Rosh Hashana

Con el Rabino Max Godet de la Kehilá, resúmenes con visión de futuro

El Rabino Max Godet no precisa grandes presentaciones. Engalana la Kehilá desde su llegada hace ya unos años, y quienes le conocen están felices de que siga en Montevideo. De cara a Rosh Hashaná, volvemos a entrevistarlo.

 

P: Max, en diversas oportunidades, de cara a Rosh Hashaná, te he entrevistado, así como también a otros rabinos de la colectividad, sobre los preparativos, resúmenes del año y expectativas. Claro que eso sigue siendo oportuno, pero esta vez creo que podemos ampliar un poco el marco y resumir no sólo el año sino tu misión en Uruguay, más que nada con la alegría que no te vas todavía sino que tú y Efrat se quedan un año más por lo menos. ¿Cómo empezamos pues a comentar este punto?

R: Gracias Ana por invitarme una vez más. Es increíble pensar que ya estamos en Uruguay desde hace más de seis años. Desde el principio, nuestra intención fue modernizar y ampliar el alcance del rabinato de la Kehila. Nuestra misión siempre ha sido presentar un judaísmo más accesible y relevante para todos. La transición hacia la nueva sede en el barrio de Punta Carretas ha sido un hito importante en este proceso. Aunque sentimos que hemos logrado gran parte de lo que nos propusimos, también reconocemos que todavía hay mucho por hacer. Es por eso que mi esposa Efrat y yo hemos decidido quedarnos un año más, no solo para ver la inauguración de la nueva sede sino también para ser parte activa del proceso de selección del próximo rabino.

Amamos profundamente a Uruguay y a nuestra Kehila. Y aunque muchas personas podrían preguntarse por qué decidiríamos partir después de tanto esfuerzo y cariño invertidos aquí, la verdad es que deseo dedicarme a otros proyectos que tengo en mente. Proyectos que, al igual que nuestra labor aquí, están enfocados en el judaísmo y en acercar la espiritualidad a todos aquellos que la busquen. Sin embargo, ese nuevo capítulo tendrá que esperar un poco, al menos un año más.

 

P: ¿Qué es hoy Uruguay para ti? Efrat es uruguaya, pero tú, aunque naciste cerquita, llegaste de otros lares. ¿Cómo dirías que es tu historia con Uruguay y la colectividad judía? 


R: Desde que me casé con Efrat y comenzamos a visitar Uruguay para estar con su familia, sentí una conexión especial con este país. De hecho, lo considero sinceramente como mi segunda casa. Lo que me ha impresionado particularmente de Uruguay es su equilibrio, el profundo respeto que se vive en el día a día y la estabilidad que se respira, no solo en términos políticos o económicos, sino también en el trato humano y en la cultura en general.

La colectividad judía en Uruguay es singular. Aunque no es muy religiosa en la práctica tradicional, he observado una fuerte identidad judía y tzioní, sionista. Lo que me llama la atención, y me llena de admiración, es la importancia que se le da al concepto de tzedaká (justicia y caridad) y tikun olam (reparar el mundo). Estos valores no solo están presentes dentro de la colectividad, sino que también trascienden hacia la sociedad uruguaya en general. Es una comunidad que tiene un gran corazón y una profunda comprensión de lo que significa ser judío en el mundo contemporáneo.

 

P: Importantísimo comentario. Max, entraré en algo personal. ¿Te puedo pedir que me cuentes cómo se conocieron con Efrat?  Imagino que tu historia de amor con la Kehilá empezó después de la historia de amor con tu gran compañera ¿no?

Efrat y Max Godet con sus cuatro hijos Arieh, Levi, Sarita y Tamar

 

R: Una relación amorosa auténtica y sincera se renueva todos los días. Y es justamente de esa forma cómo describiría mi relación con Efrat, así como con la Kehilá. Ambas son historias de amor, pero sí, efectivamente, mi conexión con la Kehilá surgió unos años después.

Mi historia con Efrat comenzó de una manera poco convencional y quizás predestinada. Yo me encontraba estudiando en una Yeshiva en Estados Unidos, estaba saliendo de Shiduj (encuentro para matrimonio arreglado) con una chica de allí. Recibí una llamada de mi rabino en Israel. Él me comentó que había encontrado a la persona ideal para mí, y que a su vez, yo era el complemento ideal para ella. Sin siquiera saber de quién se trataba, confié en su intuición y sabiduría y regresé a Israel de inmediato.

Fue allí donde conocí a Efrat. Le propuse matrimonio en nuestro séptimo encuentro. De mi parte, sentí que había química entre nosotros, una conexión de alma que nunca antes había sentido. Efrat dudó un poco al principio, ella es más racional y analítica que yo. Sin embargo, tres meses después, estábamos casados. Un año más tarde, estábamos en nuestra primera misión en Río de Janeiro, y ya habíamos sido bendecidos con nuestro primer hijo, Arieh.

P: Lindo resumen sin duda. ¿Qué te han aportado estos años en Montevideo? Lo planteo así dando por sentado que no sólo la colectividad se enriqueció con tus conocimientos y tu encare sino que también tú aprendiste e incorporaste vivencias.

 

R: Sin duda, Montevideo ha sido una experiencia transformadora en mi vida. Si bien es cierto que vine aquí con la intención de aportar, he terminado llevándome muchísimo más de lo que jamás podría haber imaginado.

El carácter laico y diverso de Uruguay me puso frente a un desafío único: buscar y establecer conexiones significativas con el judaísmo que trascendieran la mera práctica religiosa. Esto amplió enormemente mi perspectiva y me permitió desarrollar una profunda capacidad de empatía, de entender y valorar al otro no desde mis propias concepciones o preconcepciones, sino desde sus propias necesidades y vivencias. Aprendí que es esencial brindarle al otro lo que verdaderamente necesita, y no simplemente lo que yo considero que podría necesitar.

Esto no solo ha enriquecido mi labor como rabino, sino que también ha tenido un impacto profundo en mí como individuo. Entre las múltiples lecciones que he aprendido aquí, la capacidad de ver el mundo desde una óptica más inclusiva y comprensiva ha sido, sin duda, una de las más valiosas. Montevideo me ha enseñado a crecer, a cuestionar y, sobre todo, a amar y entender la diversidad del ser humano en toda su riqueza y complejidad.

 

P: ¿Qué destacarías de estos años? 

R: A lo largo de estos años en Montevideo, he sido testigo y parte de múltiples momentos que han dejado una profunda huella en mí. Sin embargo, a nivel comunitario, diría que, paradójicamente, más que las ocasiones de alegría o festividad, he aprendido a valorar especialmente los desafíos y los momentos de dificultad. Estos episodios han sido verdaderas lecciones de vida y resilencia.

En el Hogar Israelita

 

Un claro ejemplo de esto fue el comienzo de la pandemia, que nos tomó a todos por sorpresa y nos forzó a reimaginar y adaptar la manera en que nos relacionábamos y funcionábamos como comunidad. A pesar de los obstáculos, fue realmente inspirador ver cómo la colectividad se unió, participando activamente en eventos virtuales y encontrando nuevas formas de conexión. Lo que más me sorprendió y gratificó fue comprobar que, a pesar de las circunstancias, el interés y compromiso de la gente no solo no disminuyó, sino que en muchos casos se intensificó.

Otro momento que destaco en mi memoria es la despedida de nuestro Shil en la calle Canelones durante el último Yom Kipur celebrado allí, antes de empezar a hacerlo en Punta Carretas. Fue un evento cargado de emoción y nostalgia. Y, por supuesto, no puedo dejar de mencionar la adquisición de la casa en Punta Carretas, un proyecto al que le hemos puesto muchísimo esfuerzo y que ya estamos cerca de inaugurar. Es un testimonio tangible de crecimiento y renovación para nuestra comunidad.

Finalmente, si bien es difícil resaltar momentos específicos debido a la riqueza de experiencias que hemos vivido, cada jupá, cada bar mitzvá, y cada cierre de Yom Kipur han sido únicos e inolvidables. Cada uno de esos eventos está lleno de emociones, aprendizaje y significado. Todos ellos, en conjunto, forman el tejido de nuestra historia comunitaria aquí en Montevideo.

P: ¿Cómo describirías a la colectividad judía uruguaya? Imagino que conocés mucho, no sólo de la Kehilá.

R: Al llegar a Uruguay y comenzar mi labor con la Kehilá, llevaba conmigo ciertas ideas preconcebidas y fuertes convicciones sobre lo que consideraba correcto e incorrecto en cuanto a la práctica y vivencia del judaísmo. Con el paso del tiempo, y gracias a la interacción continua con diversas comunidades, dirigentes y miembros de la colectividad judía uruguaya, mi perspectiva comenzó a expandirse y enriquecerse.

Pronto comprendí que cada institución, con sus particularidades y objetivos, es esencial para la colectividad. Todas tienen una misión y propósito claros, y en conjunto, nos complementamos para fortalecer y mantener viva nuestra identidad y tradición. Si bien hubo momentos de tensiones y desencuentros –algo natural cuando hay pasión y convicción en lo que se hace–, hoy en día, con una visión más amplia y madura, puedo decir que siento una profunda admiración y cariño por todas las comunidades.

Lo que más resalta para mí es la dedicación, valentía y entusiasmo de sus líderes, desde los movimentos juveniles hasta los dirigentes comunitarios. Cada uno, desde su espacio y con sus propios métodos, actúa con una convicción inquebrantable, buscando siempre lo mejor para su comunidad. Esta colectividad se caracteriza por ser respetuosa, unida y sumamente bien organizada. Es un ejemplo de cómo diferentes visiones y enfoques pueden coexistir en armonía, fortaleciendo y enriqueciendo la experiencia colectiva.

P: ¿Cómo ves el lugar de la religión en la colectividad?

R: Hace poco, un miembro valioso de nuestra comunidad me dijo: "Rabino, aunque yo no me considero una persona religiosa en la práctica diaria, para mí es esencial que la religión esté presente en nuestra comunidad. Ver la práctica del judaísmo actuar como un faro en nuestras vidas es fundamental". Esta perspectiva, creo, encapsula la visión predominante en la colectividad.Hay un profundo respeto y admiración por los pilares y enseñanzas de la Torá y nuestra rica tradición, incluso entre aquellos que no son religiosos. 

Esta colectividad tiene una característica distintiva: su rechazo al fanatismo. Se valora la diversidad de enfoques y se respeta la variedad de prácticas. Sin embargo, hay un hilo conductor que une a todos: una profunda conexión y respeto por la tradición judía y sus enseñanzas.

En cuanto a la Kehilá, siempre recuerdo las palabras del Rab Mordejai Maarabi, que en una ocasión describió a nuestra comunidad diciendo: "Esta es una comunidad ortodoxa, no observante". Esta definición, en mi opinión, refleja acertadamente la esencia y el espíritu de la Kehilá. Reconoce nuestra base y conexión con la tradición ortodoxa, pero también entiende y respeta las distintas maneras en que los miembros viven y expresan su judaísmo.

Diálogo interreligioso

 

P: Has dedicado tiempo también al tema interreligioso. Aquella cena en tu  casa con un Imam se hizo famosa. ¿Cómo lo vivís hoy, cuál es tu contacto? Y recordemos que está también el vínculo con el mundo cristiano.

Efrat y Max Godet, en su casa, con el Imán Yousef Khan y su esposa

 

R: La fe, en cualquiera de sus expresiones, tiene en su esencia la capacidad de unirnos. Creer en el alma y en una sabiduría infinita que guía el universo es un nexo común que trasciende etiquetas y tradiciones religiosas. Esta visión me ha impulsado a construir puentes entre diferentes comunidades de fe, reconociendo que cada tradición tiene su propia riqueza y sabiduría que aportar a la humanidad. Es crucial entender que la religión, en su esencia más pura, debe actuar como un puente entre las personas, y no como una barrera. Debemos sanar las heridas del pasado y del presente para construir un futuro más integrado y armonioso. 

He establecido vínculos sólidos con líderes del mundo cristiano y de religiones minoritarias en América Latina. Estas amistades y colaboraciones no son superficiales; continuamente buscamos maneras de colaborar en proyectos y actividades que nos permitan trabajar juntos en objetivos compartidos, siempre desde el respeto y la valoración de las particularidades y creencias de cada uno. La meta siempre es promover la comprensión mutua y la paz interreligiosa, y en eso, me siento comprometido profundamente.

Con el cura Juan Andrés Verde y la presidenta de Voluntarios en Red de la Kehila Dora Shlafrok

 

La diáspora e Israel

P: Max, bien sabemos que Israel, corazón del pueblo judío, está viviendo meses dramáticos. ¿Cómo lo ves tú desde Uruguay?

R: Me duele el alma ver cómo el fanatismo y la ambición de poder de ciertos líderes políticos y religiosos se entrelazan y desvirtúan la esencia pura del judaísmo. La fusión de la religión con la política crea una mezcla tóxica que aleja a las personas del judaísmo y provoca divisiones y conflictos.

Estoy convencido de que cualquier intento de imponer prácticas religiosas o intervenciones en la política no solo es contrario a la verdadera naturaleza de la espiritualidad, sino que también provoca resentimientos y divisiones profundas entre las personas. A menudo, se dice que los rabinos deben mantenerse alejados de los asuntos políticos. No siempre debe ser así. Cuando vemos que se están cometiendo injusticias, no podemos, ni debemos, permanecer en silencio. Mi anhelo y mi oración constante es que Israel encuentre un equilibrio, que se renueve el diálogo sano y democrático. No hay dolor más grande que el conflicto entre hermanos, y espero que pronto se encuentre una solución que permita la convivencia y el entendimiento mutuo.

 

La familia Godet junto al Kotel

 

P: Hay diversas posiciones en el mundo judío sobre lo que está pasando en Israel. ¿Te parece que la diáspora debe intervenir en la discusión?

R: Israel es, sin duda, el hogar y el corazón de todos los judíos, ya sea que vivan allí o en cualquier parte del mundo. Somos una nación, una familia, ligada no solo por la historia y la tradición sino también por el destino y la visión compartida del futuro. Por ello, considero que es esencial que los judíos de la diáspora se sientan y actúen como parte activa de la conversación sobre el futuro y las decisiones que se toman en Israel.

Es fundamental que no permanezcamos indiferentes ante las decisiones y acciones que se toman en Israel, ya que impactan no solo al Estado mismo sino a toda la nación judía.

Es lamentable que el Gran Rabinato de Israel, que quiere ser la autoridad máxima del judaísmo, no siempre esté dispuesto a escuchar las voces y preocupaciones de las comunidades judías fuera de Israel. Cada voz, cada perspectiva, enriquece nuestro entendimiento y nos acerca más a soluciones equitativas y justas. 

 

 

Al llegar un nuevo año

 

P: Ahora sí, vayamos concretamente a Rosh Hashaná. ¿Cómo te preparas a nivel personal, familiar y comunitario?

R: Hace un año, la Fuente de la Vida me otorgó un préstamo de 365 días, y en Rosh Hashaná, me detengo para reflexionar sobre cómo he utilizado ese préstamo. ¿He sido una buena inversión? ¿He aportado positivamente a mi comunidad, a mi familia y a mí mismo?

El mes de Elul, que precede a Rosh Hashaná, es un tiempo de preparación y auto-reflexión. A nivel personal, me esfuerzo diariamente por analizar mis acciones, mis palabras y mis pensamientos. Me pregunto a mí mismo: "¿Qué he hecho para ser una mejor persona? ¿He avanzado en mis objetivos espirituales y personales?"

 

En el ámbito familiar, nos tomamos el tiempo para conversar, reflexionar juntos sobre el año pasado y establecer metas para el próximo. Son momentos preciosos que compartimos como familia, en los que nos apoyamos mutuamente en nuestro crecimiento espiritual.

A nivel comunitario, la preparación para los Iamim Noraim es intensa. Hay clases para ayudar a nuestra comunidad a entender y conectarse más profundamente con estas fiestas. Además, organizamos eventos comunitarios para congregar y unificar a la comunidad en anticipación al Año Nuevo. Durante este período, hay una atmósfera especial, cargada de esperanza, anhelo de cambio y una profunda voluntad de empezar de nuevo, de ser mejores y de acercarnos más a nuestra esencia y misión en la vida.

 

P: ¿Qué deseás a los judíos uruguayos en el nuevo año?

 

R: Deseo que sea un año lleno de crecimiento. Que cada uno de nosotros sienta el impulso de superarse a sí mismo, reconociendo que la vida es un valioso regalo y no una mera competencia o carrera sin fin. Que nos esforcemos por fortalecer los lazos con aquellos que queremos y que profundicemos nuestro vínculo con el judaísmo y la espiritualidad que enriquece nuestra existencia. Que cada día nos brinde momentos de dulzura y plenitud, y que, en este nuevo año, encontremos un equilibrio perfecto entre la acción y la reflexión. ¡Shaná Tová, Ketivá veJatimá tová! 

 

P: Shaná Tová Umetuká Max, a ti, a Efrat y vuestros hijos, a toda la Kehilá y la colectividad uruguaya en general.

 

R: Muchas gracias.

Ana Jerozolimski
(17 Septiembre 2023 , 15:58)

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