Ana Jerozolimski / Directora Semanario Hebreo JAI

Editorial

Las historias detrás de Iom HaZikaron, el día más solemne del calendario israelí


 

La memoria es un elemento clave en la idiosincracia judía. Recordamos a nuestros muertos y su sufrimiento, y la otra cara de la moneda es tener muy presentes a los amigos que nos acompañan. Porque es justo y también quizás porque a menudo, nos sentimos incomprendidos. Y no se trata de algo personal, sino de un encare general, del pueblo. Por cierto, también del Estado de Israel.

En el imperativo de la memoria, el día más especial del calendario israelí es Iom HaZikaron, el día recordatorio de los caídos en combate y al servicio del país para protegerlo y defender a su población, tanto los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel como de todos los servicios de seguridad. Hoy Israel recuerda a los 24.064 caídos y abraza a sus seres queridos. También a las 3.200 víctimas del terrorismo desde la fundación del Estado, que contados desde antes de 1948, desde 1860-cuando en la tierra de Israel ya se lidiaba con la violencia anti judía- son más de 4.200.

 

Y cada uno tiene un nombre. Y una familia que ya no lo tiene en su seno.

En Israel, los diarios impresos y sus páginas en internet, las radios y canales de televisión, dedican todo su tiempo y espacio al recuerdo, a través de las historias personales de los muertos, con entrevistas a quienes los perdieron, a quienes siguieron viviendo pero ya sin ellos.

Siempre recordamos un programa de años atrás en la radio pública israelí KAN, absolutamente desgarrador,  con hijos de israelíes caídos, que nacieron después de la muerte de sus padres en combate. 

El primero en compartir su testimonio fue un hombre joven que contó lo extraño que es tener nostalgias de un padre al que no conoció y con el que nunca vivió, lo que fue crecer en un hogar en el que siempre había un vacío que él no podía llenar porque de su padre sólo tiene historias y relatos que otros le contaron. “Yo era amigo de tu papá”, cita a tantos extraños que con el correr de los años se le acercaron para acompañarlo, pero con ello ahondaban su impotencia por no haberlo conocido. Y el dolor de saber que su madre enviudó cuando tenía sólo 27 años…y de verla llorar. “Ahora, ya soy 7 años mayor que lo que era mi padre cuando murió”, resumía en su impactante testimonio.

Y la historia de una jovencita cuyo padre murió en guerra contra Hamas, que se consuela al saber que su padre cayó sabiendo que ella estaba en camino.”La noche antes de morir, mi mamá habló con papá por teléfono y alcanzó a decirle que estaba embarazada. Así que al menos, murió sabiendo que yo iba a nacer”.

En la tapa de un suplemento especial del diario “Yediot Aharonot”, años atrás, recordamos una foto conmovedora. Un niño ya grande, pelirrojo, con kipá negra,  llora en el funeral de su padre. Un hombre mayor, quizás su abuelo, lo abraza y le ayuda a sostener el libro de oración. Estará diciendo el Kadish.  Y esta semana vimos otra que nos recordó a aquella, de un niño abrazando la tumba de su padre, el rabino Raziel Shevaj que murió asesinado por un terrorista en la Ciudad Vieja de Jerusale,

“Querido papá, quiero agradecerte por una niñez maravillosa”, decía el texto debajo de la foto de aquel suplemento. “Por tranquilizarme cuando me ponía nervioso.Por la forma en que cada vez que tenía un problema y te llamaba, me comprendías y me ayudabas...Antes sólo parecías Superman, pero ahora realmente eres un Superman que salvó a miles”. Y agrega: “Papá, me dijiste una vez que es preferible que muera un soldado para salvar a muchos más, pero me entristece mucho que hayas sido tú. ¿Por qué fuiste tú? Te quiero mucho papá, y te extraño mucho”.  Uri Grinberg sobre su padre Teniente Coronel Amotz Grinberg, que murió en el operativo “Margen Protector” contra Hamas el 21 de julio del 2014.

Por televisión se ve a los caídos reír con sus amigos, haciendo bromas y abrazando a sus padres. Del archivo de la memoria que nunca muere, saltan las imágenes captadas cuando estaban vivos…e intensifican el dolor. 

“Aquella noche entre el sábado y el domingo, faltando 20 minutos para las 3 de la madrugada, tocaron nuestra puerta”, recuerda el escritor David Grossman, cuyo hijo Uri cayó en la guerra en Líbano en el 2006, días antes de cumplir 21 años. “Dijeron por el portero eléctrico que eran del ejército, yo fui a abrir, y pensé-ya está, se acabó la vida.  Pero cinco horas más tarde, cuando Mijal y yo entramos a la habitación de Ruti y la despertamos para darle la dura noticia, Ruti, después de llorar, dijo: “Pero nosotros vamos a vivir ¿verdad?  Vamos a vivir y a pasear como antes. Y yo quiero seguir cantando en el coro y quiero que sigamos riéndonos como siempre y quiero aprender a tocar guitarra”. La abrazamos y le dijimos que viviremos.

Nuestra fuerza la sacaremos de Uri, que tenía fortaleza suficiente para muchos años. Irradiaba tanta vida, tanto calor y tanto amor…y su luz perdurará y nos iluminará, aunque la estrella que la producía se haya apagado. Amor nuestro, tuvimos el gran privilegio de haber vivido contigo. Gracias por cada momento que fuiste nuestro.

Papá, mamá, Yonatan y Ruti”.

Bendita sea la memoria de todos los caídos en combate y de todas las víctimas del terrorismo. Y que el Estado de Israel y su pueblo, sean dignos de su recuerdo. 

Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(4 de Mayo de 2022)

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