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Promesas, Promesas... - Modera el Ascetismo - No Era el Momento - El Beit Hamikdash (2)

No. 163

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Horario de velas en Montevideo, Viernes  29/07  17.43 hs.

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PROMESAS, PROMESAS…

Por Yossy Goldman

Siempre me intrigó la forma tradicional en que los comerciantes de diamantes cierran un trato. Se dan la mano y dicen "Mazal u Beraja" (buena fortuna y bendición). Una vez que se dijeron esas pocas palabras, el negocio esta hecho y tiene todo el poder de una transacción legal y contractual.

Es un tributo a la fraternidad de los diamanteros que en esta industria una palabra sea una palabra. En algunas otras industrias, aun un contrato no vale el papel en el que está escrito. Aquí, la palabra hablada se considera vinculante e irrevocable.

La parashá de esta semana, Matot, comienza con el mandato sobre la santidad de nuestras palabras: 

"Moshé les habló a los jefes de las tribus de los israelitas, diciendo: Hashem ordenó lo siguiente: Cuando un hombre hace una promesa ... no debe profanar su palabra, sino debe cumplir todo lo que haya dicho." (Bamidbar 30:2-3)

Una palabra es una palabra. Promesas son promesas. Y las palabras que pronunciamos son sagradas e inviolables. Si descuidamos lo que decimos, hemos profanado y desecrado nuestras palabras. Es por este motivo que mucha gente es cuidadosa de agregar las palabras "bli neder" (sin promesa) cada vez que dicen algo que puede ser interpretado como una promesa, de forma que si se encuentran impedidos de cumplir lo que expresaron que tenían como intención, esto no constituiría la ofensa grave de violar la palabra dicha. Esto, por supuesto, de ninguna forma disminuye el cuidado que tenemos por nuestras palabras, y de la necesidad de cumplir con nuestra palabra aun si uno estipuló que no era una promesa.

La pregunta es: ¿Por qué este mandamiento fue dado a los "jefes de las tribus"? Seguramente esto se aplica a cada uno de nosotros. La respuesta simple es que dado que los líderes son los que usualmente hacen mas promesas, son ellos los que necesitan tener el mayor cuidado.

Los políticos son famosos por sus promesas en las campañas que, una vez que son electos, raramente se cumplen. Cuentan de un candidato que prometió bajar los impuestos si era electo. Tan pronto como asumió el cargo, aumentó los impuestos. Cuando fue emplazado por la gente por su promesa incumplida, el admitió que había mentido. El inocente electorado pensó que esta era realmente una confesión genuina y rápidamente decidieron que este era el político mas honesto que habían tenido. Realmente podemos ser ingenuos.

Se han publicado muchos libros sobre la ética en los negocios. A pesar de que hayan muchísimas leyes y matices en este tema, al cabo del día, la prueba de fuego de la ética en los negocios es "¿mantuviste tu palabra?" ¿Cumpliste con tus compromisos o los eludiste y evitaste? No tiene ninguna importancia como otras compañías se estén comportando. Importa poco si nuestros competidores son corruptos. Debemos honrar nuestras promesas y esa es la base de todo.

Tanto en nuestras relaciones de negocios o en las promesas de tzedaká que hacemos a la sinagoga u otras obras benéficas, nuestra palabra debe ser nuestra garantía. Aun si estamos preocupados por los costos financieros inmediatos, podemos estar seguros que con el paso del tiempo, la reputación que adquiriremos hablando con la verdad y manteniendo nuestra palabra, más que compensarán las perdidas temporales.

Deje las palabras propagandísticas para los políticos. La palabra de un judío debe ser sagrada.

 

MODERAR EL ASCETISMO

"Los descendientes de Reuvén y Gad tenían abundancia de ganado." (Bamidbar 32:1)

Estas dos tribus querían vivir como pastores porque esa ocupación conduce a un estilo de vida meditativo. Moshé inicialmente se opuso a la propuesta porque sabía que, hasta el arribo de la Era Mesiánica, la intención de D-os es que nos enfrentemos al mundo físico —e incluso luchemos en él si es necesario— con el objeto de depurarlo y elevarlo. Moshé accedió tras estipular que ellos primero ayudarían a sus hermanos a conquistar la Tierra de Israel. La experiencia de enfrentamiento al mundo material aseguraría que su posterior regreso al pastoreo no derivara en una huida de la realidad.

Del mismo modo, no debemos ver como una molestia frustrante el tiempo que estamos obligados a pasar elevando y depurando las tareas rutinarias del mundo. Por el contrario, debemos verlas ante todo como nuestra verdadera misión divina y, segundo, como la clave para asegurar que nuestro estudio de la Torá, nuestros rezos y nuestro cumplimiento de los mandamientos de D-os se lleven a cabo con las más puras y apropiadas de las intenciones.

Reshimot 51; Likutei Sijot, vol. 33, pág. 198.

Números (Bamidbar) 30:2 – 36:13

La novena sección del libro Números comienza con el momento en que Moshé se dirige a las cabezas de las tribus (Matot, en hebreo) para enseñarles las leyes de promesas y juramentos. Luego continúa con la narrativa histórica de los acontecimientos ocurridos durante el último año del viaje del pueblo judío por el desierto hasta que se prepara para cruzar el río Jordán hacia la Tierra de Israel.

La décima y última sección del libro Números comienza con el repaso de los viajes (Masei, en hebreo) del pueblo judío desde Egipto hasta la frontera con la Tierra de Israel. Continúa con instrucciones de D-os relativas a la inminente entrada y conquista de la tierra.

NO ERA EL MOMENTO

Por Yerachmiel Tilles

La comunidad jasídica de Polonia estaba en shock. El famoso Rebe, Rabí Moshé de Lelov decidió viajar e instalarse en la Tierra de Israel. ¿Qué harían sin su líder?

Los jasidim más cercanos contaron que cuando el Rebe era un niño, su padre, Rabí David de Lelov, le dijo: "Yo no he tenido el mérito de conocer la Tierra de Israel, pero tú debes ir allí. A través de tu servicio Divino en el lugar, lograrás apresurar la llegada del Mashíaj y la Redención".

En su camino recorrió muchos pueblos y aldeas. Incluso Rabí Israel de Ruzhin le solicitó que esperara y después de un tiempo emprenderían juntos el viaje. Rabí Moshé se negó: "Mi barba blanca me impide aguardar".

Entre sus discursos jasídicos, Rabí Moshé contó sus planes: "Cuando llegaría a Jerusalem se dirigiría al Kotel (Muro de los Lamentos). Allí haría sonar el Shofar, haciendo temblar a los mundos superiores. Llevaría consigo el vaso de Kidush de su maestro, el Jozé de Lublín, que poseía una santidad incomparable que le permitiría realizar grandes milagros. "¡No me moveré de allí hasta que llegue el Mashíaj!", anunció.

Después de despedirse se embarcó con su familia hacia la Tierra Santa. Luego de un largo viaje, arribaron a Eretz Israel. Se dirigieron a Jerusalem.

Cuando se aproximaron a los portones de la ciudad, el precioso vaso del Jozé se deslizó, cayó entre las rocas y se hizo añicos.

Trataron de seguir su camino, pero repentinamente Rabí Moshé se enfermó severamente. Decidieron esperar hasta que se recuperara. Pero su salud seguía deteriorándose. En pocos días sintió que su alma abandonaría este mundo. Pidió a su familia que lo transportara al Kotel. Así lo hicieron, pues veían que se acercaba el fin.

Pero cuando se acercaron al Kotel y casi lograban su cometido, un grupo de árabes comenzó a arrojarles piedras y a duras penas lograron escaparse y salvar sus vidas.

Rabí Moshé de Lelov falleció en el año 1851, a los 72 días de haber arribado a Eretz Israel, sin poder apresurar la llegada de la Redención, pues desde el Cielo indicaron que aún no había llegado el momento. Su cuerpo descansa en el Monte de los Olivos, cerca del profeta Zejariá.

Sin embargo, el Rebe de Lubavitch nos indicó que somos la última generación del Galut y la primera de la Redención. ¡Sólo está en nosotros acercar la llegada del Mashíaj a través de nuestras buenas acciones y Mitzvot!

 

EL BEIT HAMIKDASH (1)

Por Mendy Hecht

¿Cúal era (o es) el significado del Templo?

Hoy en día, cuando deseas espiritualidad, buscas dentro de ti o alrededor tuyo, y vas a un rabino para que te ayude a reconocer lo que encontraste. La espiritualidad esta dondequiera que uno la busque. En otra época, no obstante, la espiritualidad era escasa esparcida un poco por aquí, un poco por allá, y estaba concentrada principalmente en un lugar físico. Cuando uno deseaba conectarse espiritualmente, podía ir  a ese lugar: el Templo. El Santo Templo era el lugar en donde la presencia de D-os en el universo podría ser apreciada físicamente.

Cuando el templo estaba en pie, D-os era real para todos. Para encontrarlo, solo había que viajar a Jerusalén y conectarse con él en su Templo. El Templo era un símbolo de D-os: majestuoso, magnífico e imponente porque D-os es majestuoso, magnífico e imponente. Era el lugar sagrado de D-os y a todo lo que “D-os” significa: responsabilidad, moralidad, ética, amor, compasión, humildad. Era un lugar en el que uno encontraba espiritualidad: los  Cohanim servían silenciosamente con un temor a D-os más allá de palabras, los Leviím que cantaban movidas canciones del amor hacia D-os, los peregrinos refinando su relación con D-os, las maravillas, los sonidos.

Con la destrucción del Segundo Templo, D-os cambió su modo de  interacción con el universo. Hasta la destrucción, el Templo era la ventana a D-os; la espiritualidad tenía un hogar físico en Jerusalén.

Con destrucción, D-os quitó temporalmente el templo de su localización geográfica y lo colocó dentro de nosotros. En vez de viajar a Jerusalén, D-os quiso que lo encontráramos en nuestra Jerusalén interna. Ahora, nuestros cuerpos son nuestros templos, nuestras almas son nuestras ventanas, nuestras mentes son nuestro Cohanim y nuestros instintos animales son nuestros sacrificios. No podemos ofrecer los sacrificios tres veces por día, pero podemos rezar tres veces al día. No podemos atender a los servicios del templo tres veces diarias, sino que podemos golpear ligeramente en nuestras almas tres veces al día. No podemos lograr expiación para nuestros defectos sacrificando animales, sino que podemos sacrificar nuestros animales internos — nuestras hormonas, nuestras lujurias, nuestros deseos, nuestras atracciones animales. No podemos encontrar a D-os en Jerusalén; debemos encontrarlo en nosotros.

Si los tiempos del templo era principalmente D-os que bajaba hacia el mundo, en los tiempos del exilio somos nosotros los que debemos elevarnos, dentro de este mundo.

Éste es el plan maestro de D-os. Primero, una abrasadora y dramática exposición y revelación de divinidad, tangible y palpable en la realidad diaria, física. Después, él cambia esto por una experiencia interna, personal, privada, forzándonos a buscarlo hasta hallarlo, trayendo toda la creación  con nosotros. Juntas, las dos experiencias ponen la base para el tercero y ultimo Templo — una etapa que sintetizara ambas direcciones de la espiritualidad. Una era en la cual la presencia de D-os en nuestros corazones y mentes y en el mundo físico se compenetrara para alcanzar una nueva realidad: la era de Mesiánica.

 

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