Hay algo especial sobre ciertos lugares, que despiertan en uno ciertas sensaciones que no se sienten necesariamente en otros. Hay lugares que despiertan recuerdos, otros emociones y algunos los dos.
En nuestra porción semanal de lectura de la Torá, Jaiei Sará, leemos sobre un lugar que su nombre mismo describe lo que representa y despierta en el corazón de toda persona consciente: Jevrón (Hebron).
Primero un poco de contexto: Sará nuestra matriarca fallece a los 127 años y Avraham, su esposo, nuestro primer patriarca, compra un terreno para allí sepultar a quien fue la madre de todo judío hasta el fin de los tiempos.
Eligió la Cueva de Majpelá en Jevrón.
Sin entrar en demasiado detalle sobre la adquisición (con 400 monedas de plata) y las razones por la elección de esa cueva (allí están enterrados Adam y Java, el primer hombre y la primera mujer), el mismo nombre del lugar ya nos dice todo lo que precisamos saber como hijos y herederos de Avraham y de Sará: Jevrón viene de “jibur” unión y composición y “javer” amigo.
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Cuando ves a un grupo de personas, con frecuencia vas a ver más lo que los distingue que lo que comparten. Lo que los separa se siente más que aquello que los une.
Y después te enteras que son hermanos, fueron concebidos por la misma madre.
Ahí ya caen las divisiones, ahí ya no ves diferencias; ahí es cuando ves una misma fuente que desemboca en distintos lugares, una unidad expresada en distintas personas y una esencia que une hasta cuerpos separados y distintos.
Jevron nos recuerda y nos despierta a la realidad, que, como lo dice su nombre, y como lo expresa el hecho de que nuestros patriarcas y matriarcas yacen allí: somos uno.
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Este Shabat es uno especial ya que se lleva acabo en Nueva York, en cercanía al Ohel (el lugar de descanso del Rebe) y “770” (su sinagoga en Brooklyn) la conferencia anual de los Emisarios del Rebe de Lubavitch de todas partes del mundo, el Kinus Hashlujim.
La sensación que genera el estar en un lugar y zambullido en un ambiente que representa verdaderamente la unión y la fraternidad, el amor y la dedicación sincera al prójimo sin importar dónde ni cómo sea que se encuentre, es difícil compararlo con otra cosa que no sea “Jevrón”, la ciudad de los patriarcas, la ciudad de la hermandad, la ciudad de la unión.
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Este año, es el año de Hakhel. Es tiempo de introducir un poco más de “Jevrón” en nuestras vidas y transformar nuestros hogares en “mini Jevrónes” dejando que los patriarcas se sientan allí en casa al ver la unión y hermandad entre todos sus habitantes: sus hijos e hijas.
¡Lejaim!
Shabat Shalom,
Mendy
