Ana Jerozolimski / Directora Semanario Hebreo JAI

Editorial

Así vemos las elecciones en Israel, analizando su principal significado.


No analizaremos aquí los resultados publicados apenas se cerraron las urnas, ya que por ahora tenemos solamente los de boca de urna y no los del verdadero escrutinio.

Pero hay elementos sobre los que podemos abrir opinión ya ahora, que difícilmente cambien a medida que se avance en el escrutinio.

1) El primero es la problemática del sistema político que no logra romper el estancamiento por la casi paridad entre los dos grandes bloques, aunque dentro de cada uno hay diversos matices. En estos momentos, no hay ninguna certeza de que Israel no esté en camino a quintas elecciones. Si se confirma un empate, eso será  al parecer ineludible.

2) Estas elecciones fueron un plebiscito sobre la continuación de la vida política de Biniamin Netanyahu. No se habló casi de Irán, ni de la economía (esto un poco más, por la pandemia) ni del conflicto con los palestinos, sino de “Bibi sí” o “Bibi no”. Y por más que el Likud sea el partido más grande de Israel, según boca de urna, la mayoría de los votantes optaron por partidos que dijeron “no” a Netanyahu. Aún si algunos de ellos cambian luego de postura en el marco del juego de armado de coalición, esa conclusión es clara: la mayoría de la ciudadanía votó por partidos que en la campaña no estaban del lado de Netanyahu.

3) No sería correcto hablar aquí del bloque de derecha contra el bloque de izquierda. Si bien claro está que del lado de Netanyahu hay sólo partidos conservadores y religiosos, del lado opositor , aunque la mayoría es de centro izquierda, hay también partidos claramente conservadores con tendencia nacionalista en la agenda . El único común denominador entre todos es la oposición a Netanyahu, aunque no todos la plantean de la misma forma.

 

4) Estas elecciones tienen, entre sus diversos resultados en distintos ámbitos, uno que es absolutamente vergonzoso: la elección del abogado Itamar Ben Gvir al templo de la democracia israelí. Un seguidor del rabino Meir Kahana, que era un elemento racista anti árabe despreciable. En la época del proceso de Oslo, Ben Gvir, que en aquel tiempo era más un matón que otra cosa, logró arrancar el símbolo del coche del Primer Ministro Itzjak Rabin y dijo luego que así como llegó a ese símbolo, llegará a Rabin. Finalmente, otra basura llegó a Rabin, el asesino Igal Amir.

Pero por más simpático y verborrágico sea Ben Gvir en las entrevistas periodísticas que concede, yo no olvidaré jamás a aquel jovencito que llegó al coche de Rabin. Y no olvidaré tampoco que fue Netanyahu quien presionó al jefe del partido el Sionismo Religioso Betzalel Smotrich para que incluya en su lista a Ben Gvir, para minimizar el riesgo de votos perdidos en la derecha. Esto, porque Ben Gvir había participado ya en varias elecciones anteriores y al no resultar electo, todos los votos que había recibido se perdían.

Con la exigencia de mano dura contra el terrorismo, de acuerdo. De lucha contra las camarillas de criminales beduinos en el Neguev, también. Con el legado de Kahana, absolutamente no.

5) Del otro lado del mapa político, parece que entra a la Kneset, como número 7 del partido laborista, Ibtisam Marana, árabe, que años atrás tuvo pronunciamientos muy problemáticos en las redes sociales, tanto a favor de la destrucción de Zijron Yaakov como de burla sobre la sirena en el Día de Recuerdo a los caídos. Se disculpó, se retractó y dijo que aquello había sido patético de su parte.  De todos modos, claro que eso no inspira gran confianza. Toda persona, es cierto, se puede equivocar y comprender que cometió un serio error. Cabe esperar que su sola incorporación a un partido sionista como el laborismo por más que ella no se proclame como tal, sea una señal de que sus pronunciamientos de años atrás no son el camino a la convivencia en paz.

 

6) Y para termiar, lo obvio, pero importante de destacar.

No es poca cosa que un país en conflicto, que aún lidia con amenazas a su seguridad, viva en democracia y la mantenga , como debe ser. En medio de tensiones  y problemas, los israelíes todos podían este martes ir a votar. Judíos y árabes, musulmanes, cristianos, drusos, religiosos, tradicionalistas, laicos y ultraortodoxos, todos con un voto. Todos, votos que valían igual.

En un mundo en el que tanta gente no puede incidir en la definición de su futuro  porque vive sumida en la oscuridad de la falta de libertad, eso no es poca cosa. Que siempre sea así. De lo contrario, no sería Israel.

Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(23 de Marzo de 2021)

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