Israel

Antisionismo y Antisemitismo

Por Julio María Sanguinetti, publicado en El Correo de los Viernes

 (N. de Red: El autor de este análisis fue dos veces Presidente de la República Oriental del Uruguay)

 

Se cumplieron  77 años de la creación del Estado de Israel, cuando Naciones Unidas decretó la partición de Palestina hasta entonces mandato británico. Aquella oportunidad histórica fue la última en que EE.UU. y la Unión Soviética estuvieron de acuerdo en algo, en el caso motivados por el Holocausto perpetrado por el nazismo contra el pueblo judío. También se intentó crear un Estado Árabe, que no fue aceptado y llevó a Israel a su primera batalla, la fundacional, la de la independencia, milagrosamente victoriosa frente al ataque de los ejércitos de cinco Estados.
 
Desde entonces, ha tenido que luchar sin pausa por su existencia. Los momentos de esperanza, se fueron diluyendo una y otra vez. El terrorismo islámico se encargó de obstruir cada proceso. Es verdad que la paz con Egipto y Jordania se ha mantenido y que el más reciente Acuerdo Abraham alcanzó a los Emiratos Unidos, a Bahréin, a Sudán y a Marruecos. También está claro que cuando se comenzaba a vislumbrar una negociación con Arabia Saudita, Irán movilizó sus organizaciones terroristas, el 7 y 8 de octubre de 2023 contra Israel, en Gaza y las fronteras con El Líbano.
 
El atentado del 7 de octubre, lanzado desde Gaza y hoy casi olvidado, fue tremendo: 1200 muertos, 240 rehenes… Era natural que Israel tenía que defenderse de una organización que proclama su desaparición. En ese momento era la víctima y nada podía discutir su derecho a defenderse. Como era de esperar, bastaron las primeras incursiones militares para que todo se invirtiera: la víctima eran los palestinos de Gaza. Y era en gran parte verdad, pero no por responsabilidad de Israel sino de la tiranía de Hamas, que hasta hoy, luego de un baño de sangre, sigue reteniendo rehenes que moralmente obligan a Israel a seguir luchando.
 
Desgraciadamente, es un tipo de combate muy penoso. Es cara a cara y esta vez el ejército israelí no ha podido desmantelar totalmente la organización de Hamas, que retiene todavía más de cincuenta rehenes. Bastaría que anunciara su entrega para que la paz se hiciera inmediatamente. Mientras tanto, sigue muriendo gente. Nadie puede negar que el ejército de Israel ha preanunciado sus ataques para prevenir a la población civil, pero es notorio que Hamas ha tratado de impedirlo. Las víctimas han sido muchas. No sabemos cuántas pero muchas. Y esto lleva a que todo el mundo le reclama a Israel que se detenga pero nadie asegura que la organización terrorista no seguirá adelante, con renovado brío si se siente impune.
 
La pregunta es simple: ¿cómo hace moralmente el gobierno de Israel para cesar su ataque y anunciar que abandona los rehenes?
 
Naturalmente, Israel está sufriendo un enorme daño de opinión pública. La actual operación no parece definir con claridad un objetivo, cosa fundamental en una acción militar, y puede llevarlo a una suerte de ocupación permanente sin destino a la vista.
 
Paralelamente, el viejo antijudaísmo cobra fuerzas y adquiere una dimensión inesperada: ya no viene de la extrema derecha sino de la izquierda. Sus raíces intelectuales son viejas, porque el mismísimo Sartre, ateo y existencialista, saludó la revolución iraní de 1979 como una expresión de antiimperialismo. Y el gran Michel Foucault se sumó a esa extraña teoría, soslayando lo que significaba una teocracia reaccionaria, despectiva de la condición de la mujer y de todos los valores humanistas que inspiran nuestra civilización occidental.
 
En los últimos años, su primer maquillaje fue sustituir el antisemitismo o antijudaísmo por anti sionismo, o sea que no se niega el derecho a vivir de los judíos, pero sí a tener un Estado como si esto no fuera algo igual o peor.
 
El Estado de Israel, que había conquistado Gaza en 1967, entonces dominio egipcio, lo entregó en 2005 a la Autoridad Palestina, pese a que allí nunca había existido ningún Estado Palestino. Desgraciadamente la respuesta ha sido que Hamas, dominando Gaza, niega el derecho del pueblo judío a tener su Estado. Es diabólico. Pero es así.
 
Lo terrible es que lo que dice Hamas se acepta sin discutir. Habla de 50 mil muertos y no se pone en cuestión. Y se muestra la destrucción de los ataques, que sería igual del lado israelí si no tuviera el famoso “escudo” con el que detiene los cientos de misiles que se lanzan contra su población.
 
En nuestro país, las redes son hoy una expresión tenebrosa de esta confusión, que alimentan quienes deberían estar aterrorizados de que cayera una democracia y pudieran triunfar los terroristas totalitarios. Organizaciones feministas, que serían barridas, se suman increíblemente, en ocasiones, a ese coro.
 
Un antiyanquismo primitivo y simplista flota detrás de esas actitudes. Y también la discutida imagen del Primer Ministro israelí, confundiendo un gobierno con los intereses y derechos permanentes del Estado de Israel y del pueblo judío todo.
 
Son días difíciles. Hay que hablar. Razonar. Hacer pensar. Para nosotros, occidentales, toda vida vale lo mismo. Para organizaciones como Hamas no es así. Por eso ponen a todo un pueblo de rehén de una lucha para que su condición de víctima alimente el odio. No olvidemos que no fue Israel el agresor sino el agredido. Punto de partida de cualquier abordaje del tema. Si no lo reconocemos, es imposible entendernos.

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