Si no surgen inconvenientes de último momento y todo transcurre tal cual está planeado, el miércoles próximo, 13 de mayo, será presentado ante la Kneset, Parlamento de Israel, el nuevo gobierno, el número 35 desde la creación de Israel. Tras aproximadamente un año y medio de crisis e incertidumbre política, tres campañas electorales que no condujeron a la formación de un gabinete por parte de ninguno de los dos candidatos a Primer Ministro, ni Biniamin Netanyahu ni Beni Gantz , un sorpresivo y sorprendente acuerdo entre ambos cambió la situación.
El acuerdo de coalición firmado por los otrora adversarios y hoy socios, ha sido aprobado este jueves por la Kneset como ley. A raíz de ello, 72 legisladores que están a favor de ese acuerdo-una de las coaliciones más grandes en la historia de Israel- presentaron al Presidente Reuven Rivlin sus firmas recomendando que la misión de formar gobierno sea encomendada a Biniamin Netanyahu. Según el acuerdo , Netanyahu ocupará ese cargo durante 18 meses y será sucedido los 18 meses siguientes por Beni Gantz, que ya ahora tendrá el título de “Primer Ministro alternativo”.
Política es el arte de lo posible, suele decirse. Claro está que esto lleva a situaciones increíbles. La central es entender que fue la decisión de Beni Gantz la que permitió esta constelación, aunque entró a la política hace algo más de un año con una promesa central: sacar a Netanyahu del poder. Evidentemente, no lo logró. Obtuvo gran cantidad de votos, pero no los necesarios como para formar un gobierno estable y duradero. Pero sí tenía mayoría parlamentaria (62 votos de un total de 120), para aprobar legislación que complicara seriamente las cosas a Netanyahu. Por ejemplo, podría haber logrado, como jefe de la oposición, promulgar leyes que prohibieran que una persona acusada de corrupción sea Primer Ministro. Pero finalmente, decidió dejar ese camino.
Afirmando que en tiempos de crisis nacional por Coronavirus siente la responsabilidad de evitar nuevas elecciones, optó por aliarse con Netanyahu para formar gobierno. Su paso fue muy discutido, precipitó el desmembramiento de su partido, y aunque obtuvo logros concretos en términos de cantidad de ministerios (en comparación con la cantidad de diputados que aporta a la coalición), perdió mucha credibilidad. Pero claro está que hay distintas opiniones. Parte de sus votantes lo elogiaron por haber dado ese paso- como señal de responsabilidad nacional-, otros lo calificaron de traidor y de haber robado votos que le dieron para derrotar a Netanyahu.
El acuerdo de coalición entre Netanyahu y Gantz tiene muchas aristas complicadas y problemáticas. Cambian elementos básicos del sistema parlamentario israelí, como ese invento de “Primer Ministro alternativo”, una fórmula con la que evidentemente Netanyahu quiso garantizar que cuando llegue el momento de la rotación y Gantz pase a ser el Primer Ministro, él no pase a ser un mero ministro sino que tenga también status de Primer Ministro, pero “alternativo”.
Aquí está el punto central del problema. ¿Por qué? Porque en Israel, un ministro o diputado contra el que se haya presentado cargos por sospechas de corrupción, debe dimitir de inmediato. Un Primer Ministro, no.
En mi modesta opinión, este es el problema central del nuevo gobierno: que se encomiende su formación a una persona acusada ante tribunales de corrupción, de soborno, fraude y abuso de confianza.
Una cosa debe estar más que clara: Netanyahu es inocente, absolutamente inocente, a menos que se demuestre lo contrario en un tribunal. También es cierto que obligar a un Primer Ministro a dimitir es distinto que hacerlo a un diputado o ministro, ya que si el jefe de gobierno debe irse, el gobierno todo cae, lo cual tiene un significado a fondo para el país.
Pero desde el punto de vista de las normas públicas de comportamiento, consideramos problemático, por decirlo delicadamente, que alguien imputado sea quien rija los destinos del país. Netanyahu no sólo es inocente hasta que se demuestre lo contrario-y ojalá se confirme lo que él sostiene, que es inocente- sino que es especialmente talentoso y capaz. Eso es clarísimo. Pero no nos parece correcto que mientras está en proceso de juicio-el suyo debe comenzar el 24 de mayo- , tenga sobre sus hombros la responsabilidad de manejar el país. Menos que menos un país tan complejo como Israel, con tantos desafíos. Un intendente debe dimitir si es acusado ante tribunales. ¿Por qué entonces está bien que el Primer Ministro pueda seguir en funciones?
Quienes allanaron el camino definitivamente, este miércoles, fueron 11 Jueces Supremos, de la Suprema Corte de Justicia, al rechazar todas las apelaciones contra el nombramiento de una persona imputada para la misión de formar gobierno. También rechazaron las apelaciones contra el acuerdo de coalición, pero dejaron la puerta abierta a futuros debates al respecto.
Los Jueces Supremos no entraron en juicios de valor en relación a las apelaciones sobre la posibilidad que Netanyahu sea quien forme gobierno a pesar de haber sido acusado ante tribunales. No dijeron que está bien. Lo que hicieron-y consideramos que no tenían otra opción- fue determinar que no hay impedimento legal para así sea. La ley es clara: el Primer Ministro debe dimitir únicamente si es declarado culpable por una instancia ante la que no hay apelación.
De todos modos, recordemos que la situación aquí era un tanto distinta de lo aquí descripto, ya que ahora Netanyahu estaba en posición de Primer Ministro de transición. Y las apelaciones no hablaban de obligarlo a dimitir, sino de impedirle que forme el nuevo gobierno. No es lo mismo.
La responsabilidad de cambiar la situación, recae sobre el Parlamento. Los jueces deben interpretar la ley y decidir en base a ello, no a sus preferencias ni encares morales. Aunque no todos piensan igual, y este jueves hubo en la radio pública israelí-por dar un ejemplo-una entrevista con el ex Juez Supremo Eliahu Matza criticando duramente la decisión unánime de sus colegas, la interpretación de la ley existente hoy por parte de la Suprema Corte, fue lo que llevó a rechazar las apelaciones.
La situación no es sencilla en absoluto. Israel, sin duda, precisaba la estabilidad de un gobierno que funcione, y por cierto que pueda trabajar en forma ordenada, basándose en una amplia coalición. Sin embargo, a nuestro criterio, la coalición que aprobará al parecer el miércoles próximo al nuevo gobierno encabezado por Biniamin Netanyhau, será por cierto absolutamente legal, pero problemática.
Cabe recordar que las elecciones terminaron con una mayoría de escaños en contra de Netanyahu. Eran 62 frente a 58 de quienes habían apoyado a partidos que querían a Netanyahu como Primer Ministro. La relación entre gobierno y oposición cambió, por un acuerdo político de intereses, no porque el pueblo haya dicho súbitamente otra cosa.
La Kneset es el reflejo de lo que el soberano, el pueblo, dice en las urnas. Los manejos que surgen después, cambiando totalmente el mapa político israelí, son otra cosa. Legales y casi diría legítimos, pero muy problemáticos.
Sea como sea, al nuevo gobierno que comenzará al parecer su camino dentro de menos de una semana, cabe augurarle éxito en el manejo de los asuntos de Estado. Cabe esperar que el Primer Ministro, aunque esté ocupado en su juicio por sospechas de corrupción, pueda manejar con firmeza el barco en las tempestades de Oriente Medio y de la seria crisis económica derivada del Coronavirus. Y que todas las decisiones que tome, puedan ser reflejo puro de un deseo de conducir al país por buen camino, sin verse influenciadas por su situación personal tan especial.
Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(7 de Mayo de 2020)
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