El horror del sábado 7 de octubre comenzó para mi cuando pocos minutos después de las 6.30 de la mañana, mi esposo me dice: “Hay alarmas por todos lados. Gadi y Stella están en la habitación blindada. Mijal y Gai bajaron al refugio. Alarmas en Tel Aviv y los alrededores”. Nuestros hijos, con los suyos, estaban resguardados. No sabíamos que en ese momento, una enorme cantidad de terroristas armados estaba irrumpiendo a Israel , invadiendo numerosas localidades del sur del país, comenzando la masacre más grande de judíos desde el Holocausto, aproximadamente 1200 personas asesinadas, entre ellas familias enteras, padres con sus hijos. Ese día resultaron heridas aproximadamente 2.000 personas, cientos de ellas de gravedad.
La enorme mayoría de las víctimas eran judíos, un alto porcentaje de civiles, incluyendo numerosos menores de edad. Pero también hubo muertos, heridos y secuestrados que eran musulmanes ciudadanos de Israel, además de decenas de extranjeros de distintas religiones que trabajaban en el sur-especialmente tailandeses- y un grupo de estudiantes de Nepal que estaban realizando cursos en la universidad Ben Gurion en Beer Sheba y vivían en el kibutz Alumim , donde fueron asesinados y algunos secuestrados.
Las alarmas sonaban en todo el sur y parte del centro del país, siendo el escenario de fondo de la invasión terrorista.Llegaron inclusive a sonar hasta en la localidad árabe israelí Baqa el- Gharbía más hacia el norte.
No sabíamos en los primeros momentos que en las comunidades adyacentes a la frontera con Gaza, la población que entró de inmediato a los refugios al oir las alarmas y pensar que era otro ataque de cohetes como tantos que ya habían sufrido, en realidad no estaba resguardada sino expuesta. Los refugios se convirtieron en trampas de muerte. Estaban destinados a proteger del impacto de cohetes y se podían abrir desde afuera ya que eso era necesario en caso que hubiera que prestar ayuda . Nadie había concebido que quienes tratarían de abrirlos serían terroristas llegados físicamente hasta allí, hasta la casa de la gente, para matarlos en el momento y ocupar el lugar. Su plan era llegar mucho más tierra adentro, mucho más profundo que los casi 30 kms que alcanzaron a recorrer hasta la ciudad de Ofakim.
Los terroristas entraron a los refugios , mataron y secuestraron, allí mismo también violaron y torturaron. Ellos mismos lo contaron en sus interrogatorios en el Shin Bet, como aquel terrorista que dijo que desde adentro se oía voces de niños y llantos, y que dispararon hasta que ya no se oyó nada. Y cuando no pudieron entrar, prendieron fuego, sofocaron y quemaron vivos a quienes estaban en su interior. A tal punto que en muchos casos llevó semanas y hasta meses identificar los restos.
La primera imagen que me quedó grabada de ese día terrorífico, cuando aún no entendíamos la dimensión de lo que estaba ocurriendo, fue la camioneta llena de terroristas armados que circulaba por la ciudad de Sderot. La proyectaron en los canales de televisión israelí y lo que se nos venía a la mente era “imposible, no puede ser, debe haber un error”.
Pero no lo era. Lo que estaba aconteciendo y que se aclaró parcialmente muchas horas después, era eso y mucho más.
En la televisión comenzaron a transmitir llamadas telefónicas que recibían de habitantes del sur encerrados en sus refugios, que oían los disparos, oían a los terroristas entrando a sus casas o acercándose a las mismas, y con pavor en la voz pedían ayuda.
La sangre se congelaba.
A las centrales de la Policía llegaron 1400 llamadas pidiendo socorro desde distintos puntos del sur. Susurraban para que los terroristas no los oigan.
En el asalto terrorista masivo en el que participaron más de 3.000 terroristas armados hasta los dientes, fueron atacadas 8 bases y puestos de observación militares para neutralizar los puestos de observación e Inteligencia de las tropas y facilitar así la irrupción de la gran masa de terroristas las comunidades civiles, violando la valla fronteriza en más de 30 puntos a lo largo de sus más de 60 kms de extensión.
Atacaron más de 20 kibutzim, algunos moshavim, las ciudades de Sderot, Netivot y Ofakim , el festival musical Nova y la costa de Zikim, así como a numerosos automóviles que transitaban, tratando de huir, por la carretera 232, la principal vía de comunicación de la zona.
El escenario con mayor cantidad de muertos fue Nova, junto al kibutz Reim, que quedará registrado en la historia de Israel como el mayor atentado desde la creación del Estado con 404 muertos, la enorme mayoría civiles pero también una veintena de policías. Pero al recordar la masacre, en Israel no se olvidará nunca los escenarios de los kibutzim Beeri, Nir Oz y Kfar Aza. Esto, recordando que hubo asesinatos también en Ein Hashosha, Nirim, Najal Oz, Alumim y tantos más.
La enorme cantidad de armas halladas por el ejército y otras fuerzas de seguridad en los distintos escenarios del ataque así como los documentos en los bolsillos de la ropa de los propios terroristas,dejaban en claro que sus planes eran seguir avanzando hacia el norte, ocupar localidades enteras, siempre con órdenes explícitas de matar y secuestrar. Detalles al respecto fueron revelados también en los interrogatorios de los terroristas.
La invasión fue llevada a cabo en cuatro etapas. Primero irrumpieron los terroristas de la unidad Nukhba considerada el comando “élite” de Hamas . Luego entraron los miembros de Izz al-Din al-Qassam, el brazo armado de Hamas, en tercer lugar terroristas de otros grupos y finalmente numerosos civiles. Según fuentes palestinas,fue transmitido por los parlantes de toda la Franja de Gaza un discurso de Muhamad Def, jefe del brazo armado de Hamas, diciendo que Israel está siendo ocupado por “la resistencia” y exhortando a la población a irrumpir a su territorio. Gran cantidad de civiles cruzaron la frontera, saquearon, destruyeron, secuestraron, y hay testimonios según los cuales también asesinaron israelíes.
Los eventos del 7 de octubre quedarán registrados como el mayor trauma nacional de Israel desde su fundación y como el día más cruento en la historia judía desde la Shoá.
Fueron los horrores de ese día los que desataron la guerra en curso, antes de la cual entraban casi 20 mil palestinos de Gaza a trabajar diariamente en Israel. Muchos de ellos dieron a Hamas cuantiosa información sobre las comunidades en las que trabajaban, en las que los trataban con respeto y dignidad, nada de lo cual impidió que notifiquen a su gobierno terrorista cuánta gente había en cada casa, dónde había niños, dónde había perros.
Los mapas que los terroristas trajeron consigo al irrumpir al territorio soberano de Israel, no eran mero producto de Google. Eran los mapas de la traición, de los civiles palestinos que abusaron de sus permisos de trabajo en Israel para ayudar a los terroristas en sus oscuros designios.
Por ende, después del más terrible resultado del 7 de octubre, que fueron evidentemente las vidas perdidas, los heridos y los más de 250 secuestrados, lo peor fue la confirmación que del otro lado de la frontera hay una población indoctrinada en odio, que no quiere buena vecindad ni concibe convivencia pacífica. Cabe suponer que no son todos, claro que no. Pero lo que cuenta es quién tiene la voz cantante. Y lamentablemente no son los moderados.
Israel no se puede permitir confiar nuevamente .
Esperamos que después de esta guerra, se corten absolutamente todos los vínculos con la Franja de Gaza, a diferencia de lo que ocurrió cuando Israel se retiró completamente de Gush Katif en setiembre del 2005. Nadie debe esperar que las mercaderías de consumo diario, el combustible, la electricidad y el agua lleguen de Israel. Tampoco puestos de trabajo para su población. Que se encargue Egipto, el hermano árabe del sur. Que hallen una solución todos aquellos miembros de la comunidad internacional horrorizados con la guerra que autodefensa de Israel y no lo suficiente con los horrores del 7 de octubre.
No va más.
Es demasiado grande el dolor, demasiado profundo el trauma, como para poder pretender que Israel olvide.
Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(7 de Julio de 2024)
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