Ana Jerozolimski / Directora Semanario Hebreo JAI

Editorial

Diez meses que ya duran una eternidad


Este miércoles 7 de agosto se cumplieron 10 meses desde aquel terrible sábado de la masacre en el sur de Israel. Y es difícil encontrar las palabras para describir todo lo que se ha vivido, todo el sufrimiento de lo irreparable, la agonía de los heridos que aún lidian con dolor y duros recuerdos, y por supuesto la pesadilla de las familias de los secuestrados, de los que quedan aún en Gaza 115, más de 40 de ellos sin vida.Y lo peor, que nadie puede asegurar cuándo llegará a buen término la lucha por recuperarlos. Ni cuánto durará la guerra para terminar con Hamas, que ineludiblemente cobra  el duro precio de soldados caídos.

Han sido también diez meses de motivos de orgullo por lo que es el pueblo de Israel, por la entrega, el voluntariado, las iniciativas, la dedicación de tantos en pro del semejante. Aquel sábado terrible, israelíes del asentamiento de Otniel, cerca de Hebron, judíos religiosos cabe suponer que con posiciones políticas de derecha, arriesgaron sus vidas para ir a salvar a compatriotas en el kibutz Beeri, seguramente sabiendo que por esos lares hay mucha gente de izquierda, laica.

Sentimos que es casi un sacrilegio mencionar ese aspecto, porque los héroes no pensaron en eso. Ni los de Otniel ni los de la organización de protesta “Ajim Lanéshek” que en cuestión de minutos, al entenderse lo que estaba sucediendo, transformaron su razón de ser, y de las protestas masivas contra la coalición de gobierno pasaron a organizarse para ayudar a todos los que estaban sufriendo. Salvaron vidas bajo fuego, y luego se organizaron para proporcionar a la gente evacuada tras horas en los refugios, ropa, comida, atención médica. Y nadie pensaba de qué lado estaba el otro.

Ese es el pueblo de Israel. Sin duda, no exento de problemas, y aún muy dividido, en una atmósfera de mutuas recriminaciones, pero también capaz de una entrega a los hermanos, por más diferentes que sean, que emociona y conmueve.

En estos diez meses también aprendimos a conocer el mundo. A saber quiénes están con nosotros, sea porque son amigos desde siempre o porque entienden que el terrorismo puede que comience contra los judíos, pero nunca termina en ellos. A saber quiénes no tienen vergüenza ninguna y salen a manifestar por Hamas- aunque lo disfracen de “por los palestinos”- sabiendo lo que hicieron y sin condenar siquiera las atrocidades. 

Aprendimos que en situaciones extremas, la gente es capaz de sacar fuerzas que no sabía que tenía, para sobrevivir y luchar. Como hicieron los secuestrados hasta que volvieron en noviembre, y como siguen haciendo aquellos que aún están allí con vida.

Que Israel tiene que ser fuerte, lo cual siempre supo pero hoy es más claro todavía, no porque Hezbolá tenga muchos misiles y a Hamas aún le queden cohetes, sino porque están llenos de odio y están dispuestos a dedicar todas sus fuerzas para destruir a Israel. 

Ahora, el gran desafío es traer a casa a los secuestrados. Es una cuestión moral, de la esencia misma del Estado judío. El precio es complejo, pero la alternativa, dejarlos morir a todos en Gaza, es mucho peor.

Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(7 de Agosto de 2024)

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