Israel

Nuevamente, en el mosaico de Jerusalem

Tras tres semanas enriquecedoras en Montevideo, intensas en lo profesional y emocionantes en lo personal-en realidad, en mí, las cosas suelen mezclarse- estoy nuevamente en Jerusalem. De casa a casa, como suelo decir.

La primera salida, ineludible, desayuno en algún lindo café de Jerusalem con mi hija. Pero como no puedo con mi genio, voy observando las escenas en la calle, pensando siempre que lo que en Israel no sorprende a nadie y es cosa común de todos los días, en el exterior no se conoce tanto. En el peor de los casos, se lo cree imposible. La diversidad, el espacio público compartido por judíos, árabes, religiosos, laicos, todas piezas de un mosaico que puede parecer de locos, pero es la realidad israelí.

Aclaremos…no es que todos se aman ni que las tensiones son un invento. Claro que hay conflictos, diferencias, recelos y desconfianza. ¿Hay algún lugar en el que eso no existe? Pero que en Israel, a pesar de su singular situación y de las amenazas de seguridad con que lidia, se viva con tal naturalidad ese espacio público compartido, es algo que amerita ser destacado.

Tomamos un taxi (el coche estaba trancado) y le damos al taxista el nombre del café en la calle Aza (sí, así se llama…), un lugar muy popular y concurrido, en el que estábamos seguras tendríamos que esperar. “Es el café de los gays”, comenta el hombre en tono que no aceptaba mucha discusión. “¿Por qué dice eso?”, preguntamos. “Porque siempre tienen la bandera del arco iris, es señal de apoyo a la comunidad gay ¿o no?”, responde. Comentamos que eso no necesariamente indica que los dueños son homosexuales sino que quieren dejar en claro una actitud liberal que acepta a todos. “Quiero aclararte que a mí no me molesta, que cada uno viva como quiera”, nos dice el taxista, un hombre religioso de no menos de 65 años, con kipá a la cabeza. “Mi propia sobrina es lesbiana, así que cada uno haga lo que quiera”, acota. “Lo que nunca entendí son esas marchas de orgullo, creo que así le llaman.¿Para qué andar gritando a viva voz con quién se acuestan?”.

Por suerte, justo llegamos al café y se acabó la apasionante conversación.

El desayuno estaba delicioso. Y con la compañía de mi Mijali, mejor aún.

Decidimos luego ir caminando al centro comercial abierto Mamila. Sin contarle a mi hija, pensé que quizás tenga suerte y cuando lleguemos a la esquina de la residencia oficial del Primer Ministro, haya allí algún resabio de la manifestación de anoche. Centenares (¿miles?) de israelíes residentes en asentamientos o quienes políticamente les apoyan, protestaron por el incremento de la violencia terrorista en los últimos días, exigiendo a Netanyahu tomar medidas drásticas.

Pero en esa esquina, no había nada. Como si no hubiera habido manifestación.

Enfrente, notamos que demolieron lo que había sido años atrás el Café Moment, escenario de uno de los terribles atentados terroristas en Jerusalem, el 9 de marzo del 2002. El lugar está rodeado por una cerca. Lo que quedó en pie fue la placa recordatoria erigida en memoria de los 11 civiles asesinados en el lugar por el estallido de una bomba. Más de 50 resultaron heridos.

Más adelante, al llegar a la esquina de la Plaza París, las vimos, como tantas otras veces desde hace años: las así llamadas “Mujeres de negro”, con sus conocidos carteles: un cartón negro con forma de mano al estilo “pare” en el tránsito, con el texto en hebreo o inglés: “Basta de ocupación”. “Dái la kibush” en hebreo. Desde hace años se paran allí en silencio, en protesta por la presencia militar israelí en Cisjordania, convencidas de que es una desgracia para Israel. En la acera de enfrente, que no alcanzamos a captar debidamente en la foto, otro grupo con carteles contrarios, seguros de que la desgracia es la izquierda. Cada uno, con igual pasión. Gritos silenciosos que dividen también hoy a la sociedad israelí.

Y ya en Mamila, lo de siempre..dentro y fuera de los negocios, judíos y árabes cruzándose, comprando y vendiendo en los mismos lugares.

A pocas decenas de metros, la entrada a la Ciudad Vieja de Jerusalem.

Un haredi, un judío ultraortodoxo, toca la guitarra para sorpresa de algunos que creen al parecer que los religiosos sólo estudian Torá. Tres chicas jóvenes conversan con él. 

 

 

Por todos lados, se mezclan el hebreo, árabe e inglés…Mijali y yo, como siempre, hablamos en español.

Un mosaico….el de todos los días, en Jerusalem.

Shabat shalom.

Ana Jerozolimski

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