Ana Jerozolimski / Directora Semanario Hebreo JAI

Editorial

¿Qué sacamos del tema del águila?


Aunque no nos sentamos a escribir sobre este tema tan candente “en caliente”, apenas el Presidente de la República hizo su anuncio sobre la decisión de fundir el águila nazi del Graf Spee y convertirla en una paloma de la paz, quisiéramos al menos ahora, cuando esa decisión ya fue revocada por Luis Lacalle Pou, hacer un corto comentario al respecto.

En primer término, destacar lo importante del hecho que el Presidente sabe escuchar otras opiniones y actuar de acuerdo a ello cuando entiende que hay allí razones convincentes. Si bien no dijo “me equivoqué” sino que aclaró que sigue pensando que la decisión anterior era correcta, supo cambiar de rumbo al escuchar argumentos que evidentemente influyeron en él. No es poca cosa, muy especialmente tratándose de un Presidente de estilo bastante centralista en su conducción del gobierno.

Y ahora, el águila.

Consideramos que la decisión anunciada por el Presidente este domingo en una rueda de prensa en Melo es bienvenida. Es que no se trata aquí de lo bueno que la guerra se convierta en paz y que los horrores desaparezcan y dejen paso a la concordia y buenas relaciones entre los hombres. Claro que ese concepto, esa aspiración, es noble y maravillosa.  Y nos atrevemos a suponer que esa era la intención del Presidente, destacar que algo que simboliza el mal y la crueldad, se convierte en un motivo de esperanza. Casi de más está aclararlo: también del gran artista Pablo Atchugarry. El Presidente le encomendó una misión y él iba a abordarla seguramente con entusiasmo. Desde un punto de vista artístico ¿acaso no es hermoso diseñar y planear una paloma de la paz?

El problema no está en las buenas intenciones que estamos seguros había detrás del plan hoy archivado.

El problema es que lamentablemente, nada en el nazismo dejaba la puerta abierta a esas esperanzas y buenas intenciones. Absolutamente nada. Era el horror absoluto, total,  asesino, el responsable de una de las noches más oscuras de la humanidad. Y nos parece que debe seguir viéndose como lo que era, para que el mundo sepa, para que nadie olvide, para que no pueda repetir.

No hace falta repetir aquí las opiniones que todos han leído, de historiadores, políticos y otras figuras que se han manifestado con altura y buenos argumentos sobre el tema, la enorme mayoría criticando la decisión y explicando-en resumen- que un objeto histórico no se puede alterar. Es lo que es.

Sí consideramos importante comentar las declaraciones del Presidente del Comité Central Israelita Roby Schindler, en nombre de toda la institución, que es la entidad representativa de la colectividad judía ante las autoridades y la sociedad civil.  Es cierto que Roby sonó casi entusiasta, hablando de “alegría” por la decisión, lo cual a muchos chocó. Pero sugerimos escuchar bien sus palabras y captar que también dejó abierta la puerta a la validez de opiniones distintas, a quienes lo veían de otra forma. Y destacó un punto clave: que en Uruguay-“este bendito país” , dijo con razón- cada uno tiene derecho a emitir libremente su opinión.  

De todos modos, más allá de las posturas variadas sobre qué era mejor hacer con el águila del Graf Spee, lo central –también para el Comité Central- era garantizar que no se rematara y llegara a manos privadas que pudieran convertirlo en motivo de “culto”. En otras palabras, que no llegue a manos de gente mal intencionada que lo convierta en un foco de peregrinación e idolatría neo-nazi. En ese sentido, fundir el águila garantizaba que ello no sucediera, y estimamos que de allí la reacción del Comité Central.

Nos consta que también el Presidente de la República quería garantizar que eso no ocurra.

 

Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(18 de Junio de 2023)

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