Mundo Judío

MiSinai

Eternamente Agradecidos - El Poder del Sacrificio - Otra Forma de Caridad - Bendiciones Antes de Comer 2

 

 

 

 

No. 200

Ajarei-Mot Kedoshim
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Horario de velas en Montevideo, Viernes 28/4 17:.48 hrs

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ETERNAMENTE AGRADECIDOS

Por Yossy Goldman

Respetar a nuestros padres parece volverse cada vez más difícil a medida que envejecemos. Cuando éramos pequeños, no teníamos muchas opciones. Éramos totalmente dependientes de ellos. Luego nos volvimos adolescentes. No era fácil en ese momento cumplir el Quinto Mandamiento. “Honrarás a tu padre y a tu madre” es mucho más fácil decirlo que hacerlo para un adolescente para quien la autonomía es la llamada del momento.

Pero me parece que esto se vuelve aún más complicado cuando nos convertimos en adultos. ¿Qué sucede cuando un padre envejece sin gracia? ¿Qué pasa si se vuelven irritables, irascibles y dolorosamente difíciles? Volverse anciano y olvidadizo no es lindo. Y puede hacer que la responsabilidad del hijo sea todo un desafío.

Quizás es por esto que la Torá nos dice: “Ish imo v’aviv tirau”, “Un hombre respetará a su madre y a su padre” (Vaikrá 19:3). Ish significa un hombre, o un adulto. En otras palabras, la Torá nos está diciendo claramente: aun cuando seas un adulto tienes la obligación moral de mostrar respeto y reverencia por tus padres. No importa si eres el ejecutivo más ocupado del mundo o que tu agenda social esté llena con eventos importantes. Aun eres un hijo. Esa persona te ayudó a traerte a este mundo, te alimentó, te vistió, te cambió los pañales y te educó. Tienes una deuda de gratitud de por vida.

El fallecido Rabi Yirmiye Aloy, de bendita memoria, contó una historia interesante de cuando estaba visitando los Estados Unidos y buscó a algunos viejos amigos que estaban viviendo en un hogar de ancianos. Les preguntó si sus hijos los visitaban regularmente. La respuesta de un hombre fue una cita del libro de Salmos (68:20). “Baruj Hashem Iom Iom”, “Bendito es D-os día tras día”. Rabi Aloy estaba muy impresionado. “¿Todos los días te visitan tus hijos? ¡Es fantástico!”. “No, Rabi, usted no entiende”, explicó el anciano, “Iom iom, dos días al año, ¡el Día de la Madre y el Día del Padre!”.

No hay duda que hay veces en las que lo mejor para las personas ancianas es una buena institución donde sean cuidados. Pero entonces lo menos que podemos hacer es visitarlos regularmente.

Y cuanto más tiempo la gente pueda ser independiente mejor. Pero sin intentar hacer sentir culpable a nadie, dejenme compartir un ejemplo que yo mismo experimenté como niño creciendo en Brooklyn, Nueva York.

Mi abuela había fallecido y mi abuelo, Rabi Iojanan Gordon, de bendita memoria, vino a vivir con nosotros. Tuve el privilegio de ser su compañero de cuarto de vez en cuando, por unos doce años. A veces lo ayudaba con la contabilidad para el Fondo de Gemilat Jesed que operaba desde casa. Este fondo de préstamos sin intereses de la comunidad distribuía cerca de un millón de dólares de préstamos sin interés anualmente. También recuerdo ayudarlo a cortarse las uñas de los pies que eran difíciles de alcanzar para él.

Pero mucho más de lo que yo lo ayudé a él, él me ayudó a mi. Era un modelo a imitar para mi. Aunque vestía un sombrero rabínico y tenía una barba larga, nunca sermoneaba. Su presencia y su personalidad eran un mensaje suficiente para mi como adolescente confundido que buscaba un camino en la vida. Sin su callada inspiración probablemente nunca me hubiera convertido en rabino. Él nunca supo de la profunda influencia que tuvo en mi vida.

Así que aunque pueda ser cierto que la gente anciana puede ser difícil (recuerdo también a Zayde siendo a veces impaciente e irritable) las recompensas sobrepasan por mucho los sacrificios.

Y una cosa más: a fin de cuentas la forma en que tratemos a nuestros padres probablemente sea la forma en que nuestros hijos nos traten a nosotros.

EL PODER DEL SACRIFICIO

"Los israelitas deben traer sus ofrendas festivas a D-os." (Vaikrá 17:5)

El ofrendar sacrificios animales a D-os parece ir en contra del respeto de la Torá por la vida animal. Pero incluso con respecto a los sacrificios que no son de animales, ¿por qué D-os nos pide que tomemos cosas valiosas y las quememos sin ningún beneficio aparente? Es más, de todos los mandamientos de D-os, ¿por qué es que la Torá se refiere sólo a los sacrificios como ser “agradables” a D-os? ¡Seguramente se complace cuando cumplimos con cualquiera de Sus mandamientos!

La respuesta es que los sacrificios agradan a D-os en la forma más pura precisamente porque la única razón para ofrendarlos es para cumplir con Su voluntad. A diferencia de otros mandamientos, no hay una “segunda intención” posible para con los sacrificios. Dado que están claramente en contra de toda lógica, no puede implicar ningún interés propio. Es claro que este es un estado mucho más grande de autoanulación que el que se requiere para cumplir con cualquiera de los otros mandamientos de la Torá.

Hoy en día, nuestras plegarias son un reflejo de los sacrificios que se ofrendaban en el Tabernáculo. Al igual que con los sacrificios, puede parecer ilógico “perder” nuestro valioso tiempo en rezar cuando podríamos estar “haciendo” algo, incluso actividades sagradas como estudiar Torá o cumpliendo algún mandamiento “práctico”. Pero es precisamente al dedicar nuestro tiempo y concentración valiosos en ninguna otra cosa que acercarnos a D-os, que nos conectamos con Él de la forma más profunda e íntima posible.

Likutei Sijot, vol. 32, págs. 1-5.

Levítico (Vaikrá) 16:1 – 20:27

La sexta sección del libro de Levítico abre con D-os dirigiéndose a Moisés luego de (Ajarei en Hebreo) la muerte de los dos hijos mayores de su hermano Aarón. D-os le da a Moisés las leyes relativas al Dia de Expiación (Iom Kipur). Esto es seguido por una lista de varios tipos de comportamientos que D-os ha prohibido al pueblo judío como resultado de haberlos transformado en un “reino de sacerdotes y una nación santa” en el momento de la Entrega de la Torá.

La séptima sección del libro de Levítico continúa con el tema de la sección anterior. El pueblo judío, al convertirse en “un reino de sacerdotes y una nación santa” en la Entrega de la Torá, debe adherirse a un código de conducta específico para cumplir este rol apropiadamente. Así que esta sección abre con D-os ordenándole a Moisés que le diga al pueblo judío que deben ser “santos” (Kedoshim en Hebreo), es decir, que deben atenerse a este estándar de conducta.

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OTRA FORMA DE CARIDAD

Por Shimon Freundlich

Vengo de una familia de doce hermanos. Mi padre trabajaba en la industria de diamantes de Londres. Una vez al año, nos solía llevar a uno de nosotros a Nueva York para que conociéramos al Rebe, de bendita memoria. Cuando cumplí ocho años, finalmente, llegó mi turno de acompañarlo.

Nuestra audiencia con el Rebe era a las dos de la mañana. Como todo chico, a esa hora de la noche, era muy probable que me pusiera de mal humor. “Por favor”, me dijo mi padre, “solo tomará un minuto, compórtate”. Yo accedí a comportarme bien por ese minuto.

Cuando llegó nuestro turno, entramos a la oficina del Rebe, y él comenzó a hablar con mi padre en idish. En casa, nunca hablábamos idish, por lo que yo desconocía esa lengua por completo. Pasaron uno, dos, tres, cuatro minutos, y yo comencé a impacientarme. Empecé a mirar alrededor buscando una caja con juguetes o algo por el estilo. Supuse que, como tantos niños iban a visitar al Rebe, debía haber una caja de juguetes en algún lugar. ¿Qué se suponía que iba a hacer? No podía decirle a mi padre “Papi, apúrate”. Sabía que, si le pedía que soltara mi mano para moverme libremente, la respuesta sería no. Mientras estaba de pie frente al Rebe, solté su mano con mucha rapidez. ¿Qué iba a hacer él? ¿Comenzar a correr tras de mí en presencia del Rebe?

En la parte de atrás de la habitación, había un archivador. Abrí el cajón de abajo porque creía que ahí debía haber juguetes. Miré y solo encontré papeles. Abrí el siguiente cajón, y nuevamente, encontré papeles. El tercer cajón estaba bastante alto por lo que no llegaba a ver qué había dentro. Así que cerré el segundo cajón y trepé al primero, solo para encontrar más papeles en el tercer cajón. Claramente, no me molesté en abrir el cuarto cajón. No había encontrado nada. Seguí buscando, pero solo había libros. Se imaginan lo que debía estar pensando mi padre, quien intentaba concentrarse en lo que le decía el Rebe al mismo tiempo que observaba a su hijo, quien como loco corría por la habitación abriendo y cerrando cajones. No encontré nada interesante en la oficina del Rebe. Sin embargo, afuera estaban realizando una construcción. Las construcciones son siempre interesantes, con sus tractores, el ruido y demás cosas.

Ya había abierto las cortinas y estaba a punto de abrir la ventana cuando el Rebe me llamó por mi nombre, “Shimon”. Rápidamente, cerré las cortinas, cerré todos los cajones, me acerqué al escritorio y le dije “Sí, Rebe”.

El Rebe tenía un dólar en la mano, y le preguntó a mi padre “¿Habla idish?”. Mi padre le dijo que yo solo entendía inglés. Con el dólar todavía en su mano, me preguntó “¿Sabes lo que es esto?”. Yo le contesté que era tzedaká. Él sonrió y me preguntó “¿Qué es la tzedaká?”. “Caridad”, contesté. Nuevamente, el Rebe sonrió y me preguntó “¿Y qué es caridad?”. Y yo contesté “Tzedaká”. Esto se repitió durante varios minutos. Él preguntaba y yo respondía. Creía que de esa forma me daría un caramelo de regalo o algo así.

El Rebe me miró y me dijo “Hay dos tipos de caridad: la caridad que se hace con dinero y la que se hace con el cuerpo, como querer y compartir con otra persona. Quiero que sepas que a veces el compartir y querer al otro es más efectivo que dar dinero”. A continuación, el Rebe me entregó el dólar.

Por lo general, cuando nos encontramos con una persona mayor que nos recuerda a nuestros abuelos, esta siempre nos quiere contar historias para llamar nuestra atención. En este caso en particular, lo único que el Rebe tenía para comentarle a un niño de ocho años era la importancia que tiene querer y compartir con los otros.

A lo largo de mi vida, mi padre me recordó esta historia en reiteradas oportunidades, y siempre le contestaba que ese día había aprendido dos cosas: primero, que sería muy malo recaudando fondos; y segundo, que en ese momento supe que quería ser un emisario de Jabad-Lubavitch para asistir a otros. Ese era mi llamado a cumplir en esta vida.

BENDICIONES ANTES DE COMER 2

Los seis tipos de bendiciones sobre los alimentos comienzan con Baruj Atá Adonái Elohéinu Mélej Haolam… (Bendito eres Tú, Adonai nuestro D-os, Rey del Universo) y continúan con:

 

• Para el pan: ...hamótzí léjem mín haáretz (que saca el pan de la tierra).

• Para algo hecho con harina de trigo, cebada, avena, espelta o centeno (pero no es pan): ...boré minéi mezonót (que crea distintas clases de comidas).

• Para el vino (o jugo de uva): ...boré prí hagáfen (que crea el fruto de la vid).

• Para los frutos de un árbol: ...boré prí haétz (que crea el fruto del arbol). 

• Para las verduras, hortalizas o frutas que crecen de plantas (por ej. ananá o banana): ...boré prí haadamá (que crea el fruto de la tierra).

• Para todo lo demás, por ej., lácteos, carne, huevos, y para las bebidas: ...shehakól nihiá bidvaró (por cuya palabra todo fue creado).

Tanto si uno está comiendo una comida ligera o una completa sin pan, hay leyes específicas que se aplican sobre como se dicen las bendiciones en más de un tipo de comida.

• Cuando se comen diferentes tipos de comidas de la misma categoría, se dice una sola bendición. Por ejemplo, cuando se comen manzanas, naranjas y duraznos se dice solo una bendición: haetz. La bendición se hace sobre la comida preferida, con la intención de incluir a todas las comidas de esa categoría.

• Cuando se comen varias comidas de distintas categorías, se dice una bendición sobre cada tipo de comida. Por ejemplo mezonot para galletas, hadamá para ensalada de lechuga, shehakól sobre huevos duros.

Orden de las Bendiciones

Cuando se comen comidas que requieren distintas bendiciones, la prioridad de las mismas es la siguiente: 1) mezonót, 2) hagáfen, 3) haetz, 4) hadamá, 5) shehakól. Por ejemplo: primero diga mezonót sobre galletitas luego haetz sobre uvas, o hadamá sobre apio y luego shehakol sobre leche.

Hay dos excepciones:

• En Shabat y Iom Tov, el kidush sobre el vino precede a la bendición sobre el pan.

• Cuando se comen comidas que requieren la bendición de haetz y hadamá, como una manzana y una banana, diga primero la bendición sobre la comida preferida.

Después de decir la bendición boré pri hagáfen sobre el vino, no son necesarias bendiciones adicionales antes o después de otros líquidos o bebidas.

 

MiSinaí es una publicación de Jabad Uruguay. Pereira de la luz 1130, Montevideo.
Artículos extraídos de www.Jabad.org.uy y www.Chabad.org, publicados con permiso.
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