Janet Rudman

Janet Rudman

Me gusta leer y escribir. Encontré en la lectura y la escritura una forma de canalizar mi esencia. Leo con la misma pasión con la que tomo café. Me gusta escribir sobre historias mínimas. He trabajado en varios proyectos editoriales uruguayos que construían identidad judía: Kesher, TuMeser, Jai y ahora formo parte del staff de SemanariohebreoJai.

Columna de opinión

La narguilá que atravesó medio mundo

Yo quería ir al casamiento de mi primo Nathan. Era el penúltimo en casarse del grupete de primos. La última era yo. Quería verlo en el altar, pisar la copa, escuchar los aplausos  y el  “mazel tov”. Teníamos tantos recuerdos de infancia juntos. Él me dio mi primer pico a los diez años. 

Habíamos quedado los 2 solos, todos se habían ido a la playa. A nosotros nos dolía la panza porque habíamos hecho una competencia a ver quien comía más pan con grasa. Él ganó. Comió 7 y yo 4. Hacía un calor de aquellos, nada de aire acondicionado. Estamos tirados cada uno en una hamaca paraguaya. Se me acercó y me dijo muy serio:

—¿Alguna vez te diste un beso en la boca con alguien?

— No.    

—¿Querés?

—Y sí,

Se me acercó y me besó. La verdad es que no me gustó nada de nada. A los  15, lo perdí de vista porque hizo aliá con sus padres y su hermano Alan. Me acuerdo como los abuelos lloraban porque su hija “Dorita” tan mimada, emigraba a Israel con una mano atrás y otra adelante. Aprendió hebreo, consiguió trabajo y aunque siempre extrañaba Uruguay, la tía Dora se adaptó. Cuando alguien viajaba, le llevaba yerba Canarias, que no se conseguía allá y galletitas Bridge. ¿Quién podía extrañar las galletitas Bridge? 

No tenía un mango para el viaje. Me había metido en un préstamo bancario para comprarme un departamento. Ya era hora, no me bancaba más pagar alquiler. Viajar, había viajado bastante. A Israel había ido varias veces, fui con Tapuz, con Birth right, hice Majón, hasta me consiguieron un curro en la Sojnut para acompañar grupos. Conocía Europa, Tailandia, hasta a Machu Pichu había ido.

Mamá se ofreció a pagarme el pasaje, porque sabía que era muy importante para mí. Pero me pagó el más barato. Iba a Buenos Aires, después a San Pablo, a París por 10 horas y luego a Tel Aviv.  El viaje demoraba 36 horas, pero yo estaba decidida a hacerlo. Era toda una aventura y hacía 3 años que no iba más lejos que a Floripa.

Yo trabajaba en el área de Marketing de Oca y estábamos en un proceso de ingeniería organizacional. Era necesario presentar un proyecto a la Gerencia y nos dividieron en equipos. Mi equipo lo integrábamos  Anita, Jorge y yo. Con Anita compartimos cursos y capacitaciones por mucho tiempo. Jorge había ingresado a la empresa hacía seis meses. Como yo vivía sola, nos reuníamos después del trabajo en casa. Anita, se iba lo antes posible, tenía un bebe de 8 meses. Para hacerla corta, no sé  qué pasó con Jorge. Yo siempre decía que dónde se come no se caga, pero pasó y punto. Él estaba separado hacia 3 meses, no sé cómo me banqué los sms de la mujer. Por suerte, no había whatsapp en esa época. Me enamoré como una pelotuda. Mal yo. Yo sabía que no era buena idea meterse con un tipo recién separado.  Teníamos una química muy especial. Nos gustaba fumar marihuana y también narguila con algunos gustos que me habían traído unos amigos de Israel.

Jorge estaba enloquecido con la narguila. Me rogó que le trajera una de Israel. A la ida, fue un viaje super emocionante, hasta me fui a pasear por París, me compré un sándwich de baguette y me senté a comerlo frente al Sena. En Israel, pasé de maravillas.  Mi familia me llevó a pasear a mis lugares preferidos. Comimos en el puerto de Tel Aviv, fuimos de compras al Shiuk de Jerusalem, y por supuesto pedí mi deseo en el kotel.  

El casamiento fue en una hermosa sinagoga, ”Gran Sinagoga  de Tel Aviv”, en la calle Allenby, fue un viernes al mediodía, y la fiesta terminó antes que empezara el shabat.  Me sentí tan orgullosa de Nathan, hacía cinco años que no lo veía y se había convertido en un tipo maduro, que iba a ser papá en unos meses.

No compré la narguila por cumplir. Recorrí varios lugares y elegí una,  sin pensar en el viaje de vuelta. Era muy pesada. Me la envolvieron. Recuerdo que fue casi lo único que traje. Unos paquetes de bamba para mis amigas y algún recuerdo del shuk.

La vuelta fue eterna, ya no salí a pasear por París. Yo había hablado por teléfono con Jorge varias veces, y había algo que no me cerraba. Ya me enteraré, pensé. Llegué a Tres Cruces, con mi valija, mi bolso de mano con mis efectos personales y la narguila.  Nunca pensé que iba a ser una carga tan pesada en el viaje. No había imaginado las escalas y que no la podía despachar porque se podía romper.

Llamé a Jorge desde el taxi y le dije que estaba muerta, que me iba a bañar y que viniera para casa. Yo no le había dicho que la había comprado. Le dije que tenía una sorpresa. Lo noté muy serio. Me dijo que estaba en una reunión con los gerentes. 

Me bañé, me refresqué un poco y me quedé dormida en el sofá. Tocó el timbre, me desperté y abrí la puerta. Corrí a darle un abrazo.

—Te traje la narguila.

—Gracias, no pensé que la ibas a traer.

—Pero vos me dijiste que querías una.

—Sí, muchas gracias.

—Tengo que decirte algo.

—Uy dios, ¿tus hijos están bien?, ¿le pasó algo a tu mamá?

—No, mi familia está bien.

—Entonces…

—Es lo nuestro, fue un error. No podemos seguir juntos. Yo estaba confundido.

A mí me bajó la presión y estuve a un paso de desmayarme.

—¿Estás seguro? ¿No te parece mejor que conversemos mañana después del trabajo?

—   Prefiero que no. Esta es mi última semana en el trabajo. Conseguí otro. Me va a venir bien un cambio.

—   Ok. Estoy cansada y no me siento bien. Llevate la narguila, por favor y andate

—   Perdóname. Yo no quise joderte.

—    ¿Cómo que no quisiste joderme? Me re jodiste. Lo que más me molesta es haber cargado la maldita narguila.

—   ¿Quéres que te la deje?

—   Noooooooo, si la voy a ver y me voy a acordar de vos. Llévatela de una vez por todas.

Jorge se fue ese día y a la semana de la oficina para siempre. Nunca más lo volví a ver. Nunca entendí que le pasó. Lo llamé para el cumpleaños y no me atendió el teléfono. Lo que aprendí es no traer regalos incómodos en avión. Ahora si me piden una caja de té, lo pienso 2 veces.

 

 

 

Janet Rudman
(1 de Abril de 2019 a las 19:15)

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