"Aquella tragedia, aquel genocidio, por desgracia, inauguró la lista de las terribles catástrofes del siglo pasado, causadas por aberrantes motivos raciales, ideológicos o religiosos, que cegaron la mente de los verdugos hasta el punto de proponerse el aniquilamiento de pueblos enteros",
Así habló el Papa Francisco hace tres años refiriéndose al genocidio armenio a manos del entonces Imperio Otomano.
No sólo el Estado Vaticano demoró un siglo en expresar la palabra genocidio respecto a la masacre que sufrieron los armenios, sino que el mundo es esquivo, egoísta, indiferente y mezquino, en reconocer la brutal realidad que empezó a manchar de sangre el siglo XX,por intereses diversos y deplorables.
Es inaceptable que apenas 30 países reconozcan lo probado, lo evidente, lo demostrado. Y es entendible la angustia y el dolor armenio cuando 104 años después del asesinato de un millón y medio de sus hermanos,sigue enfrentando la negación turca con muy pocas naciones a su lado para golpear la mesa y decir en voz alta,lo que el Vaticano ha expresado después de un siglo.
El nuevo aniversario del genocidio armenio es tiempo de memoria.Recordar la barbarie y marcarla a fuego.Y de reflexión. Muy dolorosa.Porque enfrentar hoy en el siglo XXI la negación de un genocidio, es lisa y llanamente, una aberración.