Mundo Judío

Tres Hagadot fascinantes: la más antigua, la más bella y una escrita de memoria

por Adam Ross

Fuente: https://aishlatino.com

Cada una tiene para contar una historia increíble.

La Hagadá más antigua del mundo
Si bien a la historia del éxodo fue relatada de generación en generación durante más de 3.500 años, la copia más antigua de la Hagadá que se lee hoy en día tiene 850 años y fue encontrada entre una cantidad de libros judíos, pergaminos y papeles descartados en El Cairo.

En 1859, Jacob Saphir partió de Jerusalem en una gira mundial para recolectar dinero para reconstruir la antigua y emblemática sinagoga del siglo XV de la ciudad vieja, la Hurva. El edificio había sido destruido por los otomanos hacía más de cien años porque no habían pagado la renta. En su estadía en Egipto, Saphir llegó a la sinagoga Ben Ezra de 1200 años de antigüedad en Fustat, cerca de El Cairo.

Al aventurarse y entrar a sus niveles inferiores y observar por una apertura hacia una habitación subterránea, Jacob vio montones de papeles, pergaminos y libros. Estaba observando una de las colecciones más importantes de textos judíos jamás encontradas: la Guenizá de El Cairo, un depósito de documentos abandonados que contenían el Nombre de Dios. Allí había más de 400.000 páginas y fragmentos que daban testimonio de la rica vida judía en Egipto bajo el dominio islámico.

Entre todas esas páginas, había una Hagadá escrita sobre un pergamino que se remontaba a unos mil años antes, cuando los judíos sefaraditas todavía usaban pergamino para escribir sus libros.

Con las instrucciones que acompañan al Séder escritas en judeo-árabe, en una de las páginas está escrito el nombre de su propietario: "Este es el sidur (libro de plegarias) de Iosef ben Amram, que viva muchos años de acuerdo con su nombre, Amén veAmén". Hoy, esta Hagadá se encuentra en una biblioteca del Seminario Teológico Judío en Nueva York.

Una Hagadá escrita de memoria

Tras la ocupación nazi en Francia, el 22 de junio de 1940 el nuevo gobierno del general Vichy alineado con los nazis comenzó a encarcelar a los judíos que habían entrado a Francia desde el sudoeste de Alemania y de otros territorios recientemente conquistados por los nazis. El régimen de Vichy encarceló a 6.500 judíos en el campo de detención Gurs en los Pirineos, al sudoeste de Francia. Durante el curso de la guerra, más de 1.100 prisioneros murieron en el campo de hambre, enfermedades y exposición a los elementos climáticos. Hacia el fin de la guerra, alrededor de 4.000 personas fueron deportadas a los campos de exterminio en la Polonia ocupada.

Mientras estaban prisioneros en esos campos, los judíos establecieron un Consejo Espiritual. Al acercarse Pésaj en la primavera de 1941, un pequeño grupo de judíos comenzó a trabajar para producir una Hagadá. Aryeh Ludwig Zuckerman, originalmente de Hamburgo, Alemania, junto con Rav Leo Ansbacher de Frankfurt, se sentaron y escribieron la Hagadá completamente de memoria. Más tarde ese mismo año, Zuckerman también escribió algunas de las plegarias más emotivas de Iom Kipur en pedazos de papel para que los judíos pudieran rezar.

Esta es conocida como la Hagadá de Gurs y consta de cinco páginas escritas a mano. Comienza con el dibujo de un plato del Séder dibujado por Karl Schwesig, un prisionero no judío que posteriormente fue asesinado en Auschwitz. Otra imagen muestra el campo de prisioneros con los judíos rodeando una montaña sobre la cual se entrega la Torá.

Rav Ansbacher entendió que muchos judíos asimilados no podían leer hebreo, y dispuso al final una página en la que las canciones de Pésaj fueron tipeadas con letras latinas. Si bien ese año sólo lograron copiar y usar unos pocos ejemplares de la Hagadá, uno de ellos llegó a manos de Rav Shmuel René Kappel, quien había sido designado como el rabino encargado del bienestar de los campos de detención en el sudoeste de Francia. Él la llevó a Toulouse para duplicarla.

El Dr. Pinjas Sigmund Rothschild, un sobreviviente de Gurs, recuerda los singulares preparativos para Pésaj de 1941. "Antes de Gurs, tuvimos una existencia sin preocupaciones en la Diáspora, y nunca habíamos intentado entender realmente o recordar el milagro del éxodo de Egipto, de la esclavitud a la libertad. Sin embargo, ahora era como si lo que le había ocurrido a nuestro pueblo en esos días lejanos nos tocara y se hubiese vuelto parte de nuestra existencia cotidiana. Vacilábamos entre la esperanza de la liberación y las dificultades que todavía teníamos por delante, y así fue como comenzamos a prepararnos para pasar la festividad en el campo".

La presencia de la Hagadá que habían preparado los prisioneros tuvo un gran impacto. "Sentimos como si hubiera descendido sobre nosotros desde el desierto una brisa refrescante de la Tierra Prometida: Con la fuerza de Su mano Dios nos salvó de la casa de esclavitud".

Tanto Zuckerman como Rav Ansbacher sobrevivieron al Holocausto. Rav Ansbacher se fue a vivir a Israel, mientras que Zuckerman trabajó como maestro de estudios judaicos en Bruselas hasta su fallecimiento en 1958. Su hijo menor, Iehoshúa, quien se convirtió en un rabino, inmigró a Israel, formó una familia y donó su copia de la Hagadá Gurs a Yad Vashem.

Las aventuras de la Hagadá Rothschild

La travesía de una de las Hagadot más bellamente ilustradas del mundo comenzó hace 550 años en el norte de Italia, donde Moshé ben Iekutiel HaCohen comisionó a un escriba que la escribiera con ilustraciones agregadas por un artista que se piensa que fue el famoso pintor judío Yoel ben Shimon. Decorada elaboradamente con ilustraciones coloridas, la Hagadá incluye más de 150 escenas de la Biblia y es ampliamente reconocida como una de las más bellas que existen.

Hace unos cien años, la Hagadá fue comprada por el famoso filántropo Edmund Rothschild, un ávido coleccionista de libros y manuscritos judíos. Entre sus piezas más valiosas se encuentran 14 obras escritas a mano, incluyendo dos Biblias y varias Hagadot de Pésaj.

Cuando él falleció en París en 1934, su riqueza y sus colecciones fueron divididas entre sus tres hijos. Su hijo mayor, James, llevó la mayor parte de su porción de la colección a su mansión en Inglaterra, pero por razones desconocidas, dejó seis manuscritos, incluyendo la famosa Hagadá de Yoel ben Shimon, en la casa de la familia en Francia.

Cuando los nazis entraron a París el 14 de junio de 1940, de inmediato se dedicaron a apoderarse de las riquezas locales, incluyendo las valiosas colecciones de arte privadas. Al sentir la amenaza, el segundo hijo de Edmund, Maurice, escondió los manuscritos en una caja de seguridad en un banco en París. Pero el 21 de enero de 1941, los nazis abrieron las cajas de seguridad del banco y se llevaron los tesoros. Luego fueron a la casa de los Rothschild y continuaron su robo. Entre los manuscritos que se llevaron estaba la Hagadá ilustrada de James Rothschild.

Junto con otros cientos de miles de libros y obras de arte, los tesoros de los Rothschild fueron enviados a Berlín, pero posteriormente los alemanes evacuaron cantidades de estos manuscritos y obras de arte fuera de la ciudad para evitar que resultaran dañados en los bombardeos de los Aliados. Muchos ítems fueron descubiertos por las tropas norteamericanas, británicas o rusas al final de la guerra, y algunas de esas antigüedades fueron devueltas a sus dueños.

Sólo después de la caída de la Cortina de Hierro, en la década de 1990, los rusos finalmente devolvieron algunas de las colecciones de los Rothschild. La famosa Hagadá no se encontraba entre los objetos que devolvieron.

Mientras tanto, en 1948, la colección de libros especiales de la Universidad de Yale recibió la donación de una Hagadá por parte del Dr. Fred Towsley Murphy, un ex graduado de Yale y jugador de futbol americano, que fue elegido como uno de los mejores jugadores del país en 1895. Ahora conocida como la "Hagadá de Murphy", la última página contiene otra pista sobre su viaje a Norteamérica. Allí hay un pequeño sello con el nombre de William V. Black, un soldado estadounidense que sirvió durante la Segunda Guerra Mundial.

Sólo en 1980, un investigador de Princeton identificó la Hagadá como una de las obras que pertenecían a la colección robada de los Rothschild, pero para entonces James Rothschild ya había fallecido. La universidad de Yales devolvió la Hagadá a la viuda de James, la baronesa Dorothy, en Londres. Ella la donó a la Biblioteca Nacional en Israel, enviándola en la última parte de un viaje épico a Jerusalem en el año 1988. La Hagadá fue recibida con gran fanfarria; un tesoro, aunque misteriosamente le faltaban tres páginas ilustradas.

En el 2007, casi 30 años más tarde, subastaron en Francia dos hojas ilustradas de una Hagadá desconocida. Al año siguiente, el anticuario que las compró las envió a examinar en Jerusalem, donde fueron identificadas por la Dra. Evelyn Cohen, experta en manuscritos judíos ilustrados, como dos de las hojas que faltaban en la Hagadá de Rothschild.

Posteriormente la Biblioteca Nacional compró las páginas y las unieron con el resto de la Hagadá. Aunque sigue faltando una hoja, este manuscrito extraordinario puede unirnos al coro de plegarias que emanan de cualquier Hagadá de la cual leamos, cuando culminamos la Noche del Séder y todos decimos: "El próximo año en Jerusalem".

Ultimas Noticias Ver más

Esta página fue generada en 0.0499618 segundos (11102)
2024-04-24T14:34:30-03:00