una chica sensacional con muy buena onda, siempre divertida, con una perspectiva siempre positiva de la vida. Alguien que se transformó en una hija por adopción, con quien no tengo dudas mantendremos una relación para siempre.

No quiero dejar de recomendar que las familias que puedan albergar a los futuros shinshinim, no dejen pasar esa oportunidad.

Por Bernardo Kelmanzon

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