Basado en la vida de Janet Rudman
Son las 8 de la mañana. Una pastilla para la presión blanca y otra celeste para la urticaria. ¿No me olvidé de nada? Empiezo el día con el colágeno para la rodilla, que se toma en ayunas con un vaso de agua.
Las últimas semanas me dediqué al turismo médico. Visité 4 médicos de diferentes especialidades. Una doctora me insistió en que me diera dos veces por día un baño con avena, maicena y aceite de girasol en una bañera. Si no tenés bañera, comprate un bañito inflable.
Solo tengo ducha, pero si tuviera… ¿Quién iba a limpiar la bañera después de ese engrudo? Le dije si, muchas gracias, compré los medicamentos y las cremas que me recetó. También me dio unos consejos absurdos sobre cómo vestirme: no lana, no polyester, no colores oscuros, solo algodón. Me visualicé con un equipo de pantalón y remera blanco, sin campera, por el invierno montevideano. Fue una maratón de boludeces por minuto, que me costó bien cara. Me prohibió las frutillas, los cítricos, todos los condimentos y por último el chocolate. Salí de ahí y llamé a Previsión para hacerme socia.
Tomo más medicamentos que mi mamá que tiene 90 años. ¿No habrá algún mantra que me desintoxique? No tolero más de levantarme y pensar qué medicina me toca. Para peor, siento que todo lo que me pasa es culpa de mis kilos de más. Cuándo estaba flaca, todo era mejor, el cielo era más azul, el pasto más verde y yo era más feliz en los probadores de los shopping. Ayer fui a Sisi a comprarme una calza y tuve que cerrar los ojos frente al espejo para no llorar. El cardiólogo me dijo que si adelgazaba mi presión bajaría y mi salud mejoraría.
Lo más bizarro fue que me preguntaron si hacía mucho deporte y la verdad es que voy al gimnasio con gran esfuerzo. Trato de hacer una exigida clase de gimnasia, que a duras penas logro completar. Me mandaron un examen de orina, sin haber hecho gimnasia, 24 horas antes. ¿Yo, mucha gimnasia? Todo mi grupo de las 10 reiría de manera ininterrumpida por un par de horas.
Cuando le pregunté a mi querida doctora por qué no podía bajar de peso como hace 10 años, me dijo que “ya tenes más de 50”. Y yo que me creí lo que dijo mi hija cuando cumplí 50: “que los 50 eran los nuevos 30”. Pero parece que mis exámenes médicos hablan por sí solos. Prometo ante Dios y ante el Universo que saldré de esta maratón de medicamentos.