Janet Rudman

Janet Rudman

Me gusta leer y escribir. Encontré en la lectura y la escritura una forma de canalizar mi esencia. Leo con la misma pasión con la que tomo café. Me gusta escribir sobre historias mínimas. He trabajado en varios proyectos editoriales uruguayos que construían identidad judía: Kesher, TuMeser, Jai y ahora formo parte del staff de SemanariohebreoJai.

Columna de opinión

El sicario

Yo me dedico a matar gente. Soy sicario. Pero no soy un asesino, libero a la gente de su tediosa vida. Ellos firmaron con la empresa dónde trabajo un contrato años antes, dónde especificaban cuándo querían morir, y cómo.

Mariana había hecho un contrato que decía que a los ochenta y dos años  quería morir si estaba viva aún. Esa es la principal condición para llevar a cabo mi laburo. Los clientes pagan mensualmente y no saben si su contrato se va a cumplir.

Cuando Mariana hizo el contrato, yo era joven y estudiaba. No para ser sicario, sino contador. Me quedé sin trabajo porque se sustituyeron a los contadores  por  robots.  Me llegó una solicitud en una red social que se llama Weyet. Pedían gente honesta y que le gustara el trato con la gente. Yo envié un video grabado con mis gustos y preferencias.

Nunca pensé que iban a solicitar ese perfil para un sicario. Porque en definitiva, eso soy. Me mandaron un archivo con los antecedentes de Mariana y yo tenía que planificar como matarla según sus preferencias.

Mariana había contratado a la empresa porque su familia era muy longeva y sentía que quería terminar con su vida antes de ser una carga para sus hijos. Le pareció mucho más ingenioso buscar a una empresa que ofrecía una muerte segura e indolora. Le descontaban todos los meses la cuota de la caja de jubilaciones bancaria. No sabía que era más milagroso  si pagar una cuota para que la mataran o que todavía la caja tuviera fondos. Hacía treinta años que amenazaba con quebrar.  Ella se había jubilado a los setenta y la esperanza de vida era de ochenta y ocho años para las mujeres y ochenta para los hombres.

Leí su historia con mucha atención. Yo tenía que urdir una trama para llegar a ella sin decirle quién era. Ella había elegido morir de una sobredosis de medicamentos o con una inyección letal indolora.

Me gusta conocer a los clientes a quién les voy a ofrecer el servicio previamente, sin que ellos lo sepan. Así que vi su dirección en el archivo y decidí espiarla. Era una mujer muy enérgica, ágil, bonita, para sus años. Sus arrugas demostraban que había vivido con entrega. No entendí por qué quería morir o si había un error en el archivo y en realidad, iba a matar a alguien que quería permanecer en este mundo.

Me conecté con la empresa por una pulsera con la que nos comunicamos y grabé mis dudas.  Tal vez ella pagaba el servicio y se había olvidado que lo había contratado hacía muchos años cuando se ocupó de varios familiares con demencia senil.  

Un bus sin chófer la arrolló mientras cruzaba Avenida Brasil en la mitad de la calle. El mundo había cambiado, los buses andaban solos, la gente se comunicaba por pulseras pero Mariana  tenía la pésima costumbre de cruzar por dónde estaba prohibido. Por lo cual no tuve que matarla. Murió, a la edad que ella estipuló en el contrato.

 

Janet Rudman
(23 de Julio de 2020 a las 09:09)

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