Estos días, cerca de Pesaj, siempre son muy especiales para mí. Recuerdo con especial fuerza a papá, de bendita memoria, embargado de felicidad cuando veía la mesa larga bien puesta, engalanada para recibir a la fiesta y a la familia. Lo recuerdo con su noble sonrisa allí parado, a la cabeza de la mesa, con la Hagadá en una mano y la copa de vino en la otra, disfrutando de ese “juntos” que tanto significaba para él.
Papá reía cuando yo le decía que tiene pinta de profeta.Y yo lo miraba, y sentía que él simbolizaba la cadena de continuidad del pueblo judío…porque aunque sin ser una persona religiosa, era un enamorado del judaísmo, de su historia, de sus tradiciones, y más que nada, de sus valores. Esos valores se manifiestan también hoy, en múltiples expresiones de solidaridad, iniciativas de campañas y donaciones de diferentes empresas y de acciones voluntarias, que como parte de la sociedad uruguaya toda, ponen el hombro. Pero nos consta que eso ocurre también en muchas otras comunidades judías del mundo, y por cierto también en Israel, en los distintos sectores de su población.
Menciono siempre a papá cerca de las grandes fiestas del calendario judío, aunque siempre está en mí y en el corazón de la familia toda, porque amaba profundamente las reuniones alrededor de la mesa de Pesaj y Rosh Hashana.
Hace muchos años que no está físicamente con nosotros. Pero está siempre cerca nuestro. Y también este Pesaj, como Eliahu HaNavi, habrá una silla para él.
Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(6 de Abril de 2020)
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