Ana Jerozolimski / Directora Semanario Hebreo JAI

Editorial

Aiia volvió a casa en un ataúd


A su familia, en la ciudad árabe israelí Baqa el-Gharbía, que no sepan más de dolor.

En general, este espacio suele estar dedicado a análisis políticos. Es también lo que tenía planeado este miércoles de mañana. Escribir algo sobre la situación en Gaza o en el frente norte de Israel. Y para la sección “noticias” pensaba informar sobre el funeral de Aiia Masrawe, la jovencita árabe israelí asesinada en Melbourne, Australia, hace exactamente una semana.

Pero no pude. Me pareció “seco” tratarlo como mera información. Me dije que si estoy escribiendo con un nudo en la garganta y los ojos húmedos, aquí hay otra cosa. No es simplemente una información.

Aiia, cuyo hermoso rostro está en los diarios y las redes sociales de Israel y Australia desde hace días, cuya sonrisa especialmente fresca toca el corazón, estaba en la flor de la vida. Sus padres esperaban que regrese al terminar sus estudios con excelencia. Esperaban seguir marchando con ella por la vida, verla crecer feliz y desarrollarse. Es lo que todos los padres deseamos para nuestros hijos y para nosotros mismos. Pero Aiia volvió a casa en un ataúd. El padre Saíd le aguardaba en el aeropuerto Ben Gurion y de allí viajó directo a su ciudad Baqa el-Gharbía, donde varias instituciones municipales cerraron sus puertas para rendirle honor. El liceo en el que ella había estudiado también suspendió los estudios, para permitir a los alumnos participar en el acto recordatorio. Y de allí, con miles en las calles, al cementerio, a darle el último adiós.

Las páginas de los diarios en el mundo todo están repletas de noticias sobre violencia doméstica, violencia sexual, prepotencia y abusos.  Seguramente no pocos casos podrían evitarse, si el entorno general estuviera siempre alerta. Hay que prestar atención a las señales que una persona puede estar irradiando, sin lograr ponerlo en palabras.

¿Pero cómo evitar la crueldad de un hombre que ve a una hermosa joven bajando del tren, decide atacarla, violarla y asesinarla? Así, porque sí, porque se le antojó. No hay palabras que lo puedan describir.

La vida de la familia Masrawe ya nunca volverá a ser lo que era.

Seguramente alcanzaron a decirle a Aiia en vida lo que la amaban y estaban orgullosos de ella.

No perdamos nunca la ocasión. No guardemos nunca los sentimientos en el corazón. Digamos a nuestros seres queridos, siempre, lo que significan para nosotros. Es una fuerza que ayuda a seguir viviendo.

Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(23 de Enero de 2019)

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