A veces pienso… ¿la vida no me dará la oportunidad de vivir otros treinta años?
Reflexionando sobre esto me doy cuenta de que la verdadera riqueza de la existencia radica en la capacidad de disfrutar y ser partícipe del maravilloso mundo que nos tocó.
A los que llevamos algunos años encima, la historia nos dio la oportunidad de haber sido testigos de las transformaciones extraordinarias que fueron revolucionado la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos entre los únicos seres inteligentes que habitamos este bendito planeta llamado “tierra”.
La modernización que experimentamos durante la era industrial del pasado siglo, trajo consigo avances asombrosos, por ejemplo:
La llegada de la electricidad, las comunicaciones, los aviones, los automóviles, la conquista del espacio y muchísimas cosas más que nos parecen tan normales como si hubiesen sido creadas por la tierra misma como las montañas, los ríos, el aire que respiramos, los mares, etc.
Cada uno de estos inventos no solo cambió el curso de la historia, sino que también transformó nuestra percepción del tiempo y del espacio, acercando distancias y conectando culturas.
Tan cerca de todo estamos que hoy 1 de enero de 2024 en el primer minuto de este año, fuimos saludados por nuestros hijos y nietos desde miles de kilómetros viéndonos las caras y hasta pudiendo sentir sus emociones y las nuestras como si estuvieran en casa.
Nos encontramos en una nueva era liderada por mentes visionarias como la de Elon Musk, para mencionar tan solo uno de los genios emprendedores actuales que están dispuestas a cambiar el mundo de formas tan extrañas que apenas podemos imaginar, la gente “de a pie”.
Proyectos como SpaceX, Tesla y Neuralink son solo el comienzo de una revolución que tiene el potencial de revertir valores, mejorar el mundo y ofrecer un futuro extraordinario para las generaciones venideras, nuestros nietos, bisnietos y más.
Ser testigo de este futuro a largo plazo, de esa fuerza impulsora detrás de un cambio significativo, es una oportunidad que desearía yo tener.
Imaginar un mundo donde la sostenibilidad, la innovación y la colaboración global son la norma es emocionante y por esta razón, pediría, aunque sea, unos treinta añitos más (me sonrío, pero sueño).
Cuanto daría por ser parte de esta historia nueva que se está escribiendo y contribuir al progreso para disfrutar de las maravillas que el futuro les tiene reservadas a las próximas generaciones.
En este viaje hacia el futuro estoy convencido de que cada día será una aventura, una oportunidad para aprender, crecer y maravillarse ante lo que la mente humana puede lograr.
Treinta años más tan solo necesito para ser testigo y partícipe de este emocionante capítulo de la evolución humana, pero como no los tengo, voy a pedirle a los jóvenes un par de cosas.
Que no dejen de soñar, de investigar, de imaginar lo inimaginable porque, aunque parezca ridículo nada es imposible en los sueños y muchas veces se hacen realidad.
El hombre quiso volar y voló, quiso luchar contra enfermedades y siempre que se lo propuso salió vencedor en la batalla, quiso achicar distancias comunicándose por el espacio y llegó hasta lugares solo pensados en la imaginación de aquellos locos escritores de ciencia ficción.
No hay nada que no se pueda lograr solo se necesita no perder la curiosidad y las ganas de vivir por eso…
Sueño con vivir otros treinta años y ¿a lo mejor?
