Mundo Judío

El mal de ojo

Magnífico hilo sobre el mal de ojo del genial Rabino Joshua Kullock,  a quien seguimos muy atentamente en twitter.

En la Biblia no existe el "mal de ojo" pero sí existe el "mal ojo." En algunos textos, este mal ojo denota avaricia por gusto (Proverbios 23:6-7) y en otros una suerte envidia por vivir en situación de extrema carencia y necesidad (Deuteronomio 28:54-57).

En tiempos del Talmud, nos encontramos con gente que posee un buen ojo y gente que posee un mal ojo. Gente que es generosa y gente que mejor perderla que encontrarla. Aquel que tiene buen ojo es considerado alumno de Abraham; aquel que tiene mal ojo es alumno de Balaam.

En algún momento, el mal ojo se transformó en el mal de ojo, en la capacidad de hacer daño a nuestros semejantes a partir de la mirada y los malos pensamientos. De ahí que hay que protegerse, y de ahí que tenemos a la mano ( !) una cantidad de formas para hacerlo.

El Hamsa nos llega a través del judaísmo sefaradí y, posiblemente, el judaísmo sefaradí lo haya adoptado y adaptado de lo que en el Islam se conoce como la mano de Fátima y que, entre otras cosas, adorna una de las entradas de la Alhambra incluso en nuestros días.

 

Hamsa, dicho sea de paso, es cinco en árabe. Refiere a la mano y sus dedos (obviamente) pero hay quien lo conecta con los cinco pilares del Islam o con los cinco libros de la Tora (porque nos encanta interpretar todo lo que tengamos cerca, no es cierto?)

Algunos Hamsas incluyen peces. Eso no es casual, ya que en el Talmud se consideraba que los peces son inmunes al mal de ojo. Hay quien dice que es porque están bajo el agua. Hay quien creía que los peces no pestañaban* y por eso estaban a salvo. *Biológicamente incorrecto.

Siendo que los peces son inmunes al mal de ojo, comer pescado se cuenta entre las formas de combatirlo. En especial la tenca. ¿Por qué? Porque en yiddish, tenca se dice "shlaien," y ojo, en hebreo, se dice "ain." (Para que vean que esto del mal de ojo no es sólo sefaradí!)

Nadie sabe muy bien. De hecho, en otras culturas el color para combatir el mal de ojo es el turquesa o el azul. Pero hoy es un clásico de clásicos, y en Jerusalem uno tiene que aprender a esquivar a quienes tratan de ponerte los hilos a cambios de unos pesos.

Yo no encontré esta conexión en ningún lugar (tampoco busqué demasiado), pero a mí me parece que uno podría rastrear algo del hilo rojo en la historia bíblica en la cual Rajab se salva de la destrucción de Jericó atando un hilo rojo a su ventana (ver Josué 2:18).

Crean o no en los amuletos y los hilos de colores, lo cierto es que hay algo real en el poder negativo que tiene la envidia. Quizá, por eso, sea bueno volver a las fuentes que nos insisten en hacer virtud de nuestro buen ojo. Y a los envidioses ni cabida.  Fin.

 

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