“Rumores” no es un concepto muy profesional que digamos en periodismo, pero como a menudo son la antesala de algún anuncio importante, esta vez les dedicamos estas líneas. Más que nada dado que parte del entorno ya está en el escenario.
Hace ya un tiempo y muy especialmente desde que terminó el operativo israelí contra blancos militares y nucleares en Irán, se habla de la posibilidad de un acuerdo entre Israel y Siria. Claro que el recuerdo del derrocado Bashar el-Assad como aliado central de Hezbolá y de Irán, y las serias dudas acerca de si el traje que viste su sucesor Muhamad al-Julani indican un cambio radical en el jihadista que era o es un mera puesta en escena, hacen difícil creer que algo tan bueno está por pasar.
Pero lo que no son rumores es que hay hace tiempo contactos entre las partes y que próximamente Al Julani hablará al parecer ante la propia ONU. Según el cronista político de la televisión pública (canal 11) y la radio pública de Israel Suleiman Maswade , existe inclusive la posibilidad de un encuentro en la ONU entre Al Julani y el Premier Netanyahu.
Nada está cerrado- al menos que nosotros sepamos- y no hay comunicados oficiales, pero algo parece que se está moviendo. Según comentarios de analistas de la prensa israelí, no se trataría de un acuerdo en cuyo marco se podrá ir mañana a comer humus en Damasco, pero sí pactar ciertos arreglos de seguridad que garanticen estabilidad y calma. Bienes preciados por cierto.
Sin entrar en emociones exageradas, ya que los tiempos son otros, aún recuerdo lo que sentíamos en Israel cuando se abrió el camino hacia la paz con Jordania en octubre de 1994, el primer país árabe que se sumó a Egipto, que fue el pionero en hacer la paz con Israel en marzo de 1979.
Recuerdo la emoción cuando vimos el helicóptero del Rey Hussein de Jordania sobrevolando Jerusalem. El siempre había sido el enemigo al que Israel amaba . Cometió el serio error de atacar en junio de 1967 y por eso perdió la parte oriental de Jerusalem que había ocupado en 1948, pero nunca irradió odio, a diferencia de otros gobernantes árabes.
Y cuando un soldado jordano asesinó a varias alumnas israelíes que visitaban en el marco de un paseo escolar en Naharaim en la frontera entre ambos países, él llegó personalmente a dar el pésame a sus padres, se agachó ante ellos y pidió perdón.
El problema es que también recuerdo la emoción de cubrir y de vivir como ciudadana los acuerdos de Oslo, no porque pensáramos que era ideal sino porque veíamos la semilla de un futuro diferente. De más está decir que muchos israelíes lo veían totalmente distinto, veían el potencial letal de esa situación, de las retiradas, de la entrada del terrorista Arafat a la zona y tanto más. Sigo creyendo que tuvo razón Itzak Rabin al apostar a esa paz –porque la paz se hace con los enemigos- y que tuvieron razón también todos sus críticos. Puse antes que el problema es que también recuerdo aquello, porque en la arena palestina, hemos ido de mal en peor.
No eximo a Israel de sus errores. Pero siempre estuve convencida y sigo estándolo hoy, que lo que arruinó Oslo y las perspectivas de paz, fue el terrorismo y el hecho que los palestinos nunca aceptaron realmente la legitimidad de Israel. Y si creces recibiendo constantemente como mensaje desde arriba que los judíos te robaron tu estado, aunque en la realidad ese estado nunca existió, ¿por qué vas a querer paz con ellos?
El tema nos seguirá ocupando en los próximos tiempos.
Mientras tanto, pido recordar: hay 50 secuestrados en manos de Hamas en Gaza. Y tienen que volver a casa. El tiempo se les acabó hace mucho.
Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(1 de Julio de 2025)
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