Mundo Judío

MiSinai

Viaje en el Tiempo - El Propósito del Esfuerzo - Un Iom Kipur Especial - Iom Kipur

 

No. 173

Haazinu

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Horario de velas en Montevideo, Viernes  07/10 18.35 hs.

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¿CUÁL ES TU FRECUENCIA?

Por Eliezer Shemtov

En la lectura de esta semana leemos como Moshé se dirige a los cielos y la tierra, convocándolos como testigos eternos para testimoniar lo que le está por decir al pueblo judío antes de fallecer. “Escuchen cielos y hablaré y que la tierra oiga los pronunciamientos de mi boca.”

¿Por qué se dirige Moshé a los cielos con el verbo “escuchar” y a la tierra con el verbo “oír”? Nuestros sabios explican que el verbo Haazinu, “escuchar” implica escuchar de cerca mientras que el verbo “oír” implica oír a la distancia. Moshé, que estaba más cerca del cielo que de la tierra, empleaba el verbo que denota proximidad cuando se dirigía a los cielos y empleaba el verbo que denota distancia cuando se dirigía a la tierra.

Cada hombre es un compuesto entre la dimensión celestial y la terrenal, entre lo espiritual y lo material. La diferencia entre una persona y otra es es el grado de proximidad que tiene a cada uno de las dos dimensiones. Hay quienes están más cerca de lo espiritual y hay quienes están más cerca de lo terrenal. Hay quienes aspiran a conectarse con la dimensión espiritual de la existencia y hay quienes aspiran a conectarse más con la dimensión material de la existencia.

Moshé estaba más cerca de lo espiritual que de lo material. La dimensión material de la existencia era para él nada más que una herramienta por medio de la cual posibilitar, expresar y plasmar lo espiritual.

¿Es Moshé un ejemplo para nosotros o una excepción, representando un ideal inalcanzable para la mayoría de nosotros (los de “a pie”)?

La pregunta se agudiza más aún cuando vemos que el profeta Isaías también se dirigía a los cielos y la tierra con los mismos términos que Moshé pero de una manera invertida: “Oyen cielos y escucha tierra”. Si para Isaías la tierra le era más cerca que los cielos, ¿qué nos queda a nosotros? ¿Qué podemos aprender de la manera en que Moshé se dirigía a los cielos y la tierra, de su relación con las dimensiones espirituales y terrenales de la existencia, si ni el profeta Isaías lo alcanzó?

Para poder responder a esta pregunta hace falta aclarar, primero: ¿Qué es superior, lo celestial o lo terrenal? Si bien todos estamos compuestos de alma y cuerpo, la pregunta es: ¿Somos el cuerpo y tenemos un alma o somos el alma y tenemos un cuerpo?

Según la primera posibilidad lo principal en la vida sería la satisfacción física y personal y el alma vendría a cumplir la función de “batería” que vitaliza el cuerpo para que pueda funcionar. Según la segunda perspectiva es al revés. Somos el alma y el cuerpo es nada más que un vehículo por medio del cual el alma puede movilizarse e impactar el mundo físico.

El Talmud pregunta: ¿Qué es más importante, el estudio de la Torá o el cumplimiento de sus preceptos? La conclusión es que el estudio es más importante porque lleva a la acción. O sea, dedicarse al estudio y la sabiduría como un fin en sí mismo es un objetivo elevado pero incompleto, ya que el objetivo último sería expresar los conocimientos en el plano de la acción.

Hete aquí, entonces, la respuesta a la pregunta inicial, ¿cómo se supone que podemos aspirar a emularlo a Moshé si ni siquiera el profeta Isaías pudo lograrlo?

Moshé e Isaías representan dos valores y etapas en el desarrollo de cada uno de nosotros.

El primer objetivo en el camino del desarrollo personal debe ser aspirar a emular a Moshé, o sea que lo espiritual importe más que lo material. El segundo paso, y el verdadero objetivo, es el representado por Isaías: conquistar al mundo material y transformarlo en un vehículo por medio del cual se cumpla el plan Divino para lo cual el mundo haya sido creado.

La respuesta, entonces, a la pregunta de “¿cuál de los dos es más importante?” sería la siguiente: Lo espiritual es más elevado aunque lo material es más importante.

CURAR EL MUNDO

[Dijo D-os:] “Yo golpeo y Yo curo.” (Devarim 32:39)

La palabra hebrea para “golpear” (majatzti) tiene relación con con la palabra para “barrera” o “partición” (mejitzá). La enfermedad que sufre el mundo actual obedece a la barrera artificial que se interpone entre lo espiritual y lo material. Las dificultades que experimentamos cuando intentamos sentir espiritualidad en lo que hacemos o intentamos aplicar nuestra inspiración a nuestra vida diaria es la verdadera definición del exilio. En la Era Mesiánica, D-os curará esta división. La barrera divisoria se transformará en una puerta de conexión, y esta permitirá que lo espiritual y lo material vuelvan a unirse. Así es como se eliminará el mal en el futuro: la revelación de D-os será tan clara y evidente que el mal, la negación de D-os, simplemente dejará de existir.

La forma de acelerar la llegada de la Era Mesiánica es prestar atención a la depuración de todos los aspectos de nuestra vida cotidiana, incluso los más bajos, e infundirlos de tanta espiritualidad como nos sea posible. Al vivir así vidas “mesiánicas” estaremos haciendo nuestra parte para anular el exilio.

Séfer Hamaamarim 5730, págs. 211-212.

Deuteronomio (Devarim) 32:1 – 52

La décima sección del Deuteronomio se compone casi en su totalidad del Poema Testimonial que D-os enseñara a Moshé y ordenara transmitir al pueblo judío. En él, D-os pide al pueblo que escuche (haazinu, en hebreo) Sus palabras mientras repasa su historia, y les informa acerca de las consecuencias de su conducta futura, ya sea positiva o bien negativa.

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UNA TARDE EN QUEENS

Por Levi Greenberg

En el ADN de nuestro pueblo está inserta la tendencia a celebrar. Tanto es así que cuando nuestro enemigo en la historia de Purim, Hamán, quería dañar al pueblo judío, el argumento que presentó al rey fue que teníamos un compromiso obsesivo con las festividades y los rituales. Entre el shabat semanal y las festividades anuales, es seguro que son una carga para la sociedad, denunció. Lo que su mente llena de odio no podía comprender era el hecho de que la observancia del calendario judío da forma a nuestra identidad y nos convierte en el pueblo especial que D-os pretende que seamos.

Las festividades del mes de Tishrei inauguran el calendario hebreo. Cada una es un elemento integral del paquete de energía divina que necesitamos al empezar un nuevo año. Rosh Hashaná es un momento para renovar nuestro compromiso incondicional con D-os y con su servicio. Iom Kipur es una oportunidad para hacer uso del vínculo esencial con nuestro creador y con cada uno de nosotros. Sukot expresa el aspecto alegre de los servicios de los Iamim Noraim, y en Simjat Torá celebramos nuestro vínculo inseparable con la Torá.

Aunque cada festividad tiene un tema propio, hay algo importante que las une: estas festividades tratan sobre la revelación del denominador común. En Rosh Hashaná, cuando coronamos a D-os como nuestro soberano para el año nuevo, los ciudadanos se unen como iguales en la sumisión al monarca. El perdón concedido en Iom Kipur está disponible para todos, sin importar su estatus ni su comportamiento. Todos son bienvenidos en la Sucá, y todos los tipos de judíos están representados en las Cuatro Especies sobre las que recitamos nuestras bendiciones. Tanto los intelectuales como los simples danzan con la Torá tras completarse su lectura en Simjat Torá.

Un año, hacia el final de mi adolescencia, estaba en Nueva York para Sukot. Según la tradición de Jabad, los jóvenes pasábamos la mayor parte de las horas del día en las calles de la ciudad y alentábamos a los judíos a que observarán la mitzvá de sacudir el lulav y el etrog. Una tarde me acerqué a un hombre de mediana edad que empujaba un carrito lleno de latas de gaseosa vacías y le pregunté si era judío. Se detuvo un momento, respondió que lo era y en seguida comenzó a dar un largo discurso sobre todas las injusticias que habían recaído sobre el pueblo judío en los últimos 50 años.

Al principio, me asustó el exabrupto y consideré emprender una rápida retirada. Pero luego, seguro de que no le había hecho ningún daño, me di cuenta de que su angustia no estaba dirigida a mi persona, sino más bien a lo que representaba mi presencia. Me quedé fijo en mi lugar y cada vez que él se detenía para recuperar el aire, le ofrecía con gentileza la oportunidad de hacer la mitzvá.

Luego de varios minutos de este extraño intercambio, me preguntó: “¿Qué tengo que hacer?”.

Le pasé el lulav y el etrog y le dije: - “¡Sostenga esto!”.

- “¿Eso es todo?”, preguntó.

- “Ahora recitemos juntos las bendiciones”.

Me hizo caso, y unos momentos después toda su ira se había convertido en sincera emoción. Tenía lágrimas en los ojos y tuvimos una hermosa conversación sobre su juventud y el recuerdo infantil de la sopa de pollo que hacía su madre.

Aquella tarde de otoño en Queens, el mensaje de Sukot cobró vida para mí. Una vez que se alcanza el alma de un judío, compartimos mucho más de lo que nos imaginamos

SUCOT

Durante cuarenta años, mientras nuestros antepasados atravesaban el desierto de Sinaí antes de entrar a la tierra santa, milagrosas "nubes de la gloria" los rodeaban y cubrían, protegiéndolos de los peligros y malestares del desierto. Desde entonces, recordamos la amabilidad de D-os y reafirmamos nuestra confianza en su providencia morando en una suca, una choza de construcción temporal cubierta con un techo de ramas, durante el festival de Sucot (Tishrei 15-21). Por siete días y noches, comemos todas nuestras comidas en la suca y actuamos como si ella fuera nuestro hogar.

Otra observancia de Sucot es la de tomar las Cuatro especies: etrog (cidra), lulav (palmera), tres hadasim (ramitas de mirto) y dos aravot (ramitas de sauce). En cada día de la festividad (excepto Shabat), tomamos las cuatro especies, recitamos una bendición sobre ellas, las unimos en nuestras manos y las agitamos en seis direcciones: derecha, izquierda, adelante, atrás, hacia arriba y hacia abajo. El Midrash nos dice que las cuatro especies representan a los varios tipos y personalidades del pueblo judío, lo que acentúa la unidad que remarcamos en Sucot.

Sucot también se llama La Época de nuestra alegría; de hecho, una alegría especial impregna la festividad. Cada noche Celebraciones de las extracciones de Agua, evocando las noches de alegría  en el templo santo con motivo de las extracciones de agua para ser usadas en el servicio del festival, llenan las sinagogas y las calles de canciones, música y bailes hasta las tempranas horas de la mañana.

El séptimo día de Sucot se llama Hoshana Raba ("Gran salvación") y cierra el período del juicio divino comenzado por Rosh Hashaná.

 

 

MiSinaí es una publicación de Jabad Uruguay. Pereira de la luz 1130, Montevideo.
Artículos extraídos de www.Jabad.org.uy y www.Chabad.org, publicados con permiso.
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