Las piedras se peleaban. Todas querían el mérito de estar debajo de la cabeza de Iaacov Avinu, nuestro patriarca Jacobo, cuando se acostó a dormir por primera vez en años, en camino a lo de Labán su tío para allí casarse y formar la base del pueblo judío.
Nos cuenta el Midrash, que milagrosamente las piedras se unificaron y se volvieron una sola piedra, y sobre ella Iaacov descansó su cabeza.
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Es el año de Hakhel, y al aprender esto en la parashá de esta semana, no podemos dejar pasar el mensaje claro que nos deja, y exige, este relato, que, para mi, contiene dos enseñanzas, por lo menos:
1) Si bien es muy noble querer ser “la piedra” sobre la cual descansa el tzadik, el milagro fue, que entendieron, que hay algo más importante: dejar que Iaacov descanse. Imaginemos la situación donde las piedras no se unieran: Iaacov, el mismísimo patriarca servidor de Di-s, a quienes ellos quieren servir, se queda sin el descanso que precisaba, por sus deseos de ser “el que” ayudó a Iaacov a descansar.
El mensaje aquí es claro, aunque cuesta: no se trata de ti, sino de la misión. ¿Queréis de verdad a Iaacov? Entonces ponte al costado, ponte al servicio de y haz lo que se espera de ti. No busques honores, méritos, y ni hablar privilegios. Enfócate en tu razón de ser y avanza en ese camino.
Es muy fácil distraerse, y hasta justificarlo bajo el lema de que “es una razón noble y sagrada”. Pero, cuando se trata de cumplir con la tarea, con llegar al objetivo real, ninguna excusa, ninguna sirve.
2) Las piedras lograron su cometido y también sus nobles deseos, al unirse entre ellos. Separados, dejaban a Iaacov sin descansar y quedaban afuera de tener el mérito especial que buscaban.
A través de la unión entre ellos, para cumplir la misión, lograron más de lo que esperaban.
La enseñanza aquí también es muy clara: sólo unidos llegaremos a destino. Sólo unidos, aunque a veces cuesta, lograremos lo que Di-s espera de nosotros. Lo que nuestros antepasados esperan de nosotros, lo que nuestros hijos esperan de nosotros. Lo que el mundo espera - de verdad - de nosotros.
Porque sólo si estás dispuesto a que Iaacov descanse sobre otro, podes esperar a que descanse sobre ti.
Sólo si hacemos lugar y celebramos el éxito del prójimo en lograr sus objetivos, es que veremos bendición y éxito en lograr los nuestros, y más importante aún: los de Él.
¡Lejaim!
Shabat Shalom.
Mendy