Ana Jerozolimski / Directora Semanario Hebreo JAI

Editorial

Encendamos la luz. Lo precisamos.


Tal como afirma una de las canciones de Janucá, la fiesta judía que comienza dentro de pocos días, una de las más hermosas del calendario hebreo, basta con una pequeña luz para poner fin a la oscuridad. Cada uno de nosotros es una luz pequeña pero juntos, una luz sólida y firme, que derrota a la oscuridad.

El pueblo judío vive momentos nada sencillos. El antisemitismo va en aumento en diferentes partes del mundo, no tiene reparos en manifestarse públicamente y también sociedades libres son escenarios de incidentes violentos. En los últimos días se multiplicaron los casos registrados en Estados Unidos, pero ha pasado en Londres, en Bélgica, Francia y muchos sitios más.

Las raíces de la intolerancia y el odio han ido cambiando. Entre blancos supremacistas, neo-nazis y radicalismo islámico, el resultado es una mezcla venenosa que preocupa a comunidades judías por doquier. Y el mundo libre no siempre es capaz de lidiar con el flagelo debidamente.

El primer paso es llamar a las cosas por su nombre. Cuando es antisemitismo, pues no hay que buscar otras formas de llamarlo.

Un tema clave, aunque no haya sido el notorio en los últimos ataques antisemitas, es el odio a Israel, disfrazado de antisionismo, como discrepancia supuestamente legítima con la política de turno del gobierno israelí. Pero de hecho, detrás, y ni siquiera escondido, está el deseo de negarle a Israel, el judío entre las naciones, lo que tienen otros: el derecho a existir y vivir en paz y seguridad.

Claro que ante eso, venir con la luz de velas de Janucá, con la esperanza que inspira la luz, puede sonar ridículo. No es el mensaje con que se convencerá de nada a los antisemitas llenos de odio. Pero la luz no es para ellos. Es para nosotros.

El pueblo judío tiene experiencia en ello. Luchar contra la adversidad y salir adelante. Empujando por hacer y aportar, por corregir e iluminar, contra viento y  marea. No tenemos otra opción que seguir haciéndolo.

En Israel, en medio de los complejos desafíos internos, la lucha contra el terrorismo, las sospechas de corrupción del Primer Ministro, la sociedad dividida y demasiado discutidora y las crecientes diferencias socio-económicas, está el empuje por seguir adelante. El voluntariado. La participación de minorías en la vida nacional. El aporte a la humanidad a través de tecnologías y emprendimientos humanitarios que recuerdan constantemente que Israel no está ni quiere estar solo.

Mientras escribimos estas líneas, quizás hay alguien en algún lado preparando otro ataque antisemita. O algún terrorista planeando un atentado contra la población israelí. Y en este mismo instante, tecnología de energía solar israelí está funcionando en varios países africanos, en decenas de aldeas donde antes no podían prender la luz. “Innovation Africa” instaló sus paneles en numerosos puntos del continente, con la energía llegó también el agua, la posibilidad de guardar vacunas en la heladera y tanto más.

En este mismo instante, equipos humanitarios israelíes, de IsraAid y otras organizaciones, se encuentran en lugares que tiempo atrás sufrieron seriamente por catástrofes naturales, y ayudan a la población a recuperarse, a retomar la vida normal. Cuando ya se fueron los reflectores de la prensa, se quedaron allí, para ayudar.

Y voluntarios israelíes están instalados desde hace años en Grecia y Alemania, ayudando a refugiados sirios que se salvaron de la guerra en su país. A recuperar normalidad…sí, con el “enemigo” al que les habían enseñado a odiar.

Y en comunidades judías en diferentes partes del mundo, también por cierto en la nuestra, instituciones trabajan para mantener viva la llama. No sólo de la vida judía sino de su expresión como “Tikun Olam”, el aporte a una sociedad mejor para todos.

Así ha sido desde siempre, también en medio de la adversidad.

Es como un dibujo que circuló días atrás por las redes, de los legendarios mensajes de Dry Bones, que solían salir en el periódico israelí en inglés The Jerusalem Post, siempre con un mensaje. “El verdadero mensaje de Januca no es que la luz haya durado ocho noches”, dice el personaje central de estas tiras, con una vela encendida en su mano. “El verdadero milagro es que la luz haya durado….más de 2.000 años”.

¡Feliz Janucá!

Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(18 de Diciembre de 2019)

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