por Ianai Silberstein
Fuente: tumeser.com
Las elecciones celebradas el martes 17 pasado en Israel obligan a algún tipo de reflexión, aun cuando uno se ubica más como lector que como entendido en el tema. Los cambios en Israel han sido tan vertiginosos y radicales en los últimos treinta años que es difícil, a menos que uno se dedique al tema, entender qué está en juego en cada elección. Uno tiende a anclarse en los viejos y tradicionales partidos, los mismos que todavía hoy, anacrónicamente, determinan buena parte de la vida comunitaria en el Uruguay; pero la realidad es muy otra: no sólo el Likud ya no es lo que fue, el Laborismo está menguado y la izquierda más extrema casi extinguida. El malabarismo electoral es tal que en cada elección hay que volver a dibujar el mapa partidario; además de ver exactamente quién integra cada lista a la Kneset.
Aclarado el punto acerca de mi falta de expertisse, me remito a los resultados escrutados a menos de veinticuatro horas del cierre de las urnas. Como bien dijo la periodista Ravit Heicht en Haaretz, “en esta elección no hay ganadores”. (https://www.haaretz.com/israel-news/elections/.premium-will-lieberman-go-all-the-way-with-his-promise-to-take-down-netanyahu-1.7858090).
Escuché los dos discursos post-escrutinio: la mesura de Gantz es un contraste notorio con la negación de Netanyahu. Este último se sabe acorralado, limitado, censurado; pero aún no se reconoce perdedor. Todos dicen que sus recursos de “mago” se han agotado pero me temo que todavía tiene galeras de donde sacar algún conejo enclenque. Por otro lado, Gantz sigue apostando a crecer en estatura política e imagen, más aún en comparación al empequeñecido Netanyahu (bajó de 39 a 32 bancas); sabe a quién representa, y por eso, por sobre el tema seguridad (tres ex Jefes de Estado Mayor en los cuatro primeros lugares de la lista es elocuente de por sí), acomete el tema cultural y social, lo que nuestros hermanos argentinos llaman “la grieta”. En ese sentido, el suyo es un triunfo. El artículo de Yossi Klein Halevi que tradujimos para TuMeser explica ese “triunfo”.
Sin embargo, mirando el mapa electoral en grandes bloques, el panorama sigue resultando inquietante. En primer lugar, porque excepto un gobierno de unidad nacional, ninguno a priori está en condiciones de armar un gobierno. Un gobierno de unidad será poner dos elefantes en un bazar: ¿cuánto durarán sanos el bazar y sus contenidos? Los egos en juego son enormes. De modo que la gobernabilidad del Estado de Israel en este momento es precaria.
En segundo lugar, el bloque de “derechas” suma casi el 50% del electorado; es irrefutable. Eso sin sumar el partido de Liberman, que no es precisamente izquierda y fue socio de Netanyahu por años; hoy es una incógnita. Con él, Netanyahu está en condiciones de ser gobierno y por mucho tiempo. El “centro” por otro lado no llega al 30% del electorado, y aun sumando a la “izquierda”, sólo llega al 35%…
En tercer lugar, la sorpresa de la elección fue la lista unificada de los partidos árabes en todos sus matices: sus trece mandatos representan más del 10% de los votantes, pero sumados a una posible coalición centro-izquierda con Gantz a la cabeza, tampoco permite que ésta llegue a una digna mitad del electorado. Hoy suman más escaños en la Kneset los partidos árabes que los ultra-ortodoxos.
Cuando muchos en Israel, en EEUU, y en todo el mundo temían el ascenso irresistible del fundamentalismo religioso, quienes han venido a ocupar su lugar en este país, Israel, son sus minorías árabes. Si hoy son el 10% de la Kneset, su límite no se detiene hasta ser el 20%, en concordancia con su porcentaje demográfico. Así como la influencia jaredí incide en el estilo de vida de la mayoría de los israelíes de “centro” (incluyendo todos los “centro”, sea izquierda o derecha), la influencia árabe, en un Estado democrático, se hará sentir; también supondrán una carga para la economía, y su exención militar no es discutida por nadie. En pocas palabras, la ironía no tiene límites.
Aun si llegara a tener mayoría, ¿se aliaría Gantz con la lista unida árabe? Para tener mayoría precisa a Liberman y a los árabes, un shidaj difícil para cualquiera.
Las elecciones resultan fascinantes como espejo fiel de la composición social de un país, aun un país complejo como Israel. Hubo una limitación del crecimiento de la derecha fundamentalista y religiosa que sostuvo a Netanyahu estos diez años, pero no surgió una alternativa. Surgió una lista árabe unida fuerte. Son paradojas del juego democrático. Habrá que ver cómo se resuelve la ecuación.
La lectura esperanzada me resulta muy débil y frágil. Sigo siendo escéptico en el corto plazo. Como sea que se resuelvan las cosas, la fragmentación de Israel es tan profunda que dificulta cualquier gobierno; más aún siendo un sistema parlamentario. La falta de un líder de estatura épica, que una lo dividido, no parece real. Ya nadie podrá cantar “Bibi Melej Israel” porque en realidad lo que está faltando es un “David Melej Israel”. Mientras tanto, un ejército y una economía poderosas amalgaman lo que la política divide. Pasa en los más grandes países europeos, por qué no en Israel. Como dijo Tal el jugado de básquet-ball Brody en 1977, “estamos en el mapa”. O como decíamos cuando éramos niños, Israel es un país como todos.