“Nunca más es ahora”, decimos desde el 7 de octubre del 2023 cuando la masacre de Hamas a la que Israel tuvo que responder, y muy especialmente desde que el Mossad y el servicio de Inteligencia de las Fuerzas de Defensa de Israel presentaron al Primer Ministro Biniamin Netanyahu lo que habían conseguido confirmar: que paralelamente a las negociaciones con Estados Unidos, la República Islámica de Irán estaba avanzando aceleradamente hacia una bomba atómica y que se disponía en el plazo inmediato a concretar el plan de armarla. Si no se actuaba con rapidez, dentro de muy poco tiempo iba a ser tarde. Y con ello, el mundo todo habría entrado en una época oscura de peligro global, a merced del régimen de Teheerán.
El mismo mensaje lo transmitió Netanyahu al Presidente Trump que ya había dicho que no permitirá que Irán tenga poderío nuclear militar. Trump se convenció de que ello debía ser traducido en una acción contundente que vaya más allá de las advertencias a Irán. Y en la noche entre sábado y domingo, atacó las tres instalaciones centrales del plan nuclear iraní: Fordow, Natanz y también Isfahan.
Y lo primero en lo que mucha gente en Israel y el mundo judío pensó, es cuánto se habría necesitado esa firmeza el siglo pasado, cuando los nazis asesinaron a la tercera parte del pueblo judío e impusieron el horror en Europa.
Es que para que el mal triunfe, siempre se necesita la cooperación o la indiferencia de otros. La inacción que deje el campo libre a los asesinos. Cuán diferente habría sido todo, si se hubiera matado a Hitler, si se hubiera bombardeado las vías del tren que conducían a la judeidad europea a los campos de exterminio, si se hubiera eliminado a la cúpula nazi.
Nunca nos gustó el uso exagerado de la memoria de la Shoá para condenar cualquier tipo de amenaza a Israel. Sin subestimar ninguna de esas amenazas, el recuerdo de la Shoá es demasiado sagrado como para usarlo así nomás. Pero nada más apropiado que eso para explicar el significado del plan nuclear iraní. Es que lo letal no es tener poderío atómico sino que ese poderío esté en manos de un régimen teocrático, fundamentalista islámico extremista, que desde su aparición proclama abiertamente que su objetivo principal es destruir al Estado de Israel.
Es imposible en este momento asegurar en forma tan categórica como el Presidente Donald Trump, que ha quedado destruido el plan nuclear de la República Islámica de Irán. Esto, si somos cautelosos, ya que aún se desconoce la envergadura exacta del daño a las centrifugadoras en Fordow y si acaso ahí estaban los más de 400 kilos de uranio enriquecido al 60%-el más cerca del nivel militar- que Irán ya había acumulado, adónde lo sacaron o dónde lo están escondiendo. Pero sí se puede afirmar ya ahora que el daño general a este maligno plan iraní de desarrollar una bomba atómica para destruir a Israel, ha sido muy significativo y que el masivo ataque norteamericano, así como los varios ataques de Israel a las instalaciones nucleares, lo han hecho retroceder muchos años hacia atrás.
La historia está muy presente aquí, tanto cuando miramos décadas hacia atrás, como hacia adelante. Es que al haber actuado Israel contra Irán, la cabeza de la serpiente del terrorismo, tal como lo está haciendo especialmente desde el 13 de junio, y al haber actuado Estados Unidos tal cual lo acaba de hacer, el mensaje tiene significado clave para el presente y el futuro.
Israel se impone, porque no tiene más remedio, como la potencial regional a la que a nadie le conviene atacar. Sin olvidar que la guerra no ha terminado y que aún habrá que estar alertas en todo los frentes, los golpes asestados en los últimos ya más de 20 meses a todos los tentáculos del terrorismo armado y financiado por Irán, echan por la borda sus esfuerzos por construir un anillo de fuego alrededor de Israel. Irán ya no es el mismo, ni Hezbolá, ni Hamas, ni las milicias chiitas en Irak, ni los hutíes en Yemen, por más que sigan disparando. Y esto es un mensaje hacia afuera.
Más importante aún a nivel internacional, es la intervención norteamericana, que puede disuadir también a Rusia, Corea, China, aliados de Irán. Ante todo, porque pone fin a la percepción de muchos en el mundo árabe y fuera de él, de Estados Unidos como un tigre de papel. Esa es la imagen que dejó en su momento el entonces Presidente Barack Obama que lanzó un ultimátum a Siria si el entonces Presidente Bashar el-Assad usaba armas químicas contra su pueblo, pero no hizo nada cuando el dictador de Damasco las utilizó. Esto, por dar solamente un ejemplo.
La administración Biden, aunque el propio Presidente era muy sincero en su amor por Israel, dejó una impronta muy problemática por varias de sus decisiones durante la guerra de Israel contra Hamas, y está claro que no amedrentaba a nadie.
Trump, quien reconocemos nunca nos gustó-por su forma de ser y de hablar- mostró que con Estados Unidos bajo su liderazgo, no se juega. Y cuando son tantos los matones violentos en el barrio, eso es justamente lo necesario. Se necesita que los matones de Oriente Medio sepan que hay quienes no les tienen miedo.
A nuestros hermanos que vivían en la Europa de los años 40, ya no los podemos salvar. Pero a sus descendientes que viven en el Estado judío independiente hoy, había que salvarlos del Hitler moderno, garantizando que ellos y todos los que vengan después, puedan seguir viviendo en libertad por los siglos de los siglos.
Am Israel Jai.
Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(23 de Junio de 2025)
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