Janet Rudman

Janet Rudman

Me gusta leer y escribir. Encontré en la lectura y la escritura una forma de canalizar mi esencia. Leo con la misma pasión con la que tomo café. Me gusta escribir sobre historias mínimas. He trabajado en varios proyectos editoriales uruguayos que construían identidad judía: Kesher, TuMeser, Jai y ahora formo parte del staff de SemanariohebreoJai.

Columna de opinión

Mi Pesaj de la infancia

Mi mamá insistía en cocinar platos complicados, con mucho sacrificio, para mortificar a su familia  y hacernos  sentir  culpa. Era la madre judía perfecta, parecía salida de una película de Woody Allen.

Supongo que ver la mesa con una cantidad excesiva de comida,  la retrotraía a su Polonia natal, dónde se crió entre persecuciones y escasez.  Tuvo una infancia donde la incertidumbre fue protagonista: su alimentación se basaba en papá y cebolla, desconocía cuándo iba a suceder el siguiente progrom  .

Ahora me doy cuenta de lo orgullosa que se sentía por sus manteles bordados, sus platos festivos y la exageración gastronómica.

Cierro los ojos y ante mí aparecen dos mesas puestas, una en el living y otra en el estar. Los mayores se sentaban en la mesa del living y ahí estaban las mejores fuentes de comida.  El guefilte fish era al horno o cocido, pero también había pescado en escabeche. Los jóvenes teníamos que servirnos de allí, lo bueno era que nos sentábamos juntos. Venían mis primas, mi hermana, yo y siempre caía alguna alma que no tenía donde pasar la festividad. Ese concepto lo conservo hasta el día de hoy, voy por ahí preguntando quién no tiene lugar en una mesa familiar y me da mucha alegría invitarlo a mi casa.  

Mi mamá y mi tía pasaban días cocinando juntas. Ellas  competían por el premio al mejor guefilte fish.  Las suegras siempre traen complicaciones y la mía  trajo su guefilte fish dulce, que heredó de su familia. Con los años, probé otros también agridulces y decidí que mi sabor del pescado era dulce.

Como forma de mostrar sus proezas culinarias a los invitados tenían prohibido traer  comida, porque eso sonaba a competencia, y las únicas que podían hacerlo eran ellas. De todas formas, estaban todos felices, de venir a un Seder de Pesaj sin keará - bandeja con 6 alimentos-simbólicos.-, sin lectura de la Hagadá –libro que contiene la historia de Pésaj y sin Manishtaná –canción que canta el menor de los asistentes. 

El espíritu de la Pascua judía, es algo que heredé de mi familia, aunque siempre deseaba tener un Pésaj completo, con todos los rituales. Primero para demostrarle a mi mamá que cocinaba bien aún cuando ella no lo creía y  también que podía construir un hogar judío basado en el respeto a las tradiciones de nuestro pueblo.  Lo hice alguna vez en mi vida de ama de casa, pero las tradiciones se pasan de generación en generación y realmente recayó en  mí luego de la muerte de mi suegro. Ya no me gustaba solo realizar una cena sin contenido, así que yo tomé la responsabilidad de la continuidad.

Eso fue ya hace diez años y cada Pésaj pongo la mesa, cocino la comida típica en honor a mi pueblo, que muchas veces no tuvo la posibilidad de reunir a sus seres queridos.

Ya no me importa si el guefilte fish es salado o dulce, si el helado que me trajeron es de Freddo o la Cigale. 

Janet Rudman
(16 de Abril de 2019 a las 19:18)

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