Ana Jerozolimski / Directora Semanario Hebreo JAI

Editorial

Las distintas formas de recordar el Holocausto


Mirando hacia atrás,  y hacia adelante, en alerta.

 

Esta tarde, 27 de enero, Día internacional de Recordación de las Víctimas del Holocausto, entre las decenas de mensajes y de historias que circulan a lo ancho y largo del mundo, recibí uno de esos mensajes que circulan por las redes en días especiales. De fondo se ve la imagen siempre lúgubre de Auschwitz-Birkenau, aquella terrible entrada a la que conducían las vías del tren. Adentro, estaban los crematorios. Y el texto sobre la foto dice: “Si hiciéramos un minuto de silencio por cada judío asesinado en el Holocausto, permaneceríamos en silencio por 11.4 años”.

Me tomé la molestia de calcularlo. Es cierto. Quien lo calculó antes que yo, no se equivocó. Más de 11 años. Eso es lo que da calculando un minuto por judío asesinado. Es que fueron 6 millones.

Si de números se trata, podemos recordar que entre los 6 millones, había 1 millón y medio de niños, incluyendo bebés.

O, como dijo la Senadora Daisy Tourne al concluir la sesión especial de la Comisión Permanente del Parlamento en conmemoración de este día internacional de recuerdo y contar-en números nuevamente-qué hallaron los soldados soviéticos al entrar aquel 27 de enero de 1945 al campamento de exterminio Auschwitz: 370 mil trajes de hombre, 837.000 vestidos de mujer, 44.000 pares de zapatitos y 7 toneladas de cabello humano. “Es un oprobio para la humanidad recordar estas cosas”, aseguró.

Murieron convertidos en números, pero se los recuerda como los seres humanos que fueron. Lo describió muy emotivamente nada menos que el Presidente de Alemania Frank- Walter Steinmeier, en su discurso en el acto conmemorativo del jueves pasado en Jerusalem. Vale la pena reproducir unos párrafos:

“Aquí en Yad Vashem arde la Llama Eterna en recuerdo de las víctimas de la Shoa. Este lugar nos recuerda su sufrimiento. El sufrimiento de millones. Y nos recuerda sus vidas, cada vida individual.

Este lugar recuerda a Samuel Tytelman, un dedicado nadador que había ganado competencias por Macabi de Varsovia, y su pequeña hermana Rega, que ayudaba a su madre a preparar la cena familia de Shabat.

Este lugar recuerda a Ida Goldish y su hijo Vili de 3 años. En octubre, fueron deportados del ghetto Chisinau. En el crudo frío de enero, Ida escribió su última carta a sus padres- cito: “Lamento desde lo más profundo de mi alma que, al partir, no capté la importancia del momento, (...), que no los abracé fuerte, sin dejarlos apartarse de mis brazos”.

(…) Samuel y Rega, Ida y Vili, eran seres humanos. Y como seres humanos viven en nuestra memoria. Yad Vashem les da, tal como está escrito en el Libro de Isaías, “un monumento y un nombre””.

Y un mundo entero que se fue.

Uno podría tratar de imaginar cuántas enfermedades quizás ya no existirían, si de algunos de los 6 millones de judíos asesinados se hubiese desarrollado algún gran científico. O cuántos libros interesantes habrían escrito los de buena pluma que murieron en las cámaras de gas. O cuántos niños más habrían nacido de cada uno que no llegó a casarse y formar familia.

Hace varios meses, para el cumpleaños número 100 de una mujer que sobrevivió a la Shoá, pidió a su familia, de regalo, reunirse con toda su descendencia una noche en Jerusalem, con el Muro de los Lamentos de fondo. Casi no entraban todos en la foto de tantos hijos, nietos y bisnietos que había traído al mundo al empezar una nueva vida después de aquella hecatombe. Fue una de muchas muestras de cuántos mataron los nazis y sus colaboradores: a todos los que ahogaron en las cámaras de gas y en los trenes, a los que balearon y tiraron a fosas comunes, a los que mataron de hambre y enfermedades, de frío y horror, y a todos aquellos que no permitieron nacer, porque asesinaron a quienes tendrían que haberlos traído al mundo.

Lo central es comprender que hay que recordar no sólo mirando para atrás sino también hacia adelante. Para alertar, para advertir.

 “Judíos fueron asesinados en Auschwitz por antisemitismo. Pero el antisemitismo no murió en Auschwitz”, nos dijo tiempo atrás un célebre luchador por los Derechos Humanos, judío canadiense, ex Ministro de Justicia de Canadá. Eso no es un análisis histórico. Es una luz de alarma.”Todo comenzó con las palabras, no con las cámaras de gas”, agregó.  El discurso de odio hiere y termina matando, es sólo el prólogo de lo peor.

Ninguna sociedad libre debe pensar “ah, que se arreglen los judíos”. Cuando hay intolerancia, odio y discriminación, nunca termina en una minoría. La sociedad toda se enferma y cuesta sangre sacarla del pozo.

Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(27 de Enero de 2020)

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