Por María Teresa D´Auria
Con gran pena me entero que Jana Levin se nos ha ido. Y quisiera agradecer por haberla conocido.
Por su sencillez, primero. Siendo ella quien era – toda una autoridad en la esfera de la educación judía en el Uruguay – nunca tuvo reparos en participar, como una asistente más, en muchos de los encuentros que yo organizara, en la AEPC, para intentar una aproximación estudiosa al judaísmo. Sin disimular nunca su fuerte pertenencia a una tradición y a un pueblo.
Agradezco también por su actitud servicial y solidaria. De no haber sido por su mediación no me hubiera sido fácil tener en mis manos textos originales de la literatura israelí contemporánea, que ella tenía la gentileza de traerme, a la vuelta de los viajes que hacía por asuntos familiares. Tan atenta a mis elecciones de títulos como a las circunstancias concretas encontradas, buscaba, cada vez, las mejores ofertas, para evitar que yo entrara en gastos innecesarios. Cada entrega de libros iba acompañada de entusiastas comentarios sobre la innegable creatividad israelí.
Y nunca terminaré de agradecer esa paciencia que tuvo conmigo, a lo largo de años, a través de un intercambio de SHEILOT UTeSHUVOT. Cada vez que yo necesitaba algún dato preciso de la tradición judía sabía que podía contar con su ayuda eficaz y desinteresada. Su último gesto en mi favor la pinta de cuerpo entero: no teniendo yo más en mi poder las MIKRA’OT GUeDOLOT y necesitando conocer el comentario de RASHI sobre un versículo del TANAJ de ésos que claman « ¡ DARSHÉINI ! » se lo pedí por e-mail (ignorándolo todo de su terrible enfermedad). Pues, pese a encontrarse ya en lamentables condiciones de salud, hizo un esfuerzo nobilísimo para hacerme llegar lo que yo precisaba.(Es la fotocopia que acompaña esta nota, como un testimonio de su constante sentido de responsabilidad).
Su partida impregna el aire de la noche, como sucede cuando se quiebra un frasco de perfume…