Agradecemos al Rabino Eliezer Shemtov que compartiera estas palabras con nosotros que están publicadas en la Revista Kesher.
Buenas tardes, Don Miguel”, dijo el líder de la delegación. “Vinimos aquí para solicitar su ayuda para la institución Gomlei Jésed. Ayudamos a centenares de familias con sus necesidades más básicas.”
“Miren”, dijo Don Miguel con un rostro muy serio. “Agradezco el honor que me extienden con su visita, pero debo decirles que llevo una gran carga familiar. Mi hermano perdió a su esposa y se quedó con diez hijos y sin un centavo para pagar su escolaridad. Mi hermana se divorció hace poco y su marido no le pasa nada para sus hijos. Todo esto, además de lo que cuesta atender a mis padres, que son muy viejitos…”.
“Pero, ¡con todo respeto, Don Miguel! exclamó, incrédulo, el Sr. Epelbaum. Tengo entendido que Ud. a ellos no los ayuda con nada...”.
“¡Exactamente! Entendió bien”, replicó Don Miguel con expresión triunfal. “Si yo no ayudo a mi propia familia, ¿por qué pretenden que los ayude a Uds.?”
Hace poco fuimos convocados por los dirigentes de la Fundación Tzedaká del Uruguay con el objetivo de compartir con nosotros un informe de su trabajo. Es realmente impresionante ver la dedicación y profesionalismo de ese grupo de voluntarios y profesionales, quienes trabajan para mejorar las condiciones de vida de centenares de familias e individuos.
Una vez finalizada la presentación, intercambiamos ideas en cuanto a cómo lograr una mayor recaudación.
Ideas no faltaron, por supuesto. Cuando hay dos judíos, hay tres opiniones... especialmente en cuanto a lo que el otro debería hacer. La conclusión fue que hay buscar la manera de educar al público en cuanto al significado y valor de la Tzedaká. Tzedaká no es un impuesto; es un haber. Una de las adquisiciones más grandes que uno puede obtener en la vida es la satisfacción de haber utilizado sus recursos para fines más nobles que la mera satisfacción personal de placeres efímeros.
Les comenté que hacía tiempo que estaba con la idea de publicar un libro titulado: 1001 maneras diferentes de decir “No”, y los invité a todos a compartir la autoría con sus experiencias personales recogidas en las trincheras del fund-raising....
Después me quedé pensando en una modificación del título: 1001 maneras de decir “No”, y cómo transformar los “No” en “Sí”.
No creo que ese libro llegue a ver la luz del día. Sea como fuere, lo que es importante es evaluar por qué le cuesta tanto a la gente responder positivamente cuando se le pide ayuda.
Sin duda hay más de una explicación. Creo que uno de los motivos principales por el cual el individuo no responde positivamente ante los pedidos por ayuda es por una cuestión de poder y baja autoestima. Cuando viene alguien a pedir una contribución con una causa, el individuo piensa: “A mí este no me va a sacar lo que pretende. ¿Quién se cree que es? ¿Quién cree que soy yo? Yo voy a ganar esta contienda. A mí nadie me va a ganar”.
No se trata de que le guste o no gastar: lo que no le gusta es ceder.
Ese mismo “amarrete” gasta sin pensarlo dos veces cuando se trata de una cuestión de placer o status. Pueden perder fortunas en la timba sin pestañear, pero cuando le pedís por una causa noble, te dará una de las 1001 excusas.
¿Cómo se explica esa contradicción de actitudes en una misma persona? Quizás es porque cuando dilapida fortunas en el casino es una manera de expresar su poder. Es tan poderoso que puede derrochar millones al santo botón sin pestañear. Pero cuando alguien le viene a plantear un deber cívico, expresa su poder diciendo : “No. Este no me vas a sacar nada. Soy más poderoso y hábil que él”.
Es importante entender esta dinámica para poder lograr ayudar no solo a la persona que necesita recibir el dinero, sino a la persona quien necesita adquirir el gusto de darlo.
El que dice “no”, muy a menudo es un débil que necesita prepotear al que percibe como más débil y pisoteable. Al enseñarle a decir “sí”, se logrará que él sea verdaderamente fuerte aprendiendo a decir “no” a su propio instinto de decir “no”...
Nuestros sabios lo expresaron de una manera muy sucinta: más de lo que el rico hace por el pobre es lo que el pobre hace por el rico. El rico le da al pobre nada más que algo material y limitado, mientras que el pobre le da al rico la oportunidad de crecer espiritualmente.
En el año 2011, el entonces director nacional de la DGI, Cr. Eduardo Zaidensztat, promovió la iniciativa de la “educación impositiva” en las escuelas. La idea consistía en lo siguiente: "A través del juego, explicarle a los niños por qué es importante que sus padres exijan sus facturas y qué se hace con la plata de sus impuestos", explicó.
“En un tema de valores éticos y morales que hay que inculcar a los niños, que son los mejores difusores, de manera de tratarlo en el mediano y largo plazo. Cuando éramos chicos no conocíamos la palabra medio ambiente ni ecosistema. Después de varios años, hoy nuestros hijos nos repiten a nosotros los problemas del medio ambiente y del ecosistema".
La idea es tan simple como brillante:
La gente actúa en base a lo que siente. Uno no puede sentir lo que no entiende, y no puede entender lo que no conoce. Hay que empezar por informar a la gente de los conceptos que seguramente desconocen o a los que no prestan suficiente atención.
Y ese cambio de actitud hay iniciarlo a nivel escolar.
Lo mismo se aplica a la Tzedaká. La reacción natural cuando a uno le piden es: “¿Por qué habría que darle yo a otro el dinero generado por sangre, sudor y lágrimas?”
Si bien uno puede tratar de convencerle del valor y la importancia de la solidaridad y de preocuparse por el prójimo, encontrará mucho menos resistencia y más aceptación si logra mostrarle que es —en definitiva— para su propio beneficio: cuánto más da, más recibe. No se trata de un gasto, sino de una inversión. ¡Con retorno infinito y eterno!
¿Cuáles son los beneficios personales que uno percibe al dar Tzedaká?
Hay más de una respuesta. Depende con quién uno esté hablando. El punto aquí es que, cuando uno va a pedir, debe pensar no solo en cómo lograr obtener una donación para ayudar a un tercero, sino cómo ayudar al potencial donante mismo a tener el placer de dar.
Quiero concluir agradeciendo a todos los avisadores de Késher, quienes nos acompañan con su Tzedaká generosa y hacen posible que esta publicación cumpla con sus objetivos educativos y comunitarios, número tras número.
Que el Todopoderoso los bendiga con éxito en todos sus emprendimientos, y que estén siempre entre los que pueden dar y no entre los que necesitan pedir.
A todos nuestros lectores (tanto los que ponen avisos como los que no...):
¡Felices vacaciones!
Fuente: Revista Kesher