En comunidad

Con Lucas Fiszman, el profe de Ídish de la Kehilá

Un encuentro en el presente con el ídish de la mano de Lucas Fiszman.

 ¿Qué querías ser de grande cuando eras niño? Seguramente que un lingüista, no.  No, ni un poco. No me interesaba tanto la lengua. Leía, sí, bastante, pero no es que Lengua en la escuela me gustara mucho. Recuerdo que le pedí varias veces a mi madre que me enseñara a hablar en alemán, que era la lengua en la que ella se comunicaba con su mamá y sus tíos, la lengua que se escuchaba de fondo en mi casa, pero ella nunca quiso. 

Cuando era chico quería dedicarme al cine, y más específicamente a la animación. Fui a una escuela de cine infantil desde los 9 años, y cuando empecé la facultad para estudiar cine tuve como materia Semiología, me gustó, y preferí irme a estudiar Letras para hacer la orientación en lingüística. 

 ¿Cómo fueron tus primeros vínculos con el ídish?

Es dificilísimo responder esto. En mi casa no se escuchaba nada en ídish, excepto una palabra que usaba mi papá, pipik, para referirse al estómago del pollo, pero yo no sabía que esa palabra era en ídish. Solamente existía como algo medio oculto, con un matiz negativo, como algo que había hablado mi abuelo paterno. No se lo mencionaba pero sí se transmitía cierta representación de rechazo, o de vergüenza. Además, entre mis amistades y los ámbitos en los que circulaba no había nadie que tuviera familiares que hablaran ídish.

Uno de los primeros contactos fue en 2003, cuando paré en la casa de una amiga de mi viejo en París, que casualmente está casada con un idishista y tiene un hijo y una nuera idishistas. El marido no estaba, pero sí pasaron el hijo y la nuera, hablaban en ídish entre sí y con sus hijas. (En estos momentos estoy haciendo un curso con la nuera y otro con el marido). Otra cosa que me pasó tiempo después fue que escuché a una mujer cantando en ídish al final de la película El abrazo partido, y como estudiaba alemán desde hacía unos años, pude entender bastante por el parecido, pero era extraño y atractivo (ahora sé que esa actriz era Rosita Londner, una figura importantísima en el teatro ídish). Y más tarde hice un trabajo para la facultad acerca de representaciones sobre el ídish en una comunidad jasídica de Buenos Aires. Había algo que me había empezado a intrigar, que surgía principalmente por percibir mucho rechazo hacia la lengua. Si tan mal hablaban del ídish, algo interesante tenía que haber. 

 ¿Cuándo fue tu descubrimiento del ídish como interés y como objeto de investigación? 

Fue después de ese trabajo, a fines de 2006. Por suerte en la facultad tuve una docente, hoy colega, Susana Skura, que ya había empezado a abrir el terreno para investigar, y me apoyó y habilitó muchísimos espacios desde el comienzo. Así que en 2007 empecé a estudiar en la fundación IWO, y también a participar en proyectos de investigación. Terminé la carrera y, hasta ahora, seguí estudiando e  investigando.

¿El ídish te ha juntado con gente de todas partes del mundo? 

Sí, con el ídish conocí (y conozco) gente hermosa: docentes, estudiantes, hablantes, recordantes, cantantes… Con el tiempo se convirtió en el idioma de preferencia al encontrarme con hablantes de ídish, y si bien al principio no me vinculaba con ningún recuerdo de mi vida de ningún tipo, porque no forma parte de mi historia, hoy sí es parte de mi identidad, y hablar o solamente escuchar ídish me despierta placer.

Con respecto a teatro en ídish, vi en filmaciones y en algunas representaciones que se hicieron en Buenos Aires, como las de Rafael Goldwaser o Shane Baker, y en el Yiddishpiel de Tel Aviv. 

  ¿Cuáles son tus autores de referencia en ídish?

Es difícil porque, por un lado, hay una infinidad y, por otro lado, tampoco leí tantísimo todavía. Sí sé que en puestos muy privilegiados estarían Itzik Manger,  Zalman Schneour, H. Leyvik y Gebirtig, pero sigo conociendo autores y autoras, y a medida que conozco más,más me gustan más.

 ¿En qué pensas pensás que se equivocaron los pioneros en Israel a la hora de tomar el hebreo como idioma nacional y desestimular el estudio del ídish?

Pienso que no se equivocaron en nada, sino que fueron muy consecuentes con su plan y, desde su perspectiva,  tuvieron éxito casi implacable. Claramente no estoy de acuerdo, como no estoy de acuerdo con ninguna política que pretendaimponer el monolingüismo ni la persecución a la diversidad lingüística. Yo mismo, hace no tantos años, fui criticado en la calle en Tel Aviv por estar hablando en ídish. La crítica (casi ataque) provenía de una persona joven, algo que solo puedo entender por la profundidad con la que penetró esa persecución y demonización del ídish, algo que además no pasó en forma tan marcada con el resto de las lenguas que hablaban quienes llegaron a la región.

De todos modos, no se le puede endilgar al Estado de Israel la responsabilidad exclusiva de la retracción del ídish en ámbitos laicos a nivel mundial. Dentro de Israel también hubo resistencia, y de diferentes modos siempre hubo sectores que siguieron hablando en ídish, o investigando, o actuando. El ideal monolingüe de la perspectiva nacionalista no es una creación del sionismo político sino que emula estrategias nacionalistas que ya se habían dado en Europa en el siglo XIX. Lo llamativo de la política lingüística del Estado de Israel (y de los sectores hebraístas desde antes de 1948) es que se haya buscado imponer una única lengua que no era la lengua materna de nadie, y el principal foco de ataque fue la lengua materna de sus sectores dominantes. Sin embargo, esto se puede tornar comprensible si se considera, como plantea con mucha claridad la investigadora Naomi Seidman, que el ídish ya arrastraba para gran parte de sus hablantes una representación degradante, de lengua débil y, por sobre todo, de lengua feminizada: durante varios siglos el ídish fue considerado “simplemente” el habla de las mujeres y de los hombres que no estudiaban hebreo y arameo. Era principalmente para las mujeres (y “para los hombres que se comportan como mujeres”) que se publicaba en ídish. Recién en el siglo XIX empieza a haber un movimiento reivindicatorio del ídish y una búsqueda de legitimidad de parte de sus hablantes. Entonces, entiendo que se puede percibir que esa lectura debilitante de ídish presente en los círculos del sionismo político (con algunas excepciones) se vinculaba también con una continuidadhistórica de opresión a la lengua y sus hablantes.

 ¿Qué sentis sentís cuando caminas por la calle en cualquier ciudad del mundo y escuchas ídish? ¿Te ha pasado o más bien en círculos académicos?

No tengo registro de que me haya pasado. Caminé por Mea Shearim, un barrio ultraortodoxo de Jerusalén, porque supuestamente iba a escuchar hablar en ídish, pero… ni una palabra. Sí me ocurrió que llegué a la terminal de ómnibus Jerusalén, tenía que ir a la Biblioteca Nacional, y no sabía de qué lado de la avenida tenía que tomarme el bus… Como no hablo hebreo, le pregunté a un religioso si hablaba ídish para que me explicara. Si bien me dijo que sí, no podía expresar en ídish algo tan sencillo como “en esta parada”, es decir, parecía tener una obligación de hablar ídish, pero en realidad ya se manejaba solo en hebreo. Por suerte había una persona mayor en la parada que escuchó, me dijo dónde esperar el bus, y le explicó en hebreo al hombre que no había sabido darme indicaciones.

Más allá de eso, poder hablar en ídish con otras personas me implica un goce, y soy consciente de que por mi edad y mi hábitus suelo ser yo quien despierta cierta intriga y atracción en otros y otras hablantes de ídish, por lo general personas mayores que no se esperan algo así y tienen avidez de compartir alguna palabra en ídish, volver a hablar.

 ¿Cuántos diarios se editaban enídish en la Argentina en el siglo XX?

No te puedo decir un número exacto porque no es mi área de trabajo ni tengo ninguna publicación confiable accesible, y por otro lado ocurre que hay publicaciones que duraron muy poco tiempo, además de que por lo general se tiene registro de las publicaciones que se hicieron en Buenos Aires y no tanto de publicaciones de otras partes del país. Sí hubo dos diarios que tuvieron bastante peso y duración, Di yidishetsaytungy Di prese, y también hubo un desprendimiento (no recuerdo de cuál) que fue Di folkshtime, que no duró tanto pero fue significativo por ciertas figuras que publicaron ahí. Justo en este momento participo en un proyecto para rescatar las notas que publicó allí Paul Zech, un autor alemán exiliado en Argentina que,al ser opositor a Hitler, no ingresaba en la comunidad de origen alemán de Buenos Aires (que mayoritariamente apoyaba al régimen nazi), lo que lo llevó a publicar en la prensa en ídish.

Vos sos profesor de ídish y vas a dar clase en Montevideo on line, ¿qué les dirías a los futuros alumnos?

El proyecto de dar clases online surge este año como una estrategia para suplir las limitaciones que implica el confinamiento actual. Desde 2018 estuvimos dando clases en la Kehilá por un acuerdo con la Fundación IWO de Buenos Aires. Primero viajamos distintos docentes, y el año pasado estuve a cargo de las clases, que se dictaban cada dos semanas. Ante la pandemia, decidimos empezar a dar clases de manera online a partir de fin de mayo. Tiene la enorme ventaja de que puede participar gente que no necesariamente esté en Montevideo, o que tenga dificultades para trasladarse, y además nos posibilita tener todas las semanas dos clases, una para principiantes, y otra para estudiantes con conocimientos previos. Tiene las desventajas de que se pierde el contacto, por ahora permite tener clases más limitadas que si fueran presenciales, perdemos interacción entre estudiantes, y yo me quedo sin comer pamplona, sin poder caminar perdiéndome por las calles de Montevideo, y sin traerme mi requesón.

 

Muchas gracias, Lucas por compartir con Semanariohebreojai tu saber.

 

 

 
 

Janet Rudman
(16 Mayo 2020 , 20:02)

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