Ana Jerozolimski / Directora Semanario Hebreo JAI

Editorial

Historia: 4 cancilleres árabes llegan a Israel a la cumbre de la paz


El nombre oficial es la cumbre del Neguev, el desierto en el sur de Israel, porque allí se llevará a cabo este domingo y el lunes. Pero yo decidí rebautizarla : la cumbre de la paz. Es que en este histórico evento, invitados por el Ministro de Relaciones Exteriores de Israel Yair Lapid, y junto al Secretario de Estado norteamericano Anthony Blinken, participan 4 cancilleres árabes cuyos países han firmado la paz con Israel: Abdallah bin-Zyed de los Emiratos Árabes Unidos, Abd el-Latif al-Ziani de  Bahrein, Nasser Burita de Marruecos y Sameh Shukri de Egipto . La cumbre de la paz, el opuesto de lo que busca la República Islámica de Irán, la gran perdedora del evento en el que Israel y sus huéspedes árabes están del mismo lado.

Nos resulta ineludible recordar los días de aquel noviembre de 1977 cuando el entonces Presidente de Egipto Anwar el-Sadat realizó su histórico viaje a Israel. Los israelíes se salían de sí. Muchos no podían creerlo hasta que vieron a Sadat aparecer en la escalerilla de aquel avión que decía “Arab Republic of Egypt”, sonriente, saludando como si eso fuera lo más normal. No pocos esperaban ver cuál era el truco, el engaño. Es que parecía increíble  que el Presidente del país árabe más grande y poderoso, férreo enemigo de Israel en el campo de batalla, estuviese llegando para hablar de paz.

Junto a la escalerilla del avión esperaba a Sadat el entonces Primer Ministro de Israel Menajem Beguin, que seguía teniendo imagen de duro y muchos creían intransigente. Beguin, al convecerse de que Sadat quería realmente hacer la paz, se retiró de la totalidad de la península del Sinaí, que Israel había conquistado en la guerra de los Seis Días en 1967 al repeler el ataque egipcio. El proceso no fue sencillo. Desde aquel 19 de noviembre de 1977 cuando llegó Sadat, pasó bastante hasta que se firmó el acuerdo de paz el 26 de marzo de 1979. “No más guerras, no más derramamiento de sangre”, proclamó Sadat. “Que la Paz sea con vosotros”, respondió Begin. “Shalom, Salaam, para siempre”.

La desconfianza inicial de los israelíes, se esfumó para muchos cuando Sadat confirmó que vendría a Jerusalem y hablaría ante la Kneset, Parlamento israelí, de paz.

Los israelíes colmaron las calles con banderas de Israel y Egipto. Desde su nacimiento, no les habían dado un día de tranquilidad. Algo empezaba a cambiar.

Muchos años después, en octubre de 1994, se firmó el segundo acuerdo de paz, con Jordania. Y en agosto del 2020, los Acuerdos de Abraham que ya incluyen a los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Marruecos. Sudán, por su parte, ha cancelado el boicot a Israel.

Con los palestinos continúa formalmente vigentes los acuerdos de 1993 y 1994, pero la relación ha tenido muchos altibajos y en una atmósfera de mutuas amenazas y recriminaciones, no ha conducido a una solución.

Y ahora, son ya varios los socios de Israel en la paz regional.

Y no deja de ser simbólico que la cumbre israelo-árabe se realice en Sde Boker, el kibutz en el que vivió el fundador de Israel David Ben Gurion, quien proclamó la independencia del Estado judío sabiendo que el mundo árabe atacaría de inmediato porque no aceptaba la existencia de Israel en la región.

La realización misma de este evento, ya antes de publicarse el comunicado conjunto que elaborarán, confirma cuánto ha cambiado la situación regional. Pero claro que no se hablará sólo de energía e intercambio, sino más que nada de la preocupación por todos compartida respecto al papel de Irán en la región.

Al  mismo tiempo, se confirma cada vez más cuánto ha avanzado el proceso de inserción y aceptación de Israel en su entorno. Por su énfasis en la cooperación y el progreso conjunto que puede lograrse únicamente a través de la paz. Por su desarrollo y avance en todas las áreas que deben importar a los países que quieren mejorar la situación de sus pueblos. Y también porque debido a todo ello y también a su fortaleza militar, son cada vez más los que entienden que a Israel no lo van a derrotar en el campo de batalla y que lo más sabio es precisamente avanzar junto con él, por el bien de todos.

Indudablemente, que se lleve a cabo en Israel un evento de esta envergadura, es un mensaje a toda la región. También a quienes viven demonizando a Israel, distorsionando la realidad y presentándolo como un paria entre las naciones.

 

Lo que no ha cambiado es el hecho que los terroristas continúan viviendo en otro mundo y tratando de imponer su agenda en la zona, para desgracia de sus propios pueblos y sus víctimas. Desde Hizbala en Líbano, hasta Hamas y Jihad Islámico en Gaza y los hutíes en Yemen, entre otros, gastan sumas siderales en terrorismo, en lugar de dedicarlos al bienestar de sus pueblos.  Y todos son financiados por Irán.

Por eso, esta cumbre también es una confirmación de lo grave de la amenaza de Irán, que es percibida como muy seria no sólo por Israel sino también por todos estos participantes árabes. Claro que para Israel es mucho peor. Irán es el único país del mundo que tiene el tupé de exhortar a destruir a otro miembro de la comunidad internaciona, Israel. Y mientras desarrolla armas nucleares con las que quisiera concretarlo, es una amenaza también con su poderío convencional, dedicando enormes sumas de dinero a desestabilizar la región a través de fuerzas terroristas a las que financia e incita.

El desafío no ha desaparecido, todo lo contrario, y es el común denominador en las preocupaciones de Israel y sus socios árabes , que se manifestarán claramente también en esta cumbre.

Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(26 de Marzo de 2022)

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