Entrevistas

La visión de Daniel Vidart sobre Israel y los árabes

En memoria del gigantesco erudito, gran amigo de Israel y el pueblo judío, que acaba de fallecer, a los 98 años.

 

Con profundo pesar nos enteramos del fallecimiento de Daniel Vidart, antropólogo, estudioso e investigador de culturas y religiones, conocedor profundo de la política, una fuente inagotable de conocimiento. En este marco, debemos agregar algo quizás no por todos conocido: era un gran amigo del pueblo judío y defensor de Israel.

Tuvimos el honor de entrevistarlo en varias oportunidades a lo largo de los años, sobre una variedad de temas. Hoy, en su memoria, compartimos el resumen de una de las entrevistas que nos concedió sobre el tema árabe-israelí, Islam y radicalismos.

Era cuando hacía poco habían comenzado las revoluciones en el mundo árabe, de las que comprendió ya entonces no emergerían democracias. El Islam radical estaba representado en ese momento especialmente por Al Qaeda y Osama Bin Laden, además del régimen de los Ayatollas en Irán. Pero el Estado Islámico aún no existía. Todo lo que decidimos incluir en este resumen es sumamente actual.

Una gota en el mar de su conocimiento.

Siempre lo vimos como un gigante. Que descanse en paz.

Daniel Vidart, de bendita memoria
Daniel Vidart, de bendita memoria

 

P: Daniel, debo admitir que es difícil decidir por dónde empezar…podría entrevistarte durante horas y horas y llenar libros enteros...Pero inevitablemente, tengo que limitar el marco “de acción”. Empezaré pues combinando a Uruguay e Israel, desde un punto de vista muy concreto. ¿Cómo evalúas tú la forma en que se ve a Israel desde Uruguay? Y te lo pregunto porque  has escrito artículos con mucha información histórica que va más allá de interpretaciones  y de sentimientos subjetivos, y te has convertido con eso en foco de sendas críticas….

R:  Para empezar, deseo distinguir entre mi opinión y la de los ciudadanos del Uruguay  acerca de la legitimidad de la existencia del Estado de Israel. Es imposible intentar una evaluación   a ojo de buen cubero  para comprobar   si prima  un apoyo o un rechazo generalizado a su existencia. Pero me animo a decirte que, a mi juicio, la enorme mayoría de nuestros compatriotas no quiere ahogar en el Mediterráneo al pueblo que lo habita y las autoridades que lo rigen, como muchos islamistas, vehementemente, lo desean.

Si bien caben críticas, a veces más que justificadas a los frecuentes desaciertos del gobierno – que es un ente pasajero, distinto a la permanencia que reclama la viabilidad de un Estado-, negarle a Israel  un lugar bajo el sol constituye  un desatino. Nuestro país, representado ante las Naciones Unidas  por la persuasiva y elocuente oratoria  de Enrique Rodríguez Fabregat, un insigne compatriota digno de ser recordado, apoyó su creación a mediados del pasado siglo.

Los partidos tradicionales y sus dirigentes, casi unánimemente,  simpatizan con Israel. Buena parte de la izquierda lo fustiga, y a veces muy duramente, y no solo por sus procederes sino  porque lo consideran como un incondicional aliado del maléfico  “imperialismo norteamericano”. A veces las frases hechas valen más que todo un discurso.

Por mi lado, y en mi calidad de antropólogo que ha caminado por el mundo y conocido   distintas culturas, he puesto mucho interés en el estudio de la problemática política, económica y cultural - ésta incluye la vertiente teológica, a tener muy en cuenta- del Cercano y Medio Oriente. Mantuve, desde muy temprano en mi vida, contacto con buenos amigos musulmanes. Un hermano mío, que los frecuentó desde muy niño, aprendió  a hablar el árabe. Leí con ellos el Corán y discutimos acerca de los Pueblos del Libro y sus distintos monoteísmos. Me precio de saber algo más que el común de los compatriotas acerca del Islam. Fui, cuando dirigía el Departamento de Antropología de la Facultad de Humanidades, profesor de religiones comparadas. Poseo una bibliografía extensa sobre las civilizaciones semíticas – las de los árabes y judíos - que de continuo consulto. Pero no me considero un maestro en esta ni en ninguna materia, sino un perpetuo aprendiz.

Deseo intercalar aquí una  advertencia, Anita, para disipar inveteradas y frecuentes ignorancias. Se debe distinguir entre el Gran y el Pequeño  Yihad. Yihad, en árabe, significa   “esfuerzo” y no  Guerra Santa. El grande, al- Yihad al- akbar, se refiere al esfuerzo por ser mejores, al cultivo íntimo de las  virtudes. El pequeño esfuerzo, al- Yihad al-asghar, era el de la espada. Hoy es el de los mártires y  la bomba. Supongo que  Muhammad, el Profeta, el Misericordioso Enviado de Alá,  no podría concebir ni aprobar la espantosa y alevosa mortandad provocada por estas   carnicerías.   

Termino ya esta larga disquisición y prometo ser breve en las otras contestaciones. Como bien dices escribí el pasado año una serie de artículos sobre estos temas. Críticos furibundos han embestido mi persona y no rectificado mis afirmaciones, basadas en la cierta y no fabulada historia. Cuando dije que   no se censuraba públicamente   a los egipcios que ahogan con agua y gas a los cientos de palestinos que transitan a su país por los túneles abiertos desde la Franja de Gaza y, contrariamente, estallaba un escándalo cuando el gobierno israelí cometía una chambonada o un atropello – muertes incluídas-,  me acusaron de estar a sueldo del Mossad.  A mayor abundamiento, y tu bien lo sabes, el vilipendiado Muro, uno entre los muchísimos que no se nombran – Arabia Saudí levanta un murallón de casi dos  mil kilómetros  para detener a los  yemenitas, también musulmanes- evitó la reiteración de terribles  atentados terroristas. Estos, triste es comprobarlo,  fueron y son  sistemáticamente silenciados, y por ende no censurados, por los dinosaurios estalinistas que aún respiran entre nosotros y, lo que es peor, por la prensa, radio y TV “progresistas” del mundo.

P: ¿Cuál es el en tu opinión la forma más clara de explicar el por qué del vínculo entre el pueblo judío y la tierra de Israel? ¿Por qué te parece que continúa oyéndose tan a menudo esa idea de que los judíos son extraños, invasores, y los árabes, los autóctonos?

R: Palestina fue un nombre dado por los romanos, para mofarse de los vencidos judíos al recordar la antigua invasión de los pueblos del mar, los cretenses, llamados  filistinos o filisteos.  El Banco Palestino que funcionaba en el Uruguay  era un banco judío. En New York los judíos publicaban el diario Palestine Post que hoy se llama Jerusalem Post. Decir que los israelíes, pertenecientes a la etnia  de los antiguos hebreos, mas de una vez expulsados de su patria ancestral, como consta en la Biblia y lo confirma la historia, son unos intrusos, es un disparate. Creo haber explicado bien este tema  en un documentado escrito. Los judíos y los árabes, llamados palestinos a partir de 1967, como ellos mismos reconocieron  y yo trascribí en el mencionado estudio, compartían en el siglo XX, en el momento de crearse el Estado de Israel, un territorio que ojalá sea el escenario de un Estado Palestino, aun no existente pero que merece llegar a serlo y del Estado de Israel, que ya lo es y debe seguir siendo  de modo inalienable.

P: Medio Oriente está viviendo una época muy singular, que deja en claro que los problemas de la región no se deben a Israel, contrariamente a lo que durante décadas los gobernantes árabes intentaron demostrar. En tu opinión ¿lo que está pasando conducirá a democracias?

R: No hubo nunca democracia en los estados árabes o musulmanes que hoy están en ebullición. Lo que se plantea por poderosos  y temibles sectores islamistas es el retorno a las teocracias de la  Córdoba de los  omeyas y al Bagdad de los abássidas. Los  países islámicos sacudidos por la revolución de las redes, que provocaron sangrientas rebeliones de los de abajo, los eternos postergados,  no conocieron jamás un gobierno del pueblo para el pueblo. No imagino lo  que va a salir de todo esto. Siento olor a petróleo.

P: Me parece especialmente interesante que este grito por mayor libertad-independientemente del desenlace final que tenga-se da justamente en una época en la que la percepción general del Islam-que es por cierto la mayoritaria por lejos en la zona- sea la de una religión radicalizada. Pero el propio Corán tiene numerosas contradicciones internas, llamados a preservar la vida por sobre todo y a matar a quien piensa diferente..Esos choques internos se dan en muchos aspectos, en lo relacionado a la mujer, a su condición en la sociedad, a los castigos…En realidad, la voz cantante y extremista, la  presenta la minoría..y los musulmanes moderados o al menos que no aceptan que en nombre de Alá se exhorte al asesinato, se ofenden. Pero por otro lado, no se manifiestan contra los radicales..no tratan de imponerse. ¿Cómo caracterizarías tú al Islam, en base a todo lo que conoces  del tema?

R:  El Islam concebido al estilo tremendista de Ben Laden desde al-Qaeda , “La Base” en árabe, nombre  referido a la base de datos que manejaba aquel cuando en Afganistán trabajaba con la CIA,  es distinto al practicado por los indonesios, que no son árabes y sí musulmanes. El islamismo turco, soft al parecer, no es idéntico al que se empolla en las madrasas de futuros mártires en la Franja de Gaza. El islamismo de los  campesinos iraníes es mas tranquilo que  el de los radicales ayatolás. Pero, y es bueno traer a la memoria este recuerdo, cuando cayeron las Torres Gemelas hubo manifestaciones de júbilo en todo el mundo musulmán, sin distinciones.

P: ¿Crees que hay de por medio una guerra de civilizaciones?

R: No creo en la guerra de civilizaciones. Debemos temer, si,   el violentismo teológico-político de los fedayines, o sea los  “autosacrificados” palestinos, uno entre los tantos grupos terroristas  que procuran reinstalar, a sangre y fuego, los Califatos de otrora en la vieja Europa, y, de ser posible, en todo el mundo. Cuentan, entre otros recursos, como amenazaba Mu´ammar al-Qaddâfi, con los prolíficos vientres de sus mujeres para instalar un Estado Islámico en un país europeo a mediados del siglo.

P: Hablemos de Irán…y su claro intento de inserción en América Latina..

R: No podemos olvidar el sistemático desconocimiento  de los DD.HH.  practicado  por una teocracia arcaizante. ¿ Por qué callar los crímenes de un gobierno que desea incinerar a los judíos, realizando un Holocausto en forma, ya que niegan el practicado de los nazis?¿ Por qué no censurar mediante altavoces internacionales a un régimen que  mata a los disidentes, que lapida a las pobrecitas mujeres violadas como si fueran las culpables de ese delito, que ningunea de modo feroz al género femenino, que asesina a los homosexuales, que mete presos a los artistas ,literatos y cineastas que no lo aplauden, que  muestra al mundo, televisión mediante, como una muchacha disidente es ahorcada por un forajido adicto al gobierno en una manifestación contra una sanguinaria tiranía? Lo malo de todo esto es   que los hacedores de la opinión pública  y decenas de  gobiernos  autodenominados  políticamente correctos no le pidan cuentas a estos sátrapas, callen sus fechorías  e invoquen el relativismo cultural para no meterse con sus sacrosantas costumbres. Al proceder así, al barrer la mugre debajo de la alfombra, revelan un infeliz  desconocimiento de principios fundamentales para la perduración virtuosa de nuestra especie. Poco saben de antropología y menos de respeto a la vida, que es un valor universal.

Ana Jerozolimski
(14 Mayo 2019 , 16:32)

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