No tendríamos que acompañar a Maduro en su nueva asunción.
Este jueves 10 de enero, Nicolás Maduro asume por un nuevo período como Presidente de Venezuela. Las elecciones en las que reanudó su mandato, lo saben todos, fueron fraudulentas. Pero peor aún que eso, es que el robo de los votos y la voluntad popular, es solamente la expresión política de la tragedia que vive desde hace tiempo el pueblo venezolano. No es solamente un régimen irrespetuoso del proceso democrático por el cual se debe decidir quién gobernará al pueblo, sino un régimen que ha llevado a los venezolanos al borde del abismo.
Es el responsable de la violencia en las calles, de la inseguridad absoluta, de las carencias generalizadas, la desnutrición infantil, la violación absoluta de los derechos humanos de sus ciudadanos.
Años atrás entrevistamos a nuestro querido y admirado colega, amigo, Claudio Paolillo, de bendita memoria. Hablamos del entonces gobierno venezolano, entre otras cosas. La situación era aún incomparablemente mejor que la actual. Claudio hizo la clara distinción entre “democracia de origen” y “democracia de ejercicio”. Si un gobierno asume el poder tras haber ganado democráticamente las elecciones, traiciona el espíritu de las mismas si luego ejerce de modo que viola los valores de la democracia: vida en libertad, respeto a los derechos ciudadanos, respeto a la división de poderes, y mucho más.
El régimen de Maduro no es democracia ni de origen ni de ejercicio. Es un régimen fascista que merece ser condenado por toda la comunidad internacional.
Y duele saber que entre los poquísimos países de América Latina que estarán presentes en su nueva asunción, estará Uruguay. Claro está que en las relaciones diplomáticas, un país no puede permitirse cortarlas con todo aquel con no considere ideal. Ningún país del mundo reconoce únicamente a las grandes democracias. Todos los países tienen, por intereses económicos por ejemplo, vínculos también con regímenes autoritarios. De lo contrario, China viviría en una isla. Y es sólo un ejemplo.
Pero hay margen de maniobra, hay matices en el medio, hay actitudes fácilmente evitables.
Estar presente en la asunción del nuevo gobierno de Maduro, es una vergüenza que Uruguay debería evitar. Con su presencia, está avalando no al Estado venezolano sino al gobierno de Maduro. Y eso es lamentable. Uruguay reconoce Estados, no gobiernos, dijo el Canciller de la República. Es una forma extraña de alejarse de la política tradicional uruguaya, cuyo peso en el escenario internacional nunca fue por su tamaño sino por lo fuerte de sus principios democráticos.
Escuchamos las explicaciones oficiales, el intento de esquivar lo central-una condena rotunda a un régimen que asesina a su propia gente- y recordamos a los numerosos venezolanos con quienes hemos hablado en cafés y taxis en Montevideo. El éxodo de todos aquellos que pudieron irse de su país, ha sido enorme. Llegaron también al nuestro, en búsqueda de un mejor horizonte que incluya seguridad y un futuro sin riesgos para sus hijos.
Me quedó especialmente grabada la conversación con uno de ellos, un joven de expresión dura que se desdibujaba cuando empezaba a hablar y se le oía una voz firme pero suave. Hacía varios meses que se había ido de su país y no tenía más que palabras de elogio por cómo el pueblo uruguayo lo había recibido.
Preguntamos si la realidad de todos los días en Venezuela es tan dura como se informa en los medios y circula en las redes sociales. “Es mucho peor”, contestó. Contó de las numerosas ocasiones en las que sintió que quizás no lograba volver a su casa por el peligro en la calle. Qué fue lo peor de lo que te has enterado, preguntamos. “Es difícil explicarlo realmente. Hay que vivirlo”, comentó. Y tras dudar unos segundos, contó de una enfermera que tuvo que elegir a cuál de tres bebés prematuros recién nacidos en su hospital poner en una incubadora, la única que tenían. Los otros dos murieron poco después. “Lo denunció en las redes y tuvo que huir, temiendo que la maten”, resumió.
Ejemplos hay seguramente miles. Muchos más.
El comienzo del nuevo período del Presidente responsable de crímenes contra su pueblo, debería quedar grabado en la historia como un día oscuro en el que Maduro está solo, aislado, como merece. En realidad, no nos enoja que Uruguay lo acompañe. Más que enojarnos, nos duele.
Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(10 de Enero de 2019)
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