Mundo Judío

MiSinai

Adentro / Afuera - Nunca Perder la Esperanza por Nadie - Mi Visita a Lubavitch - Los Tzitzit

No. 159
Koraj
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Horario de velas en Montevideo, Viernes  1/07  17;26

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ADENTRO / AFUERA

Por Yossy Goldman 

Algunas discusiones son incidentes insignificantes entre gente pequeña que para sentirse un poco mas grande necesitan defender el honor o estatus con el que se perciben. Otras discusiones son diferencias honestas de opinión entre personas de estatura, donde cada una tiene una opinión digna de consideración. Debemos ser capaces de discernir las sutilezas debajo de la superficie de cualquier debate para poder saber que tipo de discusión es.

El capítulo 16 de Números cuenta la historia del motín liderado por Koraj, un primo de Moshé que desafió su autoridad. Al final, Koraj y sus adeptos fueron tragados por la tierra en un despliegue divino de justicia sobrenatural.

El Midrash revela algunos de los diálogos que ocurrieron detrás de bambalinas entre estos hombres. Recuerde que Koraj no era ningún tonto. Además de poseer un noble linaje, era astuto, rico y muy carismático. Una de las preguntas que Koraj le planteó a Moshé fue: ¿Una casa llena de libros sagrados requiere una mezuzá? Moshé respondió que requiere. Koraj se burló de la idea, ridiculizando a Moshé. La pequeña mezuzá contiene el Shemá, dos párrafos de la Torá. Una casa llena de libros con toda la Torá ¿no hará lo que puede una mezuzá? No tiene ningún sentido, argumentó Koraj.

¿Por qué la respuesta de Moshé era correcta? ¿Cuál es el significado de un pequeño pergamino en el marco de la puerta en relación a una biblioteca dentro? El Rebe de Lubavitch explicó que todo depende de la ubicación. Los libros están adentro. La mezuzá está afuera. Cuando hay textos judíos dentro de nuestro escritorio y living esto indica que el hogar es un hogar Judío. Esto es bueno y es como debe ser. Pero ¿qué pasa cuando dejamos los límites confortables de nuestro hogar? ¿Dejamos de ser judíos?

La mezuzá está en el umbral de nuestros hogares, en la unión y el paso entre nuestras vidas internas y externas. Al hacer la transición de persona privada a ciudadano público necesitamos que se nos recuerde quiénes somos y que llevemos nuestra identidad con nosotros a donde sea que vayamos. Hay un solo D-os, dice el pequeño pergamino, sea en nuestro dominio privado o en el gran y ancho mundo.

Uno de los varios trabajos del conocido escritor Herman Wouk es una novela autobiográfica llamada "Adentro, Afuera" (Inside, Outside) en la que retrata sus propias luchas internas estando entre estos dos mundos. Su piadoso abuelo talmudista tuvo una profunda influencia en él como también lo tuvieron Hollywood y Broadway. Le tomó un largo tiempo encontrar su camino y establecerse en un estilo de vida observante mientras escribía bestsellers.

Ser judío "adentro" es relativamente fácil. Es cuando nos golpeamos con el "afuera" que encontramos tentaciones y confusión. El desafío que cada judío debe enfrentar es permanecer orgullosamente judío aun cuando se enfrenta a culturas en conflicto, miradas curiosas o actitudes hostiles.

En la comunidad judía alemana de antaño había un slogan que fue desacreditado hace tiempo. Yehudi b'veiteja v'adam b'tzeiteja. "Se un Judío en tu casa y un ser humano afuera." Los Nazis no distinguieron entre los judíos que parecían judíos y aquellos que se habían quitado toda marca visible identificatoria.

En la actualidad, las vestimentas tradicionales que reflejan un carácter nacional son algo común, aceptadas y respetadas, desde polleras escocesas a kaffias árabes. Los peinados extraños de deportistas y celebridades no son sólo aceptados, son copiados por millones de imitadores acríticos. ¿Es mucho esperar que un judío afirme su judeidad en el territorio corporativo no familiar o que mantenga la kipá sobre su cabeza cuando sale de la sinagoga?

Moshé rechazó el argumento de Koraj con buena razón. La mezuzá no reemplaza la necesidad de bibliotecas judías, pero sirve como un recordatorio permanente en nuestras puertas. Cuando salimos de nuestro hogar para entrar en el mundo exterior, nos recuerda llevar nuestro D-os, nuestra Torá, nuestros valores y tradiciones con nosotros.

NUNCA PERDER LA ESPERANZA POR NADIE

"Moisés se levantó y fue a lo de Datán y Aviram." (Bamidbar 16:25)

Datán y Aviram ya habían demostrado abiertamente su animosidad hacia Moisés, acusándolo de déspota e impostor. Es más, D-os mismo ya había sellado su castigo, ordenándole a Moisés que sólo salve a los otros rebeldes del destino inminente de Datán y Aviram. Aun así, Moisés no perdió la esperanza de que sus “enemigos” se arrepintieran, haciendo todo lo que estuvo a su alcance para influenciarlos a reconsiderar su postura.

Aprendemos de Moisés que siempre tenemos que hacer todo lo que podamos para traer a nuestros hermanos de vuelta a D-os y Su Torá, incluso cuando parece que se perdió toda esperanza. Esto es verdad incluso cuando están ignorando su fe intencionalmente, y cuanto más cuando están actuando por ignorancia.

Likutei Sijot, vol. 28, págs. 102-103.

Números (Bamidbar) 16:1 – 18:32

La quinta sección del libro de Números relata la rebelión de Kóraj, un primo hermano de Moisés, y sus repercusiones.

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MI VISITA A LUBAVITCH

Por Elie Wiesel

Recuerdo y siempre recordaré mi primera visita a Lubavitch. Aunque era jasid de Vizhnitz, había oído hablar de Jabad y de su renombrado líder. Como corresponsal extranjero del diario israelí “ledioth Ajaronot”, había pensado en escribir un artículo sobre la manera en que los jasidim de Lubavitch celebran la liberación del primer Rebe -o Alter Rebe- Schneur Zalman de Liadí, de la prisión zarista. Cuando me fui en las primeras horas de la mañana, seguía perteneciendo a Vizhnitz, pero ya estaba atrapado por algo o por alguien que uno encuentra solamente en Lubavitch.

Recuerdo: en una sinagoga que parece al mismo tiempo enorme e íntima, miles y miles de jasidim, jóvenes y viejos, de todo el mundo, bailan verticalmente, como si no se movieran de su lugar, pero forzando su ritmo a todo el universo.

Con los ojos cerrados, cantando como solo los jasidim pueden cantar. Diez veces, cincuenta veces repiten las mismas palabras, la misma melodía y la canción estalla en sus pechos y enciende mil llamas en sus ojos antes de ele­varse cada vez más alto, hasta el séptimo cielo, si no más alto aún, hasta la "Heijal", la fuente y santuario de todas las canciones.

El centro es el Rebe, el jasid que hay en mí lo mira maravillado. En su personalidad se mueve algo melancólico y profundo. Preocupante y tranquilizador al mismo tiempo. Siente lo que todos aquí sienten, ayuda a todos a alcanzar lo inalcanzable. En su presencia, uno se siente mas judío, más auténticamente judío. Visto por él, uno llega a un contacto más cercano con nuestro propio centro judío interior.

Soy incapaz de apartar mis ojos de él. Su mirada lo abarca todo y a todos. Raramente he sido testigo de tal control y preocupación por una asamblea tan grande. Miles de ojos siguen sus movimientos más imperceptibles. Cuando habla, todo el mundo escucha sin aliento, absorbiendo cada palabra, cada suspiro. Cuando canta, el mundo entero canta con él y con nosotros.

Recuerdo: estuve allí durante horas, en el 770 de Eastern Parkway, como en un sueño, mirando al Rebe que estaba mirando a sus seguidores. A veces sonreía y la noche se desvanecía de sus vidas. Había momentos en que parecía serio y sombrío. Y entre canción y canción, sus fervientes oyentes temblaban entre el temor y la esperanza.

De pronto, me vi a mí mismo otra vez como un niño, pasando un Shabat en la corte del Vizhnitzer Rebe. También allí las almas se convertían en cuerdas musicales y entonaban antiguas melodías.

Pero en Lubavitch es diferente. El mundo es diferente. Incontables cementerios invisibles separaban el pasado del presente. En Lubavitch pienso en Vizhnitz de una manera diferente. Lo que el Rebe de Lubavitch está haciendo, lo que está logrando aquí puede sentirse más allá de Lubavitch.

Eso lo entendí mucho más tarde. Cuando comencé a viajar por el país, descubría los emisarios del Rebe en los lugares más olvidados. Si no fuera por ellos y por su devoción, si no fuera por la misión que el Rebe les confiara en los cuarenta años de su liderazgo quién sabe cuántas almas judías se habrían perdido para nuestro pueblo.

Es parte de la grandeza del Rebe el que sepa a quién enviar, adónde y cuándo.

No todos sus logros han sido hecho públicos. Algunos deben permanecer secretos. Cuando sean revelados -pronto, espero- seguramente aumentará la admiración ya existente por la visión del Rebe en el terreno de la educación.

Así, el pueblo judío tiene con el Rebe una gran deuda de reconocimiento y gratitud.

Y yo también la tengo, en Lubavitch he aprendido mucho de Lubavitch. Las conversaciones que tuve con el Rebe ya muy avanzada la noche, en los años '60 permanecen conmigo.

Si no hubiera participado en el "Jag Ha Gueulá" de Jabad, me pregunto si hoy sería quién soy.

LOS TZITZIT

La mayoría de la gente no piensa el judaísmo como una religión con flecos. Sin embargo, ese es nuestro uniforme. Debajo de las camisas, los hombres y los jóvenes judíos llevan puesto un poncho llamado talit katán (literalmente: manto pequeño), que tiene flecos que cuelgan de cada esquina, tal como lo manda la Torá: “Harán flecos en las esquinas de sus vestimentas…” (Números 15:37-40).

Estos flecos, llamados tzitzit, están enrollados y atados para recordarnos todas las mitzvot. Los valores numéricos de las letras que comprenden el término hebreo tzitzit suman en total 600. Si a eso le agregamos los ocho hilos y los cinco nudos de cada tzitzit, tenemos un total de 613. Ahora se entiende por qué se acostumbra llevar los tzitzit colgando afuera, para que queden visibles. Al tener un recordatorio tangible de las 613 mitzvot, estamos fortaleciendo nuestro dominio de las tentaciones del corazón.

Únicamente las prendas de vestir que tienen cuatro (o más) esquinas necesitan tzitzit, y hoy en día hay muy pocas prendas de vestir (fuera de los ponchos) que tengan cuatro esquinas. Por eso usamos un talit especial de cuatro esquinas, para poder cumplir esta mitzvá. Durante las plegarias de la mañana, los hombres se ponen un talit gadol, que es una versión más grande del talit katán.

Tradicionalmente, los niños empiezan a usar el talit katán cuando cumplen tres años.

Técnicamente hablando, el tzitzit es una mitzvá que se practica de día. Sin embargo, según la Kabalá, hay que usar tzitzit incluso de noche, cuando uno está durmiendo.

Para ponerse el Talit Katán:

Inspecciona los tzitzit todos los días y desenreda los flecos. Si estos se acortaron o se rompieron, llévaselos a un rabino para que verifique si todavía son kasher.

Antes de ponerte el talit katán, se di:

Bendito eres Tú, Hashem, nuestro Dios, Rey del universo, Quien nos santificó con Sus preceptos y nos ordenó acerca de la mitzvá de tzitzit.

MiSinaí es una publicación de Jabad Uruguay. Pereira de la luz 1130, Montevideo.
Artículos extraídos de www.Jabad.org.uy y www.Chabad.org, publicados con permiso.
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