Fotos: ZAKA
Este domingo Israel conmemoró el día oficial de recuerdo de las víctimas mortales, tanto civiles como soldados y otras fuerzas de seguridad , de la masacre del 7 de octubre. Son muchos los israelíes que simbolizan el significado de la fecha: los asesinados mismos, todos los que perdieron a seres queridos y todos los que se vieron tocados a distintos niveles por el dolor.
Y están quienes los vieron a todos y muy especialmente se enfrentaron cara a cara con la muerte el día de la masacre: el ejército, los servicios de emergencia y rescatistas de distintas organizaciones y los voluntarios de ZAKA, que siempre tienen que lidiar con muertes no naturales. Los israelíes los conocen bien de los múltiples escenarios de atentados, donde se hacen presentes para tratar de recoger todos los restos de las víctimas, a fin de garantizar que se les pueda dar digna sepultura.
El 7 de octubre del año pasado, una de las figuras más representativas de ZAKA fue Haim Otmazgin, Jefe de Operativos especiales de la organización, en la que trabaja desde hace tres décadas. Tenía ya entonces una vasta experiencia en su dura labor, en la que siempre sabía que lo que ve, es irreversible. Pero nada lo había preparado para aquel horror, para aquel día en que él se ocupó de más de 900 de los 1200 asesinados.
“He visto muchos cadáveres en mi vida y entre ellos también cuerpos en grave estado”, nos dice. “La dificultad no es solamente tener que encargarse de todos los cuerpos sino lo horrible del evento todo a nivel nacional. Teníamos que ocuparnos de la faceta más dura de esto, la mental”.
Recordamos entrevistas a otros voluntarios de ZAKA después de distintos atentados. Siempre surgía el tema de cómo se lidia con las escenas que ven, teniendo a sus propios hijos en casa. Haim no es la excepción. Así responde al preguntársele si al ver los cuerpos de los jóvenes asesinados, pensaba en sus 6 hijos que le esperaban en casa: “Por supuesto. Es muy difícil . Cuando uno tiene que ocuparse del cuerpo de una jovencita que tiene la edad de su propia hija, o cuando mis hijos preguntaron qué vi y no puedo no decirles nada pero debo tener mucho control, es complejo. Por eso recibimos apoyo, ayuda profesional que hace posible que sigamos adelante , alertas por un lado para cualquier eventual emergencia y por otro tratando de poder vivir la rutina”.
Fueron varios los escenarios del horror del 7 de octubre y Haim estuvo en todos ellos: donde había sido el festival de música Nova, en los kibutzim cercanos a la frontera con Gaza, en los caminos, loscampos. “Vi todo con mis propios ojos. Nadie me lo dijo. Lo he visto. Fue terrible verlo y es extremadamente difícil contarlo”.
Le preguntamos sobre la violencia sexual, las violaciones de las víctimas. Es categórico: “Estaba claro que lo que vimos no fue algo casual y esporádico sino que los terroristas vinieron con un objetivo claro: dañar el cuerpo de la mujer, también en sus órganos íntimos. Las heridas de ese tipo, el ataque al honor de la mujer, fue muy común y extendido.En un caso un soldado avisó de un fuerte hedor en un determinado lugar. Nos acercamos. Vimos en el suelo señales que ya conocemos. En determinado montículo de ruinas fui retirando todo lo que cubría el horror que encontró abajo. Allí estaba el cuerpo desnudo de una mujer. Y en su ingle tenía clavado un objeto filoso”.
Respira hondo y sigue contando, como motivado por la responsabilidad de transmitir, de que lo que sus ojos vieron no quede en el olvido: “En otro lado llegué a un refugio dentro de una casa. La puerta estaba repleta totalmente de impactos de bala. Adentro había dos mujeres, madre e hija, baleadas. La madre estaba con las manos atadas. Y en la pieza de al lado había otra jovencita de unos 19 años, en una cama, con una bala en la cabeza. Le habían bajado los pantalones, no tenía paños menores. No había rastros de sangre entre el refugio y esa habitación, de lo cual deduzco que cuando irrumpieron al refugio, la sacaron de allí, la atacaron en la otra pieza y la asesinaron”.
En medio del horror, Haim trataba de analizar lo que había ocurrido. “Yo me pregunto si acaso es factible que cuando sonaron las alarmas la familia entró al refugio y decidió dejar a una de sus hijas, desnuda, fuera del resguardo, en otra habitación. Y yo mismo respondo: no hay ninguna otra forma de interpretar las cosas que he visto.Y que nadie ose decirme que eso puede ser interpretado distinto de lo que todos pensamos”.
En el festival NOVA junto al kibutz Reím fueron asesinadas aproximadamente 400 personas, la enorme mayoría jóvenes y adultos que habían ido simplemente a bailar. “En NOVA vi escenas muy duras. Recogimos cientos de cuerpos con nuestras propias manos. Vimos cadáveres no solamente baleados sino también quemados, mutilados, cuerpos con los que los terroristas se ensañaron, órganos cortados, serios daños físicos a la dignidad del cuerpo ya sin vida. Y recogimos cuerpos también de los caminos, de gente que trató de huir o de esconderse”.
Un día después de estar en Nova, fue al kibutz Beeri y al otro día al kibutz Kfar Aza.En total, como jefe de las unidades especiales de ZAKA, al frente de este operativo, le tocó recoger 903 cuerpos de víctimas mortales, y otros 600 de los terroristas. Y sus conclusiones son tajantes: “Los terroristas asesinaron, arrasaron y también destruyeron los cuerpos y hasta la dignidad del cuerpo de las mujeres. Y si alguien lo pone en duda puedo llevarlo a esos sitios y contar todo. En diversos casos en los que encontramos mujeres desnudas, estaba claro que alguien había forcejeado con ellas para quitarles las ropas, se veía en su estado. Una mujer esposada. Otra atada. Otra con partes del cuerpo cortadas. Un cuerpo de mujer con clavos entre el ombligo y la ingle. Y tantos otros casos de sadismo, tantos, tantos más”.
Haim Otmazgin nos envió el detallado informe que escribió sobre todo lo que vio. No pudimos terminar de leerlo. Nos llevó varios días lograr volver a él. Pero ni días después, ni meses o años, nos permitirán hallar las palabras para describir cabalmente la magnitud del horror. Algunos ejemplos que aparecen en esta nota, son una gota en un mar de crueldad sanguinaria.