Sería prematuro hacer ya resúmenes tajantes que den todo por ganado y que puedan ser interpretados como un intento de minimizar los desafíos pendientes aún por resolver. Pero más allá de la cautela y de la conciencia que la guerra contra la amenaza militar del Irán de los Ayatollas aún no ha sido eliminada, no es posible tomar a la ligera la magnitud de lo que ha ocurrido.
Un pequeño país de 10 millones de habitantes, cuyo nombre no entra en general en los mapas por lo pequeño de su territorio, logró tomar por sorpresa total a la República Islámica de Irán, un país de 90 millones de habitantes y una superficie 70 veces mayor que la del Estado judío, neutralizar en poco tiempo sus defensas anti aéreas y eliminar a su cúpula militar y sus principales científicos nucleares, sin causar una masacre de civiles iraníes y sin perder ni un piloto en el cumplimiento de la misión.
Pero más allá del altísimo nivel profesional del Mossad, el Servicio de Inteligencia de las Fuerzas de Defensa de Israel y por supuesto la Fuerza Aérea, el ataque israelí dejó en claro que el Estado judío está decidido a hacerse cargo de su destino. A garantizar que pueda seguir viviendo. A defender los valores de la vida en paz y seguridad, en un vecindario complejo, cuya peor tragedia son aquellos que están dispuestos a sacrificar a sus pueblos para tratar de destruir o al menos de dañar lo más posible a Israel.
Y con esto, se está dando un paso clave para cambiar radicalmente la situación geopolítica de la región. Aún no se ha destruido toda la amenaza, aún no se sabe qué pasará con el régimen iraní ni qué ocurriría si el régimen cae. No es seguro que después llegue algo mejor. Pero quitarle las armas para aniquilar a Israel y para seguir amenazando en la práctica-aunque no lo declaren-al mundo árabe y a Occidente en general con misiles de largo alcance en los que podrían colocar ojivas nuclares, es un paso imprescindible para cambiar la realidad. Por eso, estamos viviendo días históricos.
Al terminar la primera semana de la guerra, del operativo que ha recibido en español distintos nombres-“León Ascendente” o “Pueblo ascendente como un león” entre otros-Israel lidió con más de 470 misiles balísticos que mataron a 25 civiles al impactar unas decenas en tierra-una pequeña minoría, pero cada uno de ellos, evidentemente, letal y destructivo. Logró interceptar a tiempo mil drones. Más de 1200 personas resultaron heridas. La Autoridad impositiva de Israel recibió más de 30.000 demandas por daños sufridos por la ciudadanía-y cabe suponer que muchos no se han organizado aún para presentar las suyas-, la enorme mayoría respecto a daños en edificios y casas , algo más de 2.000 por daños a vehículos y más de 3.000 sobre otras propiedades. Y más de 8.000 personas han tenido que ser evacuadas de sus hogares.
Un punto importante a mencionar es el enorme apoyo de la población a la decisión del Primer Ministro Netanyahu de emprender esta campaña histórica contra el mal. Nada menos que eso. Cuando se decide al fin hacer lo necesario para quitarle a los Ayatollas las herramientas para concretar su declarado objetivo de destruir a Israel, se está haciendo lo correcto. Y el Primer Ministro merece el aplauso por ello.
También lo merecen los líderes de la oposición, que en muchos temas siguen discrepando con él, pero que supieron, ante numerosas tribunas internacionales, defender su decisión y hablar bien de ella, porque es por el bien del pueblo de Israel.
Merecen aplauso también todos aquellos que a lo largo de los años-y esto no comenzó ahora- decidieron destinar enormes recursos a proteger a Israel. A los grandes cerebros de la tecnología israelí, dedicada también a la seguridad y la defensa, se suma el Estado que dedica lo necesario para desarrollar las armas inteligentes que cuidan al pueblo y que permiten debilitar o eliminar al enemigo. Sin eso, Israel hace tiempo ya no existiría.
Mucho se habla de la resiliencia de la población, y no es un elemento propagandístico que se menciona porque suena bien. Es un hecho. Las imágenes que circulan por doquier de israelíes cantando y bailando en los refugios, no se deben a que no tengan miedo o sean inconscientes sino a que apuestan por la vida. Y sin decirlo explícitamente, sin alarde especial de nada, están transmitiendo a los enemigos que “no nos vencerán”.
Durante la guerra de Iom Kipur en octubre de 1973, la entonces Primer Ministro Golda Meir le dijo al Secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger una frase clave. “Tenemos un arma secreta: no tenemos otro país”. Pero no porque no haya alternativa, sino por el Estado judío fue erigido en la tierra ancestral del pueblo judío.Y no se le va a permitir a los Ayatollas destruir un milagro de la humanidad.
Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(20 de Junio de 2025)
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