Por Eli Aljanati
He venido siguiendo desde hace semanas, los acontecimientos políticos internos en Israel.
Tranquilos ciudadanos israelíes, este artículo no se va a referir a quien tiene razón o no. Cual si fuera un partido de futbol, casi todos han (hemos tomado partido) por un bando u otro, en Gral., sin tener mayor conocimiento de cuál es la situación actual o cual era la anterior, en relación al proyecto de reforma judicial en Israel.
Siendo yo mismo abogado, y en su momento habiéndome especializado en Derecho Constitucional bien podría opinar con mayor rigor técnico sobre cuál sería una buena solución al conflicto planteado.
Si es necesario una constitución escrita o no, o cual debe ser el relacionamiento entre los tres poderes del Estado, o quienes deberían ser los legitimados para impugnar una ley, y si deberían haber instancias previas para ello. Demasiadas preguntas y demasiadas respuestas.
Sin embargo, el propósito de mi decisión de escribir sobre esto, es analizar desde la Diáspora lo que está pasando en Israel, como nos afecta a nosotros y que podemos aportar sobre un tema, que desde nuestra lejanía podemos analizar sin la pasión y el involucramiento de un habitante israelí.
Quienes destinamos parte de nuestro tiempo a la defensa del Estado de Israel, siempre tenemos en claro que hay aspectos de todo lo que tiene que ver con Israel, que son materia interna. Sin dudas, podemos opinar de lo que sea, pero el centro de nuestra atención es lo referente al Estado de Israel en su globalidad, sin importar quien gobierne.
Su existencia, su relación con sus vecinos, su relación con la Diáspora, la defensa contra sus enemigos, es la razón principal de nuestro trabajo, en mi caso particular, en redes sociales.
Cuando el cambio de un gobierno y la subsiguiente presentación de determinados cambios a la legislación, generan una distorsión tal que pone en entredicho la institucionalidad, o genera un estado de incertidumbre y de enfrentamiento tan grande como el actual en la sociedad israelí, la Diáspora tiene un papel a jugar.
Cuál es ese papel? Participar para lograr un entendimiento y no arrojar más gasolina al fuego. Desafortunadamente, he visto mucho de lo último y no me avergüenzo en decir que me he visto arrastrado en esa línea por un instante.
Sin embargo, me queda claro, que lo peor que podemos hacer desde la Diáspora es alentar la división, el enfrentamiento, aun cuando la distancia entre las partes sea muy grande.
Todo lo que debilite la imagen de Israel, debilita la posición de los judíos del resto del mundo. Ver israelíes tratar de nazis a otros, o ver israelíes tratar de golpistas a otros, en nada nos beneficiará.
Tengo para mí, que el camino correcto lo ha propuesto el Presidente Herzog, sin éxito hasta ahora.
Desde nuestros reducidos ámbitos de opinión, el hashtag #JudiosUY o el comunicado de la OSA (Organización Sionista Argentina), ambos en Twitter, van en la línea de lo que aquí se expone.
Bajar algunos cambios, quitar el pie del acelerador y escuchar (tan solo escuchar) al otro, ayudaría.
No tengo la menor duda, que en ambos bandos, hay gente razonable, que entiende la posición de la otra parte.
Una mayoría legislativa no puede ser la razón para imponer una reforma que buena parte de la sociedad israelí rechaza con argumentos sólidos.
También, esa parte de la sociedad israelí que hoy es minoría, deberá entender que el status quo de décadas de actuación del Poder Judicial, ha finalizado y se impone la búsqueda de límites, y para ello también hay argumentos solidos.
Si un acuerdo no es posible, la crisis se profundizara y la Diáspora sufrirá las consecuencias también.
Nuestros enemigos no descansan y toman nota de nuestras debilidades.
Acordar no es de débiles, es de inteligentes sobre todo, cuando es notorio que hay margen para ello. Solo es cuestión de voluntad política y poner en segundo plano los odios y los egos.
