Lo celebramos con el testimonio de una diplomática israelí en Egipto
El 26 de marzo de 1979 se hizo historia, al suscribirse el primer Acuerdo de Paz entre Israel y uno de sus vecinos árabes, Egipto, que había sido su mayor enemigo en el campo de batalla, amenazando su existencia misma. Cuatro décadas han transcurrido desde entonces y a pesar de ser la relación fría a nivel popular, ni un tiro se ha vuelto a disparar. La importancia de la paz entre ambos países es inconmensurable y tiene enorme valor estratégico.
Este 10 de diciembre se cumple un nuevo aniversario de la entrega del Premio Nobel de la Paz al Primer Ministro de Israel Menajem Begin y al Presidente de Egipto Anwar el-Sadat por la firma de los acuerdos de Camp David que de hecho precedieron a la firma del tratado de paz.
Para celebrar la fecha, volvemos a publicar una entrevista que cuando la realizamos, nos tocó el corazón.
Cuando se cumplieron 30 años del acuerdo de paz, nos contactamos telefónicamente con la embajada de Israel en El Cairo, para entrevistar a Shani Cooper-Zubida, en aquel momento de 31 años, portavoz de la embajada, para quien Egipto era su primer destino diplomático. Fue una apasionante conversación sobre las dificultades del cargo y al mismo tiempo, el amor por Egipto, donde nacieron las hijas de Shani y su esposo Jaim, abogado, que trabajaba en el Consulado.
Hoy Shani es la Embajadora de Israel en Ghana, con responsabilidad también ante Sierra Leone y Liberia. Hace unos meses, al cumplirse 40 años de acuerdo de paz ,volvimos a contactarnos con ella, quien accedió gustosa y emocionada a compartir con nosotros sus sentimientos ante la singular fecha de los 40 años de la paz con Egipto. Este es su resumen.
"Diez años después de haberme desempeñado en mi primer cargo en el exterior, como vocero de la embajada de Israel en El Cairo, estaba yo en una fila de embajadores, como Embajadora de Israel en Ghana, cuando alguien se me acercó y se presentó: “Mucho gusto, soy el Embajador de Egipto en Ghana”. En un segundo, se me llenaron los ojos de lágrimas de emoción. Egipto volvió a mí en todo su esplendor: el idioma, el orgullo, los sabores, las vivencias. No creo que pueda revivir nunca más aquella misión. Todo era pionero. Cada paso que dábamos y cada evento de los pocos que logramos producir, eran innovadores.
Era el Egipto de Mubarak. El Egipto previo a la revolución. Llegué allí como egresada del curso de cadetes de la Cancillería, con mi esposo. Y durante tres años enteros no dejamos de maravillarnos de la belleza y el esplendor del lugar.
No nos fue fácil. Vivimos situaciones difíciles y en muchas oportunidades los egipcios no cooperaron con nosotros y no nos permitieron dejar la marca de la “normalización” en las relaciones.
Recuerdo que una vez visité la redacción de uno de los periódicos y se me acercó una joven periodista egipcia. Me preguntó : “¿Eres israelí? Nunca vi a una israelí”. Vi el asombro en la expresión de su rostro, cuando entendió que somos seres humanos, como ella. Y una vez el jefe de información internacional en uno de los grandes diarios de Egipto, tras una larga época de trabajo conjunto, no apareció a una reunión que habíamos fijado en su oficina y cortó todo contacto con nosotros. También hubo quienes fueron interrogados muy duramente por la Asociación de Periodistas y hasta fueron llevados a juicio en dicho marco, por haber participado en eventos que organicé en mi casa.
La verdad es que en la embajada pensábamos que eran “años difíciles”. Muchas veces comentábamos que habríamos querido servir en Egipto en los años inmediatamente posteriores a los acuerdos de Oslo, cuando las relaciones florecieron y se abrieron puertas. Pero luego de la revolución entendimos, retroactivamente, qué privilegiados habíamos sido. El Egipto de hoy, si bien a nivel político es mucho más amigable con Israel que antes, es un lugar en el que resulta muy difícil servir. Los desafíos se convirtieron en obstáculos concretos en el camino por el cual se intenta forjar la amistad entre los pueblos.
A pesar de las dificultades, para nosotros aquella fue una época romántica. El hecho de vivir en un país que estaba tan cerca de Israel y al mismo tiempo an lejos de la vivencia israelí, el hablar el idioma árabe que tanto nos gustaba, todo eso nos imbuía de una sensación mágica durante los tres años en los que servimos allí.
Criamos allí a nuestra familia. Nacieron nuestras dos hijas, Tamar y Shajar, que hasta hoy cuentan orgullosas que nacieron en Egipto. Además, Tamar nació un 6 de octubre, una fecha significativa en las relaciones entre Israel y Egipto (A.J: fue la fecha del inicio de la guerra de Iom Kipur en la que Egipto atacó por sorpresa a Israel). Tiene una mancha de nacimiento sobre la rodilla, triangular, que parece una pirámide. Y siempre sentimos que es como una marca de fábrica que dice “Made in Cairo”.
Los 40 años desde la firma del acuerdo de paz con Egipto, simboliza para nosotros-la generación que sólo conoció paz con Egipto-nuestro propio nacimiento. Desde el 2013 no volví a El Cairo, pero Egipto me habla desde todos los rincones. Mi abuelo trabajó en el Consejo de Obras Públicas de Israel (Ma´atz), que planificó la embajada erigida allí a comienzos de los años 80. Cuando ya debía llegar a Egipto a supervisar la construcción, se enfermó y falleció. Yo llegué en su lugar. Y luego llegará mi hija. El Cairo está siempre en nuestro corazón".