Él puede vivir a asado de tira, yo a sushi. Cuenta su dieta basada en carne como si viviera en la edad de piedra. Va a morir de sobredosis de mate, cuando viajamos lleva como mínimo dos kilos en la valija y nos paran en todas partes, menos en Uruguay. Yo soy fan del café, conozco muchas cafeterías de mi ciudad, ya no cuento las tazas que tomo por día. Recorre todo Buenos Aires para comprar mezclas de café especiales yo ni siquiera le compro la yerba, es él quien lo hace hoy día. Una vez, hace mucho tiempo, yo hacía las compras y su marca preferida faltó de la góndola, y se enojó mucho porque le compré una yerba con mucho palo.
Él es enorme, mide más de un metro ochenta y yo no alcanzo el metro cincuenta y cinco. Sus manos son enormes, con ellas me toca el pelo y me acaricia en los lugares más inusitados. A la hora del sexo, somos como dos planetas bien distintos que emprenden una competencia de quién le proporciona más placer al otro. Me encantan los besos en las orejas, él los detesta. Amo charlar de nimiedades después de hacer el amor, abrazados, a él le encanta ducharse en seguida y a mí quedar tirada en la cama impregnada de su olor.
Cómo le gusta dormir por la mañana, los fines de semana se levanta al mediodía y yo a la mañana bien temprano. Se acuerda de mi cumpleaños y todos nuestros aniversarios, yo uso el calendario de google para todas las fechas. Él es tan ordenado, su sector de la biblioteca tiene los libros por orden alfabético de autores, el mío es un caos absoluto.
Su máximo deporte lo hace con el control remoto, yo hago ejercicio durante una hora y media de lunes a viernes. Tiene un metabolismo muy rápido, a diferencia del mío que como cualquier cosa y engordo. Ama mirar partidos de rugby, fútbol y competencias de deportes desconocidos, yo solo miro los partidos de la selección argentina de fútbol. Puede discutir en portugués, francés, inglés, italiano, yo me arreglo con el inglés del secundario y con un lenguaje de señas inventado por mí.
Pertenece al team invierno en twitter, nunca una bufanda o un gorro y yo considero la calefacción central un artículo de primera necesidad, tan así que me llaman “abrigadita”.
A él le gusta ir de vacaciones a lugares de playa, a mi me fascina recorrer ciudades. Se tira en una reposera con un trago y yo camino de acá para allá a la búsqueda de una clase de zumba. Tiene un GPS incorporado y yo no encuentro nunca la habitación en los hoteles. Detesta preguntar a la gente de lugar, yo amo pedir indicaciones con el riesgo de que me manden en la dirección opuesta.
Es capaz de repetir frases de “El Aleph” de memoria y yo no me acuerdo el nombre de la novela que leí ayer. Es directo, va al punto y yo doy más vueltas que la calesita. Prefiere siempre la verdad por terrible que sea y yo justifico mis mentiras en intentos inútiles de evadir conflictos.
Es un genio con la tecnología y yo soy incapaz de configurar un celular nuevo. Es incapaz de hacerme bullying y yo lo peleo a la menor posibilidad de demostrar superioridad. Su amor es incondicional y el mío está lleno de condicionales.
Va por la vida con una seguridad en sí mismo que me sedujo desde el primer día que hablé con él.