Janet Rudman

Janet Rudman

Me gusta leer y escribir. Encontré en la lectura y la escritura una forma de canalizar mi esencia. Leo con la misma pasión con la que tomo café. Me gusta escribir sobre historias mínimas. He trabajado en varios proyectos editoriales uruguayos que construían identidad judía: Kesher, TuMeser, Jai y ahora formo parte del staff de SemanariohebreoJai.

Columna de opinión

Hablemos de amor

¿Queda algo por decir?  Como decía Gabriel García Márquez, un escritor debe tener una escopeta para matar los lugares comunes. Cuando estás enamorado  ves la vida con optimismo. Sentís que el mundo te pertenece,  solo porque recibiste un audio de ese compañero de trabajo  que  stalkeas  full time.  Te pregunta cualquier cosa y vos te hiciste toda la película.  Te falta decidir en qué parte del jardín vas plantar el árbol de jazmines. Ya estás en una casa  en el Prado. No te dio un beso y vos ya te imaginaste al golden que te ladra al llegar.  Apenas te dirigió la palabra cuando lo tocaste como quien no quiere la cosa. Pasaste por su mesa de trabajo para buscar  tu cuarto café del día.  ¿Te invitará a salir o no? De ahí a la casa en el Prado falta una vida. Que sea morocho de ojos verdes con cara de despistado, no quiere decir que no  huya del compromiso. Te pensas que porque trabaja en tu oficina no puede desaparecer. Error. Ahora está de moda el ghosting. Salís dos meses con un tipo y se lo traga la tierra. Y vos te quedas como una pelotuda enganchada.

Hay diferentes tipos de amores. Los imposibles, a los cuáles la literatura ha dedicado páginas y páginas. Al no cristalizar, no pasan por la disyuntiva de quién baja a tirar la basura, cambia el rollo de papel higiénico o repone la última bebida fría de la heladera. Tienen la dosis de misterio y pasión de lo inaccesible. El mundo está plagado de relaciones bizarras. D. salió con A., un tipo separado que no ofreció una toalla de baño para secarse luego de ducharse. La obligó a compartirla. Eso le pasó una vez, porque la segunda vez  D. fue preparada con toalla, jabón y jabonera.  El señor aducía que su empleada contaba las toallas y como estaba recién separado y no quería que supiera que una mujer se duchaba en su casa. Todo muy romántico. D.  podría dar un Master en relaciones bizarras.

Los amores verdaderos sobreviven a la etapa del enamoramiento, en la que pensas que encontraste a un tipo que se ríe de los mismos chistes, que le gusta Woody Allen y los Beatles. Cuando tomas conciencia que lo que  cuenta es la buena comunicación y un proyecto en común, ya entendiste de qué va el amor real. Te conformas con ver After Life en Netflix mientras tu pareja mira Criminal Minds. Siempre existieron los amores clandestinos. Gente que lleva una doble vida. Hay hombres o mujeres que no salen del placard  y sufren el conflicto.  Existe la fantasía de  que hoy la gente es más auténtica, está de moda fluir y estar  en contacto con nosotros mismos.  ¿Acaso no aburre fingir? Porque estar en la piel de otro es como andar de taco alto todo el día, maquillada y con chaqueta. ¿A quién no le gusta llegar a su casa, ponerse las chancletas, tirarse en el sillón a ver Netflix o a leer un buen libro?

En estos días de  confinamiento sumamos incertidumbres. Lo que cuenta es la paciencia con nuestros compañeros de morada. Los miedos y las fobias se potencian. Se valoran mucho más las cosas sencillas de la vida: el café, un buen libro, una película que nos llegue al alma. Tengo chocolate y tengo twitter. Sé que los amores de novela no existen, pero cada vez que concilio el sueño me puedo inventar uno. Quién sabe, si me acuerdo cuando me levanto, puedo escribir un cuento e immortalizarlo por siempre.  

Janet Rudman
(23 de Abril de 2020 a las 16:42)

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