Bendita sea su memoria.
En la madrugada de este miércoles 9 de octubre, Iom Kipur, falleció Gaby Fleiss. Tras una larga lucha de varios años contra el cáncer, con altibajos, muchas esperanzas y unas impresionantes ganas de vivir, el mal pudo más. Su cuerpo sucumbió finalmente ante lo grave de la situación. Pero su alma no se rindió jamás.
Gaby era un ser especial. No por querer seguir viviendo, sino por lo que hizo con su vida a pesar del duro desafío con el que tenía que lidiar. Y nada de lo que se escriba y diga de ella es porque ya no está físicamente con nosotros, sino porque se hizo digna de cada palabra con su actitud, don de gente y ganas constantes de aportar al prójimo.
La conocimos hace unos años como escritora, por sus libros infantiles. Sabíamos que había estado enferma, que de hecho iba a tener que estar atenta siempre al resurgimiento de la amenaza, pero recordamos cuánta vida irradiaba, cuán fuerte era su decisión de abrazarse a la vida. Ante todo, por su amado Daniel y el hijo de ambos, Uriel. Nos cuesta hoy pensar en la sonrisa amplia y pícara de Uriel, apagada hoy por el dolor.
Gaby era una apasionada por la vida comunitaria judía, trabajó muchos años en la Kehila, y al mismo tiempo, estaba íntimamente vinculada con la sociedad en general, buscando cómo aportar a todo nivel. Lo hizo a través de sus hermosos libros infantiles, varios de los cuales precedieron a su autobiografía “Los años sin lágrimas”, dado que viajaba con avidez a distintas partes del territorio nacional y por supuesto también en Montevideo, contando a los niños en escuelas sobre los personajes que había inventado, los secretos detrás de cada uno y por qué amaba tanto leer y escribir.
Y lo hizo también con el singular proyecto voluntario Mimochi que junto a seis amigas, todas miembros de la colectividad judía uruguaya, llevó adelante, entusiasmando a mucha gente a organizarse para donar una mochila con todo los útiles necesarios para el año escolar, que entregaban en diversas escuelas públicas. Gaby, al igual que sus compañeras, contaba al respecto y se sentía su profundo amor, su felicidad al ver las caritas de los niños.
Ella y sus amigas se manifestaban siempre agradecidas cuando mostrábamos interés por el proyecto y por difundir lo que hacían. Y nosotros pensábamos que los agradecidos deben ser todos aquellos cuyas almas tocaron con esas ganas de ayudar. Y sin duda, Gaby era un clave nervio motor.
En su memoria, publicaremos en la sección Comunidad, un resumen de algunas de las entrevistas que le realizamos a Gaby a lo largo de los últimos años, así como una nota que ella misma escribió sobre Iom Kipur en comunidad. Ya han salido en la edición impresa de Semanario Hebreo. Quisiéramos que queden plasmadas también en la web.
Ante la profunda tristeza causada por la noticia de su fallecimiento, quisiéramos rendir homenaje a Gaby, una gran mujer, un ser humano hermoso por fuera y por dentro, abrigando la esperanza que desde la morada de los Justos en la que seguramente ya se encuentra, pueda ver a sus seres queridos seguir adelante, dolidos por cierto pero inspirados por ella para una vida con significado y contenido.
Dicen que la gente de bien, los Justos, los Tzadikim, mueren en Shabat. Gaby murió en Iom Kipur, que en la terminología judía es considerado Shabat HaShabatot, el más sagrado entre todos los días de Shabat. No es casualidad.
Bendita sea su memoria.