Ruben Kurin

Ruben Kurin

Soy Ruben Kurin, trabajé desde los 14, un día me di cuenta de que tenía más de 60 y pensé que necesitaba un cambio. Siempre me gustó escribir y quise dedicarle más tiempo a temas que me interesaban,  aprendí idiomas, informática, filosofía y  historia, Ahora puedo escribir y expresarme. Soy feliz porque considero que lo que no disfrutamos es tiempo perdido.   

Columna de opinión

Robando comida

¡Señora Rubencito cuando me voy a descansar hace un paquete con comida y se lo roba!


Corría el año 1953 yo tenía 8 años e iba a la escuela “Estado de Israel”. Cursaba el 3er año en aquel colegio público de la calle Carabelas que nuestro país nos había hecho el honor de bautizarla con el nombre del novísimo estado.


“Off the record”  mis padres  decían nos mudábamos tanto debido a las humedades de las casas y eso no estoy en condiciones para darle veracidad así que sigo con mi historia. Mi madre preocupada de lo que le había contado la empleada le ordenó que la próxima vez que yo haga esto me siguiera. Los  niños de mi edad andábamos en la calle sin peligro alguno y esto lo digo para que no pareciera que mi familia vivía en otro planeta, sino que el tema seguridad era otro.


Como órdenes son órdenes parece que me siguieron porque a la noche cuando vinieron mis padres de trabajar encontraron a la empleada en un mar de lágrimas contagiándole a mi madre el llanto. En la calle Burgues quedaba y hasta hoy está el “Residencial Israelita” que hoy es una institución para adultos mayores, pero antes era su nombre algo así como “Asilo para huérfanos y ancianos”, era allí a la que yo llevaba el paquete con comida.


Por supuesto que esta historia me la contaron veinte años más tarde o más, ante alguna similitud con algo que había pasado en esa actualidad, no sé, pero este relato me trasladó a mis ocho años para pensar el porqué de aquella actitud solidaria mía.


Si había algo bueno en este Uruguay era que todos teníamos derecho a la escuela pública que siempre fue y lo sigue siendo gratuita y obligatoria.
Los pudientes o ricos, pobres o hijos de obreros, blancos, negros, judíos, gallegos o tanos se nos distinguían por una cosa, la igualdad que nos daba esa belleza de vestimenta que consistía en una túnica blanca con una gran moña azul adornando nuestro pecho como prendida al corazón.
Recién en el secundario quienes aspiraban más alto elegían la enseñanza privada para sus hijos porque el nivel económico se los permitía o concurrían a los colegios religiosos que también eran pagos y por cierto bastante más caros.


Allá en mi escuela me hice de dos amiguitos que eran en su comportamiento diferentes y como los niños tienen una percepción especial para seleccionar amistades se ve que yo noté algo raro.Es que sí existía esa diferencia, ellos vivían en el llamado “Asilo de huérfanos y ancianos”.
Lo que voy a contar ahora no lo recuerdo bien, pero me fue relatado por mi madre como dije varias décadas después. Era para ellos la comida que "robaba" en casa.Mis amiguitos y compañeritos de clase tenían una historia de abandono y si bien no pernoctaban en el asilo, como eran judíos e hijos de padres divorciados a cargo de los abuelos que solamente le daban albergue en horas de la noche.
De estos dos niños hablaré en una historia aparte porque merece ser contada completa y de todo eso me acuerdo a la perfección hasta de sus caras y sus nombres Samuel y Lucho, lo que para mí se borró totalmente fueron las escapadas al asilo a llevarles comida.


¿Por qué no lo encuentro en mi memoria? Ese es todo un misterio.

Ruben Kurin
(22 de Noviembre de 2021 a las 15:33)

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