Ana Jerozolimski / Directora Semanario Hebreo JAI

Editorial

Entre democracia y revolución


No es novedad. Israel está dividido. Lo está hace tiempo. Siempre fue multifacético y diverso pero lo que está pasando en los últimos años es otra cosa. Si bien creemos que el grueso de la población sigue viendo más el común denominador que lo que separa a los distintos sectores y grupos, la voz cantante la tienen quienes sienten que todo se ha agudizado, quienes plantean la situación política en términos de “ellos” y “nosotros”.

El factor principal es a nuestro criterio el demasiado prolongado tiempo de Biniamin Netanyahu en el poder. Siempre electo democráticamente, claro está, usufructuando un derecho que le da la ley, porque la legislación israelí no ha sabido hasta ahora limitar los tiempos de sus gobernantes. Es esencial que lo haga, no por Netanyahu. No es sano, es nocivo, que un mismo gobernante esté tanto tiempo en el poder, por mejor que sea.

Pero claro que el punto de inflexión fue la decisión de enviar a Netanyahu a juicio por sospechas de corrupción. El problema fue que el ya entonces Primer Ministro tradujo su convicción que lo estaban juzgando injustamente y su más que legítimo derecho a luchar contra las acusaciones en una ofensiva frontal contra todos los involucrados. Alegando que le inventaron expedientes falsos y carentes de fundamento alguno, arremató contra el asesor legal del gobierno, la Fiscalía, la Policía, la prensa, los jueces. Los presentó ante el público como marcos en los que la ciudadanía no puede confiar, con lo cual el daño fue al  Estado.

Otro problema al que eso condujo, fue que precisamente por su ataque total, no se pudo abordar debidamente lo que era necesario ya entonces: una serie de reformas en el sistema judicial que corrijan problemas que ya se habían ido desarrollando. Todo quedó supeditado a la guerra “sí Bibi” o “no Bibi”, a favor de Netanyahu o en contra.

El cambio de gobierno en el 2021 agudizó la grieta.

La mayoría de la ciudadanía votó en aquellas elecciones por partidos que se oponían a Netanyahu.  No una mayoría avasallante, pero suficientemente clara como para que Netanyahu no logre forma coalición, que fue justamente lo que ocurrió. El bloque anti Bibi en esas elecciones incluyó ex socios e inclusive ex co-partidarios, que sea por cuestiones ideológicas, políticas o personales, dijeron no poder apoyarlo más y se cambiaron de lado.

El 13 de junio del 2021 asumió la así llamada coalición de cambio, encabezada primero por Naftali Bennett, otrora ministro en gobiernos de Netanyahu. Bennett encabezaba un pequeño partido de tan solo 7 diputados, de los cuales 1 rehusó apoyar su decisión de unirse a esa coalición en alianza con Yair Lapid . La ley permitía que al formar coalición, los partidos miembros de la misma decidan quién la encabeza. Pero el hecho que Bennett era jefe de un partido tan chico y que él había prometido ante cámaras y por escrito que no se aliaría con Lapid, agravó la discusión entre las partes, aunque todo fuera legal y parte del juego político.

Netanyahu nunca reconoció la legitimidad de ese gobierno ni del que le sucedió en junio del 2022 con Yair Lapid al frente. Ahora acusa a la actual oposición de no respetar la esencia de la democracia, pero él nunca respetó  a quienes le cambiaron legalmente en el poder hace algo menos de dos años. Ello se manifestó de múltiples formas, en expresiones de absoluta falta de respeto de parte de parlamentarios de su bloque para con las autoridades electas. Una de las muestras más alevosas a nuestro criterio, fue cuando se reunió durante solamente media hora con Bennett en lo que debería haber sido una transición mucho más seria y detallada, necesaria por el simple hecho que de por medio está no el ego de nadie, sino el país.

Y esta línea se manifestó en algunos casos también ahora, al volver Netanyahu al poder, cuando ciertos ministros rehusaron hacer un acto de cambio de autoridades con quienes les antecedieron en el gobierno de Lapid, una forma de decir que no tienen nada para aprender o recibir de ellos.

Cuando de la  bancada opositora le interrumpían en su discurso de asunción en la Kneset, Netanyahu recordó a sus adversarios que fue electo por el pueblo y que por si no sabían esa es la esencia de la democracia. No explicó por cierto que cuando Bennett asumió, no lo dejaron decir dos palabras seguidas, y que la presentación de la coalición de cambio como ilegítima  derivaba ante todo de la línea que él había adoptado.

Y ahora, cuando la revolución jurídica anunciada por el Ministro de Justicia y apoyada explícitamente por Netanyahu despierta preocupación y ha sacado a 10.000 personas a manifestar en Tel Aviv, anunciándose la continuación de la protesta, con el ex ministro de Defensa y actual miembro de la oposición Beni Gantz exhortando a la gente a salir a manifestar, Netanyahu lo acusa de “incitar a una rebelión”. Sería oportuno recordar que en Israel siempre ha sido legal manifestar, que lo seguirá siendo, y que es una herramienta clara en manos de quienes sienten que algo está mal.

Sobre la revolución jurídica misma, tal como hemos anunciado días atrás, preferimos analizarla compartiendo opiniones claras y diversas de expertos en la materia a los que ya hemos empezado a entrevistar. Aún no hemos publicado las entrevistas ya que queremos hacerlo cuado tengamos ya varias prontas a fin de presentar juntos los distintos matices.

Es que mientras el ex Juez Supremo Eliakym Rubinshtein nos ha dicho que la reforma anunciada le quita el sueño, y la Vice presidenta del Instituto israelí de Democracia, la jurista Profesora Suzie Navot, nos expresa profunda preocupación por el significado de lo anunciado para la democracia israelí, al igual que el ex Ministro de Justicia del Likud Dan Meridor, hay también otros encares. El Profesor Yuval Elbashan, también jurista e inclusive un hombre que se define como izquierda, sostiene que no es cierto que esto significa el fin de la democracia, aunque sí cambio de régimen, ya que era necesario según él cambiar el equilibrio que se había creado, con poderes en manos de la Suprema Corte que la colocaban por sobre el parlamento. Y el Profesor Emérito de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalem Abraham Diskin, sostiene que el problema de la democracia israelí no es que la Kneset pase a superponerse sobre la Suprema Corte, sino que la Suprema Corte desde hace años se tomó atribuciones y poderes que la ley nunca le dio.

En resumen, como tantas otras cosas en Israel, hasta el análisis de algo que parece tan evidente, tiene diversas aristas.

Cuando tengamos todas estas entrevistas traducidas, armadas y ordenadas, las publicaremos, para ayudar a los lectores a comprender la situación a fondo, más allá de las declaraciones dramáticas de uno y otro lado ante los micrófonos.

Son tiempos complejos.

Israel debe hallar la forma de lidiar con este desafío. No puede permitirse otra cosa.

Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(10 de Enero de 2023)

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